El embarazo es, sin duda, una de las etapas en la vida de una mujer y su pareja más determinantes y el acto fundamental para la sobrevivencia de la especie humana.
Considerado como un proceso fisiológico natural y hermoso, en su gran mayoría, cercana al 90% de ellos, se desarrolla en forma normal y sin mayores inconvenientes. No obstante, ese 10% restante, que presenta algún problema, es considerado de alto riesgo y por lo tanto, son sometidos a un seguimiento constante y atento.
Durante este período, que se prolonga por 40 semanas (9 meses), la mujer experimenta una serie de cambios y transformaciones de su cuerpo, tanto físicas como psicológicas, siendo muy evidentes las primeras.
El cuerpo femenino se prepara para anidar y proteger el óvulo fecundado y dar el sustento necesario para que éste pueda desarrollarse y alcanzar su madurez, dando paso al parto o salida del niño. (ver infografía).
Durante el primer trimestre, la madre sufre de nauseas debido a la presencia de una hormona que forma la futura placenta (órgano que protegerá y alimentará al feto) y experimenta una hipersensibilidad frente a los olores y alimentos, así como una mayor sensibilidad en sus mamas y algunos cambios en la piel. El feto, en tanto, ya tiene sus órganos fundamentales formados al término del tercer mes, incluso se observan sus ojos y los dedos de las manos y pies.
Es en este tiempo, las primeras nueve semanas, cuando se registra el mayor número de pérdidas de embarazos en forma natural debido a que el embrión implantado no era viable.
En el segundo trimestre los cambios físicos se hacen más evidente, el abdomen de la mujer aumenta progresivamente y entre el 4to. y el 5to. mes se sienten los primeros movimientos del feto. También, debido al mayor volumen hay cambios en las posturas habituales de la mujer, comienza la “marcha de pato” y hay ciertos dolores en la cintura (lumbago).