EMOLTV

Vecina de casona desalojada que organizó ayuda para niños y mujeres migrantes: "Me movió la injusticia cometida"

Uno de los afectados trabaja en la casa de Valeska Aguilar, y así fue como terminó por acercarse a todos los habitantes.

12 de Julio de 2018 | 19:05 | Por Consuelo Ferrer Durán, Emol
imagen
El Mercurio (archivo)
SANTIAGO.- De tanto moverse entre la casona arrasada por el fuego en mayo pasado y su propia casa, Valeska Aguilar (52) terminó por memorizar la distancia que separaba ambos lugares: cien pasos exactos. "Por eso sé todo, porque si llegaba una visita que ellos no conocían me iban a buscar. Por eso sé que jamás hicieron un operativo de salud, ni llevaron la ayuda que dicen que les dieron", empieza a relatar.

De la estructura, que quedó parcialmente quemada luego de un incendio que generó una orden de desalojo, ayer fueron evacuadas las últimas cinco de las 42 familias que vivían allí, en un 90% de origen haitiano. Entre los 150 habitantes del inmueble se encontraba Junior, un joven que trabaja en su casa. El hijo que el migrante espera junto a su pareja será su ahijado.

Fue debido a esa cercanía que alzó la voz durante el desalojo, acaparando miradas: "Migrar en un derecho humano: todos tenemos derecho a migrar, pero las condiciones que se dan son inhumanas. Aprendamos como nación que las personas que migran a nuestro país, lo hacen porque les ofrece oportunidades que en su país no están", dijo.

La mujer hizo una crítica destemplada al actuar de las autoridades locales, a quienes les pidió que "no solo escriban en los papeles lo que debiera funcionar y debiese ser". "No queremos que la municipalidad sea un papá y les solucione los problemas: queremos que funcione. Eso es lo que pedimos: que la gente no sea abusada, que no sea discriminada y que sea valorada por lo que son: personas", añadió.

Un día después del hecho, se toma un minuto para repasar lo que fueron los últimos dos meses. "Ya me rendí", dice con tono resignado a Emol. "Ahora hay que luchar por los lados y, en la medida de los recursos que uno pueda tener, ayudar a las personas que pueda".

El incendio


Cuando el fuego empezó, Aguilar no estaba en Santiago. Fue su esposo quien avanzó el centenar de pasos y le contó lo que estaba viendo. Eran cerca de las 5 de la mañana. "Vale, esto es una guerra", le dijo. Ahora recuerda ese momento: "Esa injusticia yo nunca la había visto tan de cerca".

—¿Cómo cambió la vida en la casona después del incendio?

—Eso es lo increíble: estaban sin luz y con una parte de agua, pero lo más triste es que antes del incendio no eran mucho mejores las condiciones. Ellos no viven gratis, ellos dejan de comer para pagar su arriendo. Eran 42 piezas y no había ninguna que no se pagara. Y hacia donde se fueron, donde los precios fueron más abusivos, es peor. Las condiciones que se les dan.. Si bien es cierto que no hay leyes que puedan castigar eso, el alcalde tiene la autoridad para por lo menos fiscalizar. Sí existen las multas, hay faltas a la ley que la municipalidad puede gestionar y hacerlas norma en su comuna.

En el desalojo hablaste de la existencia de irregularidades en el proceso…

—Hubo una parte de la casa que no se quemó, pero después del incendio sacaron a las personas. Ellos son muy cuidadosos, porque no tienen sistema bancario, por lo tanto no tienen su plata en el banco. Todos dejaron sus puertas con candados. Cuando volvieron, muchas piezas estaban abiertas. Les robaron plata, celulares, y como hablan poco castellano, cuando dejaron constancia pusieron que a raíz del incendio perdieron el dinero y los celulares. La declaración está hecha de tal forma que es imposible que se acuse a nadie. Nadie responde por eso, nadie fiscaliza.

