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"Ya cabros, está listo el bus", grita el presidente de una de las carreras de la Facultad de Ciencias, mientras a su séquito de casi 100 estudiantes se les esboza una sonrisa en el rostro. En la avenida más cercana, Ignacio Carrera Pinto, ya están dispuestos decenas de buses para trasladar a los mechones y otros no tanto, al tradicional Paseo a Cartagena que se realiza hace casi una década en la Semana Mechona de la Universidad de Chile para dar la bienvenida a los nóveles estudiantes.

¡A rodar, a rodar, a rodar mi vida!

"Vayámonos en éste que está menos lleno", frase que seguramente se repite en todos los buses, pero que es sólo una impresión parcial. La realidad es siempre distinta: 44 asientos para 63 personas, y no nos queda otra que irnos de pie. Total son dos horas de viaje.

Son las 13:00 horas, y por fin el bus Nº 87 se empieza a mover,..."Espera que falta el Matías y el Daniel que andaban comprando", grita uno desaforado. Llegan a última hora, allí les increpan sus compañeros, "Puta hue…, los estábamos esperando a ustedes no más", mientras los apurados suben con bolsas llenas de vituallas para la aventura costera.

Mientras, atino a conversar con mi compañero de viaje, Francisco, que cursa tercer año de periodismo. Le cuento de mi experiencia laboral y respondo sus incesantes preguntas, a la vez acepto la primera "piscolita".

No llevamos ni media hora arriba del bus, la 'conversa' se pone entretenida y espontáneamente aparecen los vasos, los 'tetra pack', las canciones y las risas contagiosas. Parece que va a ser una tarde interesante, todos conversan con todos, los traguitos están perfectos para combatir la sed, y el día está espectacular.

Ya falta poco para llegar, pero antes tenemos que hacer la primera parada: Melipilla, a comerse unos sándwiches, pasar al baño, y tomarse una bebida. Todos felices, cualquiera diría que somos una comunidad onda 'hippie'.

¡Voy a dejarlo todo por llegar!

15:00 horas,...“Llegamos cabros”, grita mi compañero Francisco, y uno a uno bajan apuraditos para sentir la brisa marina. Algunos ya están "contentillos", con la mejillas coloradas, y algo mareados. "Debe ser el cambio de temperatura", pienso con malicia.

Hace calor, y no importa andar con la 'guata' al aire para unirse a la caravana de mechones que pasa aceleradamente rumbo a la Playa Grande, no sin antes pasar a reabastecerse de “combustible” en la botillería más cercana. Allí nos espera lista la "Stop Drink", que se ha esmerado en tener toda clase de refrescantes líquidos para los siempre bien recibidos visitantes. Leonel, empleado del negocio reconoce que “ustedes vienen a pasarlo bien, la idea es atenderlos, además en estos días nos va súper bien, fíjate que vienen cuatro universidades, aquí todos ganan”.

¡Arena, blanca, mar azul!

¡Agua a la vista!, y ahí está algo pocas veces visto. En la playa al menos 6.000 estudiantes hacen de las suyas jugando en la arena, "asiento chiquillos, conversación gratuita".

Ahora chao pantalones, chao zapatos, y son varios los que se atreven a darse un refrescante chapuzón; otros en pareja, recreando escenas de películas romanticonas setenteras, se revuelcan en la arena besándose apasionadamente mientras las olas mojan todo lo 'inmojable'.

Afortunadamente para ellos está don Óscar, salvavidas que hace 24 años custodia la playa y la vida de los bañistas. Con apariencia de abuelito, advierte y obliga a salir de un mar furioso con su silbato a los eufóricos bañistas, que una vez afuera reciben el cariñoso consejo del barbudo "Baywatch" criollo. "Hasta el momento se han portado ahí no más, primera vez que tenemos tantos problemas, he estado en los ocho años del paseo, y el problema siempre es el de los compadres curaos. Uno que se nos pase para adentro, chao hasta luego, la mar está muy mala y primera vez que trabajando tanto", me señala el Mitch Buchannon chilensis, quien se vanagloria que nunca en algún paseo de la U se le ha ahogado alguien.

¡Al ritmo de la banda, baila!

Avanza la tarde, y van cayendo muchas víctimas del exceso de alcohol, en mi recorrido personal por la playa veo de todo: peleas, 'atraques', gente pasándola bien improvisando coreografías al ritmo de Cholomandinga. Es fácil perderse entre tanta bullicio y gentó, y los más experimentados, que se han repetido el plato hartas veces, se instalan con su silla, sombrero y anteojos a tomar sol sosteniendo en la mano el "rey" de 'Cartagua': el melón con vino. Otros desesperados como yo, buscan hielo para la 'piscola'.

El sol pega fuerte, pero lo aplaca el viento que refresca los visitantes. Miles de adolescentes sacando su "pasaporte a la adultez" –dirían Los Prisioneros-, no ocultan su felicidad: libres como pájaros, en primer año de universidad y su primer paseo. Danilo, mechón de Ingeniería me cuenta que "esto es muy bacán, es algo genial para conocer a cabros de otras carreras, encontrarse con amigos, aunque sea remechón igual vengo el próximo año, sirve para estar tranquilo antes de que venga el urgimiento de las pruebas".

De la misma idea es, Daniela, mechona de Derecho, "es rica la hue.., lo que más me gusta es la vida y la libertad, he conocido harta gente y toda buena onda", sentencia mientras se hace una trenza bahiana.

¡Eres exquisita, como un gran asado con papitas fritas!

16:48 horas y se viene el “bajón”, como era de esperarse. Afortunadamente los locales ya están preparados para atender a los visitantes con los más variados platos. El que más se vende lejos es el pescado frito con ensalada a la chilena, le sigue de cerca las empanadas de mariscos, y el pollito asado con papas fritas por $1.200.

Los más contentos con estos hambrientos pasajeros, son los dueños de los locales de la Costanera. "Los esperamos todos los años, no se vende tanto pero tenemos la obligación de esperarlos. Si cerramos los negocios: dónde comerían, dónde entrarían al baño", dice la señora "Choly", quien le da el nombre al restaurante.

Ese es otro de los negocios del evento: $200 la entrada a los baños en los restaurantes, para la gente más escrupulosa; están los de 'gamba', más sucios pero que a esa altura no importa, y los de $0, detrás de cualquier poste de luz, paredes, basureros, y el que algunos consideran como el más especial de todos: orinar en la playa, haciendo figuras en la arena, a pleno día y teniendo cuidado con que el viento no vuelva en su contra el amarillento líquido.

Para la señora Choly, que ya ha visto numerosos paseos estudiantiles, "lo bueno es que son estudiantes, y que van a ser el futuro de mañana, y lo malo es que toman tanto los chiquillos y se les pierden sus cositas con las que estudian", se lamenta la Sra. Choly. Mochilas y cuadernos van quedando olvidados en algún rincón de la playa.

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