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La ciudad creativa de Chile: Frutillar y el ingenio como motor para el desarrollo

Hace ocho meses fue nombrada Ciudad Creativa de la Música por la Unesco. La zona se hace cargo del título, implementando soluciones innovadoras en ámbitos como la educación y el urbanismo.

18 de Junio de 2018 | 07:05 | Por Constanza Troncoso M., Emol.
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Auditorio de Teatro del Lago, con vista al lago Llanquihue.

El Mercurio (Archivo)
FRUTILLAR.- Hasta hace pocas horas, se celebraba en Polonia la reunión anual de la Red de Ciudades Creativas de la Unesco. Allí se encontraron para compartir experiencias, autoridades y gestores culturales de ciudades como Liverpool, Bologna, Sevilla y Medellín, todas urbes que se han desarrollado económica y socialmente a través de las industrias culturales. Entre los 300 convocados, tres chilenos se hicieron presentes en representación de la ciudad de Frutillar.

La localidad a orillas del lago Llanquihue ganó este reconocimiento en octubre de 2017. Pero, ¿qué significa ser una "ciudad creativa"? La respuesta más rápida vincula el nombramiento con la tradición artística de la zona, donde hace más de 50 años se celebran las Semanas Musicales, uno de los encuentros más relevantes de música clásica en el cono sur. El espíritu artístico de la ciudad se vigorizó con la llegada del Teatro del Lago, inaugurado en 2010.

"La creatividad es un elemento permanente en el quehacer de la Fundación y el Teatro del Lago. Es parte de nuestro ADN", asegura Nicola Schiess, la fundadora del recinto cultural. "Incluso antes de que el teatro estuviera terminado, debimos enfrentar situaciones desafiantes, como realizar el primer camping musical sin tener aún infraestructura terminada", recuerda.

Teatro del Lago en construcción en 2004 y la estructura finalizada, en la actualidad. Crédito: Archivo El Mercurio.

Schiess también tuvo que enfrentarse al desafío de establecer un equipo que, conformado por vecinos frutillarinos, pudiera encargarse del funcionamiento de un centro cultural de gran envergadura. "De entre los propios carpinteros, electricistas y técnicos de la obra gruesa, formamos el grupo de trabajo que hasta hoy nos acompaña y hace posible la operación del teatro", sostiene.

En tanto, Fernando Ortúzar, el director ejecutivo de la Fundación Teatro del Lago, asegura que una de las soluciones más ingeniosas ha sido incorporar un programa educativo dentro del mismo teatro, que se extiende a un recinto anexo llamado Casa Richter. "Casi no hay frutillarino que no se haya subido a un escenario", dice Ortúzar, destacando que durante estos siete años, cerca de 145 mil personas han podido capacitarse en sus cursos y "presentarse como un artista más".

Incluso, señala que los mismos trabajadores del teatro se han motivado a participar de estas actividades. "Cuando llegué me preguntaron ¿y tú, qué vas a hacer?", cuenta, señalando que sin ninguna experiencia previa, se animó a incorporarse al coro de adultos. "Actualmente, un grupo de más de 30 personas del equipo del teatro estamos trabajando en el desarrollo de un musical que será estrenado en 2019", adelanta.

Escuela de las Artes Casa Richter de Teatro del Lago. Cuenta con educación instrumental, ballet y canto, entre otras. Crédito: Archivo El Mercurio.

Del arte a la educación y el urbanismo creativos


Entre las ciudades del sur de Chile en vías de desarrollo, el caso de Puerto Varas es emblemático. Durante los últimos 20 años duplicó explosivamente su población, lo que trajo consigo problemas de tránsito y de contaminación de las aguas. Los expertos señalan que para evitar estos inconvenientes, es de suma importancia la planificación urbana.

En Frutillar, para adelantarse a estos eventos, un grupo multidisciplinario creó la Fundación Plades, plan para desarrollo sustentable de Frutillar. "Lo que nos preocupa es que el crecimiento humano no nos pille desprevenidos", explica Tomás Cortese, director ejecutivo de Plades.

Esta es una iniciativa público-privada, es decir, que trabaja en conjunto con la Municipalidad de Frutillar. "Es importante que este reconocimiento de la Unesco sea un incentivo para que pensemos todos los problemas de la ciudad creativamente, no es solo un tema de la música y las artes, sino de todos los aspectos que componen a la ciudad", sostiene Cortese.

Cortese cuenta que para iniciar sus labores pidieron a los frutillarinos participar en una elección para definir cuáles eran sus prioridades, en cuanto a inversión municipal. El terminal de buses, la costanera y las áreas verdes fueron los más urgentes por mejorar, según los vecinos. Cortese agrega un objetivo más: "la total integración entre Frutillar alto y Frutillar bajo". "Actualmente trabajamos en el Parque Richter, que es muy deseado por toda la comunidad y además, en mejorar el estándar de la calle comercial Cristino Winkler, donde todos los vecinos van a hacer sus compras por lo menos una vez a la semana", agrega.

Frutillar alto, principalmente residencial y Frutillar bajo, más turístico. Uno de los objetivos centrales de Plades es lograr la integración total de ambos sectores. Crédito: Archivo El Mercurio.

Otro ámbito donde la innovación es clave pero poco usual, es el de la educación. Desde 2014 funciona en Frutillar el Colegio Kopernikus, que por ser impulsado por la misma Nicola Schiess, tiene una estrecha relación con el Teatro del Lago. Precisamente, en su plan educativo, el arte y la cultura son centrales para el proceso pedagógico. Pero eso no es todo.

Las paredes que separan las salas, son transparentes. Dentro de las aulas, se busca derribar el mito de que la segregación por edades es beneficiosa para el aprendizaje, y las clases se dictan con alumnos de tres niveles distintos a la vez. De esta manera, se genera un doble aprendizaje, pues los más jóvenes pueden consultar sus dudas con sus compañeros más avanzados y ellos, al mismo tiempo, fortalecerán sus conocimientos al explicárselos a otros.

Estas, y otras metodologías que se aplican en Kopernikus, responden al método alemán Jenaplan, que considera como habilidades esenciales para el aprendizaje a la autonomía, la colaboración, y por supuesto, al espíritu creativo.

El colegio Kopernikus reúne en sus aulas a alumnos de tres generaciones distintas. Crédito: Cortesía.
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