Se sabía que la jornada de este domingo sería agitada en El Salvador. En sesión extraordinaria, la Asamblea Legislativa debía votar un crédito otorgado por el Banco Centroamericano de la Integración Económica (BCIE) para financiar un plan de seguridad contra las pandillas. Y el presidente, Nayib Bukele, ya había anunciado que ejercería toda la presión posible con tal de lograr su aprobación.
"Convoco al pueblo salvadoreño a presentarse a la Asamblea este domingo a las 3 de la tarde, a ser testigo de la sesión extraordinaria para la votación sobre el financiamiento de la Fase 3 del Plan Control Territorial, y darles a nuestros policías y soldados las condiciones que necesita", señaló el viernes el Mandatario, en una clara muestra de su polémico estilo de gobernar.
Si bien Bukele fue electo como representante de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), en sus ochos meses de mandato se ha ido distanciando del mundo político, dándole mayor énfasis a su cercanía con el pueblo y haciendo uso constante de las redes sociales. De hecho, él mismo se denominó como un presidente "millennial". Y hasta ahora, su método le ha dado resultado: más de un 70% del país lo apoya, según las últimas encuestas.
Lo de esta jornada también refleja su personalidad. Al llegar al Congreso, Bukele ingresó escoltado por policías y militares con armas largas, lo que fue interpretado como un gesto de amedrentamiento hacia los diputados. Luego, realizó una oración y le dio un plazo de siete días a los parlamentarios para aceptar el préstamo. La prensa local lo calificó como un llamado a la "insurrección".
"Yo les pido paciencia. Si estos sinvergüenzas no aprueban esta semana la Fase 3 del Plan Control Territorial, nos volvemos a convocar aquí el próximo domingo", indicó el Mandatario, en un discurso pronunciado ante las cientos de personas que se dirigieron hacia la Asamblea.
Sin embargo, su llamado a manifestarse frente al Congreso -donde incluso participaron agentes de las fuerzas de seguridad- fue asumido como una amenaza por parte de sus principales opositores (Arena y FMLN), quienes denunciaron un "autogolpe" presuntamente orquestado por el presidente.
Debido a esto, sólo una veintena de los 84 diputados con los que cuenta la Asamblea llegaron a la sala, obligando a aplazar la sesión a la que él mismo convocó.
Su llegada al poder
Bukele alcanzó la presidencia en junio tras una campaña cargada de promesas y en medio la profunda crisis política que envuelve a El Salvador. Su llegada al Palacio Nacional significó el fin de 30 años de bipartidismo, y junto con él arribó la esperanza de miles de salvadoreños que sueñan con acabar con la violencia y la corrupción.
Es más, una de sus propuestas es instalar una organización similar a la Comisión Internacional contra la Corrupción -que existe en Guatemala-, cuyo fin es detener a los acusados de estos casos en el país.
Pese a esto, Bukele no es nuevo en el mundo de la política. Antes de ser candidato presidencial había sido alcalde de Nuevo Cuscatlán como parte del FMLN en 2012 y, posteriormente, ellos mismos lo propusieron para ser alcalde de la capital salvadoreña, San Salvador, en 2015.
Eso sí, debido a un conflicto interno, Bukele fue expulsado. Por lo que se menciona, una concejal lo denunció por violencia machista en 2017. En ese entonces se le acusó de haberle lanzado una manzana y de gritarle "bruja" en una reunión.
Ya lejos del FMLN, Bukele se unió al partido Nuevas Ideas, pero tuvo que enfrentarse a otro problema: el movimiento no se pudo inscribir de forma oficial, por lo que incluso estuvo en duda su candidatura a la presidencia.
Sin embargo, a última hora logró recurrir a la conservadora GANA (Gran Alianza por la Unidad Nacional), con la que finalmente consiguió hacerse con el sillón presidencial.
