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“Nunca sentí el deber ser”

14 de Febrero de 2005 | 13:05 |
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Hijo de un ícono de la Falange Nacional, Claudio Orrego Vicuña, le fue imposible abstraerse a la carga de ese apellido. Su padre murió a los 42 años, cuando él era adolescente. Pero los recuerdos están vívidos y los años los han acrecentado debido a la admiración generalizada que ronda la imagen de su progenitor.

Reconoce que su influencia siempre la sintió, tanto que cuando dio señas de querer seguir la misma carrera -historiador y sociólogo- su abuela lo amenazó con castigarlo de por vida y quitarle el gusto de paladear sus sabrosos postres con merengue.

-¿Qué significó ser hijo de?
“Un tremendo orgullo. Admiro profundamente a mi padre por lo que hizo, por lo que pensó, por como vivió y luchó.
“Claramente me marcó; vivo encontrándome con gente que lo conoció y reconocen su don de la amistad. Él tenía capacidad para celebrar la vida, era un gozador, creía en la institución del compadrazgo, tenía una alegría vital. También me marcó su coherencia y sencillez; pudo haber sido tan aristocrático como toda mi familia y todavía recuerdo su Citroneta y sus mismos ternos”.

La admiración política también le aflora. Las ideas de Orrego Vicuña, plasmadas en cientos y miles de documentos y cartas fueron un imán para el actual alcalde, tanto que el examen de grado no lo pudo estudiar en su escritorio, porque terminaba hojeando sus libros. “Su tolerancia era otra de sus características; siempre me admiró que alguien pudiera defender lo que pensaba con tanta pasión y nunca perder la amistad”, agrega.

-¿Algo de esa historia te pesa?¿
“Nada de lo que te he mencionado. Sí siento la responsabilidad de su legado, que no tiene que ver con compararme con él. La vara es alta, porque era una persona muy integral.
“Lo que sí me pesa un poco es no tener su capacidad titánica de escribir. Yo tengo 38 años y no escrito ni un libro en mi vida; él, a los 42, había escrito 30”.

-¿No te sentiste obligado a repetir sus pasos?
“Yo tuve un camino por delante que era el mío. Ya en el colegio, era profundamente feliz con lo que hacía. Para mí siempre el alma ha sido un buen termómetro para saber cuán feliz eres. Nunca sentí el deber ser.
“Me metí en todo lo que quise, hice talleres de teatro, de literatura y esto, lo que hago, era lo que me gustaba. Han pasado los años y he vuelto a lo que me apasiona. Esto no es una carga heredada; sí lo es en cuanto a que a través de mi padre descubrí el servicio público, pero no es un mandato que tengo que cumplir a pesar de mí mismo”.

La carrera de Claudio Orrego, el edil, comprende varios episodios duros. En una interna DC perdió la posibilidad de ser candidato a diputado por La Reina- Peñalolén frente a su camarada Jocelyn Holt, quien lo acusó de ser “un elefante en una cristalería”. Otro fue su sorpresiva salida del equipo de ministros de Lagos antes de cumplir un año en el cargo y en solitario, sin que el cambio de gabinete abarcara a más personeros.

-¿Qué fue más doloroso?
“Sin duda, el segundo. Lo primero fue una escaramuza que perdí por astillas del propio palo, pero lo profundamente doloroso fue salir del gabinete cuando estaba trabajando a mil, creyendo que lo estaba haciendo bien. La forma dio paso a la sospecha, que algunos pensaran algo tiene que haber hecho, dónde habrá metido las manos”.
“Lo único que uno le puede traspasar a los hijos es la honorabilidad –reflexiona- y por eso, soy un mono porfiado y estaba a los dos meses de pie, dándole”.

-Después de dejar el ministerio te fuiste a la empresa privada, ¿por qué no te quedaste ahí?
“Porque la vida es una sola y uno tiene que hacer lo que de verdad le llena el corazón. Si bien fue una experiencia gratificante en lo profesional y humano, hice negocios por América Latina; había algo vital mío que no estaba ahí. Siempre me he dado al cien por ciento”.


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