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Año para vincularse, crear y disfrutar

Los gobiernos del mundo podrían acordar una semana inicial de vacaciones planetarias para reponernos y descansar un poco del intenso y express 2016, que tanto nos sacudió y enseñó, aunque todavía tengamos signos de interrogación en la cabeza. ¿Qué tal la idea? Bueno, si no resulta, lo primero es respirar y luego agradecer –sí, leyó bien- por tanto acontecimiento que nos empujó a crecer -interior y exteriormente- el año que ya cerramos. Luego de eso podremos asomarnos a este prometedor 2017 que, dados los ruegos de muchos, trae notables regalos que tendremos que aprender a leer para vivirlos en plenitud.

Saturno, más conocido como Don Satur, planeta sabio, longevo, muy serio y desafiante, ya le dio grandes lecciones a nuestro ego el último tiempo para que nos bajáramos de cualquier pedestal y aprendiéramos a trabajar paso a paso con humildad y flexibilidad, ¿lo notó, querido lector? Ahora, como él es muy justo, nos abre camino para que cosechemos las lecciones vividas y –anotemos en mayúsculas- practiquemos sabiduría. Es decir, no para que nos creamos algo, sino para poner en acción, palabra y sentimiento lo aprendido los últimos dos años, ¿o acaso creemos que tanta revoltura e incertidumbre era gratis o una especie de castigo estelar? No. Todo lo vivido es para que ahora realmente nos convirtamos en seres más centrados, conscientes de lo que hacemos y queremos; respetuosos de nosotros, del ambiente y de lo que la vida quiere, no de lo que nuestra mente ansiosa desea. Volvamos a respirar.

Este año Saturno se sienta a mirar si ya aprendimos disciplina para auto-conocernos y también para alcanzar nuestros anhelos. Puede que nos dé un bastonazo de vez en cuando –nuestro ego suele ser incorregible- pero tendrá más humor y piedad porque sabe que vinimos a caminar con independencia en esta apasionante aventura llamada Vida. Si ya incorporamos –como lo dijimos en 2016- la mesura en actitudes, palabras, hábitos y mirada, él nos regalará un puesto a su lado en una especial cena (ojo que él come poco; así que bajemos expectativas) donde le hagamos preguntas sobre porqué y para qué nos toca vivir ciertas cosas. Nos dará respuestas que podremos descifrar con su ayuda y seguir avanzando. Si hacemos bien el trabajo, nos regalará boletos de avión, un buen libro, matrículas en cursos que nos interesan, nuevos contactos y hasta unas cómodos zapatos para estrenar en los caminos 2017.

Pero en otra esquina de esta larga mesa planetaria está Júpiter, con su copa de vino y un menú abundante, riéndose de muchas cosas, incluidos nosotros. A él se le ocurrió que este año trabajemos nada menos que: las relaciones más cercanas, en especial la pareja (favor abstenerse de cualquier pensamiento que evoque mariposas, atardeceres, color rosado y música melosa). A no ser que usted sea un lector adolescente, comprenda que todo esto se fue en 2016, donde aprendimos lo pragmático y lo verdadero; en que nos correspondió valorar los gestos antes que los adornos, además de soltar dramas para sentir el corazón con ganas.

Júpiter, pese a que está gordo y es algo tosco, con su carisma logró convencer a la bella Venus de sentarse más cerca de él desde marzo a inicios de junio. Ambos tienen un buen plan: ella nos ayuda a querernos más, a elevar autoestima, aceptar todo lo que somos; mientras él nos pone desafíos en los vínculos afectivos para que apliquemos el amor propio, aprendamos a compartir de corazón, seamos más capaces de reírnos con los demás antes de defendernos de cualquier cosa y podamos abrir mayor placer en todos los sentidos. Por tanto, el amor es un gran terreno de aprendizaje y satisfacción este año, porque obvio que Júpiter invitará a Venus esa noche no sólo a algo más, sino también a viajar por el mundo. Es un año donde tanto las uniones como las separaciones pueden darse con más armonía y fluidez.



