Las últimas composiciones, Violeta Parra.

Violeta sabía muy bien que éste sería su último disco. Ya antes de grabarlo había intentado quitarse la vida por primera vez; se ha escrito que agobiada por el fin de su relación con el suizo Gilbert Fauvre y la tibia recepción que encontró en Chile luego de regresar de Europa. La hermana de Nicanor concibió este álbum con decisión de trascendencia. Cuatro meses después de su edición, el 5 de febrero de 1966, su pistola descargó una bala en su sien que esta vez sí fue efectiva.
El grueso de los auditores llega a Violeta a través de antologías, lo cual no está nada mal. Pero un seguidor curioso debe estar enterado del nivel sorprendente de este disco, grabado de una vez y con una concentración apabullante de canciones clásicas. Se han hecho suficientes interpretaciones sobre el hecho de que una mujer con su suicidio en pauta compusiera una canción como “Gracias a la vida”. Qué puede escribir uno sobre esos versos categóricos, los más universales en salir nunca de una mente chilena. Pero, como si esa canción enorme no bastara, Violeta se empeña en dejar bien en claro lo que Chile se pierde al ningunearla, y lanza una seguidilla de golpes al mentón: “El albertío”, “Run run se fue pa´l norte”, “Maldigo del alto cielo”, “Volver a los 17”, “Rin del angelito”. ¿No será esta una antología de grandes éxitos?, sospecha uno. Pues no; Las últimas composiciones es un álbum hecho y derecho en el que el talento se derrocha sin medida, desde un espíritu elevado que ya no piensa demasiado en este mundo. También uno se eleva al escucharlo.