SANTIAGO.- Lo único que le parecía extraño a Loreto (39) de su hijo Víctor era que sus juguetes siempre estaban en el mismo lugar. Las figuras de acción, los autos, las pistas de carrera. El primer juguete con el que jugó mucho fue una muñeca que se le quedó a su mejor amiga del jardín. La vestía, le daba de comer.
Ese mismo año, alertados por la tía del jardín, los padres acudieron a una psicóloga, después a otra y luego a un endocrinólogo pediátrico. Le diagnosticaron disforia de género y entonces Loreto entendió que su hijo no quería seguir siendo Víctor, y le preguntó cómo quería llamarse. La respuesta fue Valentina.
La transición comenzó en la intimidad del hogar y los familiares cercanos, pero cuando estaba en primero básico en un colegio católico de Ñuñoa, fue necesario transparentar la situación a sus profesores, compañeros y apoderados. Entonces fue cuando empezaron los problemas: a pesar de que el colegio les dio su apoyo, la decisión generó resistencia en los demás padres, que incluso dicen haber recurrido al Vaticano. Un día Loreto se encontró con una página de Facebook con la foto de su hija.
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Sábado".