En medio de los comensales, Marte –que está algo picado-, junto a Mercurio que viene de hacer mil cosas; el Sol que encandila; la Luna que no sabe lo que quiere; Plutón que está más callado que nunca y Urano que para variar dice que se tiene que ir luego y que la cena está aburrida, le piden a Júpiter que deje de coquetear con Venus y que cierren pronto el acuerdo que tomaron para el ciclo entre junio y septiembre: cómo acelerarán el que abramos nuestros círculos, que además nutramos los que ya tenemos y seamos capaces de redescubrir el disfrute de la vida en vez de siempre correr, producir, cansarnos. -¿Y para eso me interrumpen? –dirá Júpiter y seguirá: Pensé que era para hablar de los temas de migración, conocimiento –lo académico, en especial-, la infancia, instituciones políticas, la banca –con algunas verdades que saltarán-, tecnología que puede defraudar y figuras mundiales que podrían fragilizarse o retirarse. Además, de qué haremos con el agua y la tierra, que darán noticias; ni hablar de la electricidad ni del fuego, que por culpa de los chinos con su horóscopo animalesco seguirá agitado, incluidos los volcanes, las rabias locales y las altas temperaturas-. Ante lo cual el resto le dirá que pare, que esas cosas ya las acordaron y que estarán presentes todo el 2017.

Entonces, se reunirán todos e invitarán también a los asteroides que permanecían en silencio y le entregarán el poder de los hechos y oportunidades para esta tarea a los eclipses, ante lo cual la Luna, el Sol y los nodos estarán más que orgullosos. Entre las fechas eclipsadas de febrero y agosto se nos dará oportunidad de soltar –queramos o no- situaciones dañinas, idealizadas y/o estancadas; de reconectar con nuestra identidad; también de recordar la necesidad del alma de divertirse, crear, compartir y jugar como niños en pleno verano en la playa. Porque 2017 nos da un regalo/tarea: volver a brillar. Y esto sucede cuando estamos felices al hacer o crear algo, cuando perdemos la noción del tiempo porque estamos –sin esfuerzo- conectados con el disfrute de corazón, que es uno de los privilegios humanos.

En ese momento, en que todos saborean el postre y el café, se dejará escuchar la voz en off de nada menos que el señor Universo para recordarle a cada miembro de la mesa que es necesario su compromiso en ayudarnos a crecer y pasarlo mejor, porque gran parte de los humanos seguimos en infantilismo: entiéndase egocentrismo y mirada básica de las cosas sin integrar el sentido de lo que cada uno vino a vivir en el singular planeta Tierra. Agregará, acercándose a nuestra espalda -pues todo el rato hemos compartido esta mesa aunque lo olvidáramos- que reconoce con emoción los notables avances de muchos el último tiempo en esta materia y que debido a esto todo el cielo este 2017 nos recordará día a día la maravillosa posibilidad de ser felices con instantes, gestos, sensaciones; que perdamos el miedo, que experimentemos porque estamos muy acompañados desde lo alto, también por nuestro corazón que es incondicional y posee polvo de estrellas; que sepamos que no hay casualidades y que el goce, la diversión y el compartir son claves en la evolución humana.

Después de un emocionado silencio y de un gran brindis, todos dirán en su propio tono: ¡Feliz 2017! ¡Año para vincularse con más consciencia, jugar y disfrutar! …Luego se abrirá la puerta del comedor y al asomarnos habrá decenas de caminos para elegir con luz de amanecer. La mesa entera se pondrá de pie para despedirnos y, pese a las lágrimas de la Luna y de Neptuno (que recién llega, porque se confundió de día, pero al menos pone una música precisa para este instante), nos dejarán ir con alegría pues saben que necesitamos llenar de vivencias este nuevo ciclo, que da igual qué camino tomemos, porque todo 2017 nos dará oportunidades de cultivar más satisfacción con nosotros y con aquello que construimos con los demás para enriquecer esta vida bella, a ratos tan misteriosa, pero siempre redonda. ¡Felicidades!