Yamamoto, el cerebro
detrás de Pearl Harbor

Protagonista de una meteórica carrera, el Comandante en Jefe de la Armada japonesa, fue una de las figuras más importantes del país asiático durante el conflicto.

Isoroku Yamamoto.

Alberto Rojas Moscoso

Eran las 09:30 de la mañana del 18 de abril de 1943, cuando el piloto estadounidense Rex Barber -a bordo de su caza P-38- abrió fuego sobre el bombardero japonés que tenía en la mira. Dos descargas de sus ametralladoras acribillaron el fuselaje. Y en medio del humo y las llamas, el Mitsubishi G4M perdió el control y comenzó a caer hacia la jungla de la isla de Boungainville. Nadie podía sobrevivir a ese impacto. El objetivo de la misión estaba cumplido. El almirante japonés Isoroku Yamamoto, arquitecto del ataque a Pearl Harbor, finalmente había muerto.

Su desaparición cerró un capítulo de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, y ciertamente, una etapa en la historia de Japón.

Sus altas calificaciones le permitieron graduarse en 1904, justo para combatir en la Guerra Ruso-Japonesa. Asignado al crucero "Nishin", participó en la histórica Batalla de Tsushima, en que Japón derrotó a la Flota Báltica rusa. Pero le costó caro, ya que en dicha batalla perdió dos dedos de su mano izquierda.

En 1916 cambió su apellido por Yamamoto, siendo adoptado por una de las familias más honorables y antiguas de Japón. Luego, entre 1919 y 1921 viajó a EE.UU. para estudiar Economía en la Universidad de Harvard. Al regresar a Japón fue promovido y cambió su especialidad de artillería por la de aviación naval.

Entre 1926 y 1928 Yamamoto volvió a EE.UU. al ser nombrado agregado naval en Washington DC. Y durante estos años obtuvo un profundo conocimiento de quien llegaría a ser su enemigo.

A partir de 1933 se hizo cargo del Departamento de Aviación Naval, defendiendo la necesidad de contar con un mayor poder aéreo e impulsando la construcción de más portaaviones. Su carrera había sido meteórica y ciertamente no pasaba inadvertido en los pasillos del poder.

"Yamamoto era una figura compleja, siempre interesado en los avances tecnológicos. Pero además fue uno de los miembros más importantes del dominante sector reformista de la Armada japonesa. Él y otros oficiales controlaban el ministerio de Marina, se opusieron a cualquier alianza con Alemania e Italia y algunos incluso querían la paz en China (en guerra tras la invasión japonesa a Manchuria)", explica a este diario Eric Heginbotham, analista de temas asiáticos del Consejo de Relaciones Internacionales.

Estas opiniones despertaron el odio de los sectores ultranacionalistas, que intentaron asesinar en varias oportunidades a Yamamoto. Pero esto no impidió que el 30 de agosto de 1939 fuera promovido a almirante y nombrado Comandante en Jefe de la Armada japonesa.

El golpe a EE.UU.

Ataque a Pearl Harbor

Tras la invasión a Indochina, la idea de un ataque preventivo contra EE.UU. -la única potencia en el Pacífico capaz de detener el avance militar japonés- comenzó a volverse una realidad. A pesar de que el propio Yamamoto advirtió de los riesgos al entonces Premier Konoe Fumimaro: "Si me dicen que vaya a la guerra, los primeros seis meses serán de intensa lucha, pero no puedo asegurar lo que pase en un segundo o tercer año".

El ataque a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941 -que dejó 2.403 muertos y 1.178 heridos-, involucró 350 aviones y seis portaaviones. Su misión era destruir el grueso de la flota de EE.UU. en el Pacífico. Pero los portaaviones estadounidenses se encontraban en mar abierto al momento del ataque. Por lo tanto, el núcleo del poder aeronaval de EE.UU. permaneció intacto.

"Temo que lo único que hayamos logrado es despertar a un gigante dormido", habría dicho Yamamoto.

EE.UU. ingresó así a la Segunda Guerra Mundial, movido por el deseo de "ajustar cuentas" por el ataque japonés. Y su primera oportunidad se produjo en junio de 1942, durante la Batalla de Midway, en que Japón perdió cuatro de sus mejores portaaviones y 3.500 hombres. Yamamoto conservó su mando, pero jamás se recuperó de esa derrota.

Luego, en agosto, tropas estadounidenses desembarcaron en la estratégica isla de Guadalcanal. Yamamoto no logró expulsar a las fuerzas occidentales y sus tropas sufrieron tantas bajas que en enero de 1943 tuvo que ordenar la retirada.

Meses después, como una forma de subir la moral de las tropas, Yamamoto inició un recorrido por diferentes instalaciones militares del Pacífico Sur. Pero los japoneses no contaban con que la inteligencia naval de EE.UU. interceptara y decodificara todo su itinerario.

Así, el 14 de abril de 1943 comenzaron los preparativos para la "Operación Venganza", destinada a eliminarlo. Para esta misión 16 cazas P-38 estacionados en Guadalcanal se equiparon con tanques de combustible extra de 300 galones, que sumados a los tanques normales de 165 galones, les permitieran cubrir las 425 millas hasta Bouganville y regresar.

El 18 de abril este escuadrón especial interceptó en vuelo a Yamamoto. Cuatro de los 16 cazas se dejaron caer sobre los dos bombarderos japoneses (no sabían en cuál viajaba Yamamoto) que se aproximaban al campo aéreo de Kahili, en la isla de Bouganville. Pero la escolta de seis Zeros no pudo hacer nada para evitar que los derribaran.

"Esta debe haber sido la primera vez, durante la Segunda Guerra Mundial, que EE.UU. señaló expresamente a una figura del bando enemigo para ser eliminada", asegura Eric Heginbotham.

Al día siguiente, un equipo de búsqueda y rescate llegó hasta el lugar en que se había estrellado el bombardero. Dentro de los restos del fuselaje, el cuerpo del almirante Yamamoto mostraba claras señales de haber sido acribillado; había muerto antes de estrellarse. Sus manos, todavía cubiertas con guantes blancos, se aferraban a su espada samurái.

El impacto de su muerte fue demoledor, al punto que el gobierno japonés decidió informarlo oficialmente el 21 de abril. Después de un funeral de Estado y de recibir en forma póstuma la Orden del Crisantemo de Primera Clase, parte de sus cenizas fueron sepultadas en el cementerio Tuma de Tokio. Y el resto viajó a la tierra de sus ancestros, siendo depositadas en el templo Chuko Ji, de Nagaoka.

La figura en que se había focalizado el odio de EE.UU. a Japón tras el ataque a Pearl Harbor, había desaparecido. Pero el hijo del samurái que había revolucionado la estrategia aeronaval japonesa, se había convertido en leyenda.

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