Gabriel (primero en la foto) estuvo seis meses sin jugar tras operarse de un tumor en el corazón.
Club Saprissa
SANTIAGO.- El pasado domingo la muerte del ex futbolista costarricense y mundialista en Alemania 2006, Gabriel Badilla, conmocionó al mundo.
El ex defensa, de 32 años, falleció a causa de un paro cardíaco cuando corría el maratón de Lindora y sólo le quedaban metros para llegar al final de la prueba.
El ex jugador se desvaneció provocando la preocupación de los participantes y asistentes, quienes de inmediato se acercaron a socorrerlo. Sin embargo, la ayuda médica demoró en llegar.
Según sus familiares, de haber llegado antes la ambulancia, quizás, su historia hubiese sido distinta.
"Esto es increíble, estuvimos más de 20 minutos esperando por la llegada del vehículo de emergencia. Esto no puede pasar", relató una corredora.
"Estábamos en la meta, ni siquiera a la mitad de la carrera, y no había quien asistiera a las personas que llegaban descompuestas", agregó.
El drama continuó para su familia, pues su esposa e hijas se encontraban en Alemania al momento de la muerte del ex futbolista.
"Este es el peor día de mi vida. Mis hijas aún no saben nada", contaba antes de viajar a su país. agregando otro difícil capítulo a esta historia.
Otro duro momento
La vida del ex seleccionado de Costa Rica estuvo marcada por duros momentos. Años atrás tuvo que lidiar con un tumor en el corazón que lo obligó a dejar el fútbol por un tiempo.
Badilla fue operado en 2013 y si bien se pensó en una larga recuperación, finalmente el ex defensa volvió luego de seis meses para seguir vistiendo la camiseta del Deportivo Saprissa.
"Estoy seguro que lo mejor está por venir. Esta es sin duda la prueba más dura por la que he pasado en mi vida", decía por ese entonces.
Luego de jugar tres años más en el profesionalismo, Badilla decidió retirarse en junio pasado con sólo 32 años. Su determinación pasó por estar más tiempo con su familia, algo que él consideraba una deuda pendiente debido a su carrera profesional. Sin embargo, el destino le tenía deparado un triste final.