Te involucraste mucho con el caso y con los habitantes de la casona

—Jamás me había acercado ni había estado con haitianos de tan cerca, ni había vivido en forma tan cercana. A mí me duele que la gente sea vulnerada, que no les interese su integridad, que cualquiera les diga "negro, sal de aquí" y que ninguna autoridad le ponga un límite a eso, porque está casi que permitido. Me duele tener que mendigar por una caja de mercadería, que más encima las cobran a precio de oro y viene con los peores productos, casi incomibles, que se los comen sólo las personas que tienen mucha necesidad. A mí el trato de la municipalidad me decepcionó absolutamente.

¿Por qué?

—La humillación que vivieron, la desigualdad, el tener reclamar un derecho adquirido... Se habla de migrantes y los niños que nacieron aquí son chilenos. Yo no tengo nada que ganar ni que perder, nada que justifique mi actuar en esa casa. Sólo me movió la injusticia cometida por las personas de la municipalidad. Al alcalde nunca lo vimos y los funcionarios que venían no hicieron su pega. Fueron prepotentes, trataron mal a las personas. No hay ley que permita sancionar el tema de los subarriendos, pero el alcalde sí puede fiscalizar.

¿Cuál es el trabajo que le gustaría que se hiciera con los migrantes?

—Sólo queremos que ellos tengan herramientas firmes para salir adelante. Todos tenemos familiares, amigos o conocidos que han migrado, y queremos que esa persona tenga sus derechos en el lugar donde va. No nos asusta cuando entran a la universidad, ni cuando usan el sistema de salud.

"Pensé que esto iba a servir de emblema"


En el barrio se habla de ti por algunas iniciativas que pusiste en marcha. ¿Cuál fue el trabajo que realizaste con los niños de la casona?

—Me los traje a mi casa, porque tocó tiempo demasiado helado y ellos estaban todo el día en la calle. Los traje para que se ducharan, comieran y estuvieran distraídos. Encontraba injusto que se levantaran y hubiera un abogado paseándose, diciéndoles que se tenían que ir, lo encontraba casi macabro. Acá alguien me ayudaba a preparar almuerzo, a tener la ropa limpia.

¿Por qué decidiste hacerlo?

—Tengo un hijo de cuatro años que es muy regalón y para él buscamos todos los bienestares de la vida. Si quiero eso para mis hijos, mi humanidad me dice que debo quererlo para todos los niños. Ahí es donde me preguntaba: ¿No habrá un programa municipal que nos facilite una cancha? Que la presten excepcionalmente, un par de horas, nosotros podríamos encargarnos de organizar actividades, pero que nos dieran un espacio que pudiéramos usar para ellos. Pero eso no ocurrió.

El día del desalojo criticaste el contingente policial, diciendo que "el Paseo Ahumada está lleno de delincuentes, aquí no hay ninguno"

—Los camiones que se usaron para transportarlos eran prácticamente de la basura. Eso no es lo que yo quiero, yo los conozco a todos. Ahí ponían sus camas, donde ellos duermen, donde duermen sus guaguas. Sus colchones, por muy viejos o nuevos que sean, son sus camas. Ese pensamiento es el que no entiendo.

aquí no hay ninguno. Este contingente (policial) que hay no es necesario, aquí hay personas y no deben ser vulneradas de esta manera"

Valeska Aguilar en el desalojo: "El Paseo Ahumada está lleno de delincuentes
También organizaste algunas actividades para mujeres

—Había algunas muy tristes, muy deprimidas, sobre todo después de ser mamás. Mi hermana es trabajadora social y trajo un grupo de psicólogos para ayudarlas. Tratamos de hacer actividades y eso, verlas reírse, fue muy reconfortante. Nos movimos en redes y pudimos sacar en limpio muchas cosas buenas.

¿Con qué sensación te quedas?

—Yo pensé que esto iba a servir de emblema nacional del trato hacia las personas migrantes y a las personas en general. Aquí hay abuso no solo con los ellos: también con chilenos de fuera de Santiago que pagan por piezas y no se regula. No hay ley que permita sancionar con cárcel. Pero ya se acabó. Fue un proceso que era necesario que se acabara para que partiéramos de cero, y pudiéramos reconocer: "Esto es lo que se vive en Chile. Así hay que vivir".
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?