Después de compartir espacios –durante sus trayectorias– en Concepción, Viña del Mar, Trento (Italia) y en Saint Maur (Francia), Jaime Cruz y Teresa Razeto llegan al Museo Nacional de Bellas Artes con una selección de sus respectivas obras.
El montaje metaforiza ese punto de unión en una rotonda del primer piso (Ala Norte) donde se instaló una prensa de trabajo y varias matrices. Es la puesta en escena del taller de impresión de los grabadores, el lugar donde se cruzan las respectivas salas. Hacia un lado, 69 piezas en aguafuerte y aguatinta enseñan cómo Razeto ha abordado –esta última década– el tema de la mujer y su entorno urbano cotidiano. Mientras que, hacia el otro sector, Cruz presenta 40 grabados en aguafuerte y carborundo, donde insiste en el tema de la mutación y en buscar la esencia de las formas.
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