Kramer se consagra en Viña del Mar con una rutina delirante


Viernes 22 de Febrero de 2008 
01:41:04
Leonardo Núñez, enviado especial a Viña del Mar

VIÑA DEL MAR.- Fue un show sin pausas. Delirante. Para matarse de la risa. Cuando llevaba sólo diez minutos de rutina, Stefan Kramer ya tenía a la Quinta Vergara en el bolsillo.

Cada una de las imitaciones del comediante era seguida por una sinfonía de risas, con el público participando activamente de su propuesta humorística.

Ante la dificultad de maquillarse en vivo, Kramer optó por presentarse como un hombre que sufre de múltiples personalidades -las que eran un complicación para él y no para su esposa-, y que fue desarrollando sobre el escenario, con el acompañamiento justo de videos y de músicos en vivo. 

Partió jugando con el optimismo desmesurado de Rafael Araneda, para luego descolgarse por los personajes más disímiles. De uno en uno fueron pasando Nicolás Massú, Sebastián Piñera, Horacio de la Peña, Diana Bolocco y Sergio Lagos, hasta completar 33 imitaciones.

La del precandidato presidencial de Renovación Nacional fue una de las más celebradas. Caracterizado con el peinado, la camisa, corbata y sonrisa eterna del político, hacía sus propuestas. "Si no me da su voto, no se preocupe. Yo se lo compro", decía. Y a sus ayudantes los trataba de "dígame, señor mano de obra", o "dígame, señor asalariado (...) Soy de bracitos cortos, pero agarro harto".

Imitación que remató con una llamada de celular del Negro Piñera, que desperado le reclamaba a su hermano: "Papurri, no me hay depositao".

Otro punto alto estuvo con Massú, que jugó un partido ficticio con Roger Federer. Corriendo de una esquina a otra del escenario, el tenista se esforzaba por responder los pelotazos imposibles del suizo, pidiendo toallas y reclamándole a su mamá, "La tía" Sonia: "Déjame tranquilo, si ya soy grande".

Pero su presentación no sólo se trató de un show basado en las imitaciones, como tiene acostumbrado el comediante a quienes lo siguen por TV. El público conoció en toda su dimensión a un Kramer que también baila, canta y que maneja con habilidad el humor absurdo.

Fue un show completo, que tuvo los premios merecidos para un comediante que anoche se consagró en el escenario más difícil para los humoristas nacionales. El público exigió antorcha (de oro y plata) y gaviota para Kramer, al que despidió con una ovación, sin pedirle que recordara al fallecido Julio Martínez. A esa altura, ya no era necesario.

Foto: Cristian Carvallo, El Mercurio

Kramer como Lindorfo Jiménez.



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