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Su pelea contra la desafección de los chilenos

Puede llegar a ser una pulga en el oído. Tiene energías suficientes como para trabajar por Soledad Alvear y además, sacudir a los santiaguinos y enrostrarles actitudes que agudizan la desintegración social.

25 de Agosto de 2005 | 10:14 |
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Vibra, vibra con todas las cosas que hace en el día y se le nota. El entusiasmo que desborda desde la Fundación Futuro la sobrepasa, pero aún así tiene tiempo para emprender nuevos desafíos.

Magdalena Piñera Echenique, “Pichita” para todo el mundo, está embarcada ahora en la creación de un comando de independientes por la candidatura de Soledad Alvear. Aun así, sigue de cerca cada uno de los programas de la fundación destinados a conectar a los niños con la ciudad, el patrimonio cultural y el arte.

Historiadora, está marcada por el sello de los Piñera Echenique. Al igual que sus otros mediáticos hermanos no puede evitar conversar e ilustrar sus palabras con cientos de anécdotas e historias. Puede relatar con precisión el origen de nombres de calles, iglesias o plazas y se nota que le gusta.

Como directora ejecutiva de la Fundación creada por su hermano Sebastián hace 12 años, está al tanto de los estudios de opinión que allí se realizan, entre ellos las polémicas encuestas políticas que cada cierto tiempo el ex senador da a conocer: Pero la verdad es que también le toman el pulso a los chilenos en muchos otros temas, especialmente, culturales.

Eso ha servido de base para diseñar los siete programas educativos que ofrecen gratuitamente a los colegios municipalizados y que promueven el descubrimiento de Santiago. “Hacemos una discriminación positiva”, afirma, aunque aclara que a los establecimientos particulares les dan apoyo logístico.

Tiene una mirada positiva frente al olvido que la ciudad ha sufrido de manos de sus habitantes. Reconoce que los chilenos no aprecian su historia, pero asegura que “Chile está menos enfermo, en este sentido, que antes”.

“Hay muchos comprometidos con esta necesidad vital de que los niños se vinculen con su propio espacio, directo, personal, antes de salir a conocer el mundo”, dice.

-¿Cómo explicas esta desafección creciente de los chilenos con lo suyo?
“Santiago ha sufrido una explosión demográfica, la ciudad ha crecido enormemente y ha aumentado la población. Esto ha hecho que el niño de La Pintana asiste a la escuela cercana a su casa, va al consultorio cercano a su casa y ese es su mundo y por eso, no ha estado nunca en el centro histórico, en la Plaza de Armas, en La Moneda. Pasa lo mismo con el niño de Las Condes.
“Además, tenemos una elite que, de alguna manera, quizás inconscientemente, nos tira para abajo nuestra ciudad y el valor de lo nuestro. Cuando salen al extranjero dejan los pies en la calle recorriendo París, Roma o Buenos Aires, pero no hacen esa valorización de Santiago”.

-¿Qué está fallando?
“Varias cosas. De niña, aunque vivía en Las Condes, iba al centro por obligación porque tenía que ir al dentista o sacar carnet de identidad; mi mamá iba al centro a comprar botones. En cambio, hoy cada niño hace su vida en el mall”.

-Esa es una explicación de tipo urbanística, por decirlo de alguna manera. Pero ¿qué pasa con los padres que no promueven el conocimiento?
“Los padres, en general, porque hay notables excepciones, valorizan poco la ciudad por chica que sea; en la ciudad se es ciudadano. Las encuestas no dicen que la recreación se entiende sólo como deporte y nosotros creemos que también es conocer lo nuestro, por eso invitamos a los padres a que recorran un lugar histórico… no todos los domingos (golpea las sílabas para dar la imagen de una obligación), si no que de vez en cuando. Cada uno verá como se acomoda los zapatos, pero si se va a misa, por qué no elegir iglesias del centro”.

-¿Es una muestra de que los valores han cambiado?
“No me atrevería a afirmarlo. Es cierto que en la sociedad contemporánea hay una valorización excesiva de la globalización y que la tecnología nos permite hacer un clic en el computador y se ingresa al museo de Louvre. Todo eso está bien y cerrar las puertas a un mundo que es globalizado es simplemente una utopía, pero, por lo mismo, más que nunca debiéramos reforzar lo nuestro.
“Nuestra frase puede sonar cliché, pero es muy cierta: lo que no conozco no lo puedo querer y lo que no quiero, no cuido”.

-Puede ser que un padre de La Pintana tenga como preocupación proveer para su casa, pero no es el caso de uno de Las Condes. Hablas de la elite, ¿cuál es su responsabilidad en la desvalorización que se observa?
“No soy nadie para apuntar con el dedo, pero creo que nos cabe alguna. Nos cabe hacernos responsables que lo nuestro son nuestras raíces y que hay que reconocerlas”.

Con ese entusiasmo que la invade insiste en que las cosas están cambiando, que en los programas de los colegios se considera la valoración del patrimonio cultural y que por eso, los proyectos que consideran recorridos en bus o metro por la capital y que ofrece la fundación, están copados.

“Buscamos dar una mirada integral”, asegura. Y con esa mirada aborda diferentes fenómenos sociales como el hecho de que los jóvenes no están inscritos en los registros electorales; intenta una explicación señalando que quizás una de las razones de eso es que nunca han estado “parados frente a La Moneda y ver desde donde se gobierna el país”.

-¿Todo esto (la desvalorización) puede ser reflejo de algo más profundo? ¿Puede ser reflejo de la desintegración social?
“Eso es una realidad. En la película “Machuca” se nos muestra que un niño del barrio alto establece una amistad con uno de un sector popular y que lo visita en bicicleta. Eso es imposible de practicar hoy, no es posible recorrer Santiago en bicicleta desde el sector oriente al poniente.
“Nosotros hemos mapeado los datos del Censo y hemos podido graficar donde se encuentran distintos grupos: la etnia mapuche en la zona sur, los católicos en la zona oriente y así”.

-¿Cuáles son los riesgos de esta disgregación?
“Una explosión, ni más ni menos”.

-¿Violencia?
“La violencia es multicasual, pero en alguna medida es no conocer al otro, no mirarlo cara a cara”.

-¿La inseguridad ha acelerado este proceso?
“Es verdad que hay más delincuencia, negarlo sería tapar el sol con un dedo, pero ello no nos puede marginar de usar nuestra ciudad como un espacio recreativo. En un recorrido que hicimos en el bus la directora del colegio despidió a las niñas diciéndoles cuídense, no les vayan a robar. ¿Qué les iban a robar si iban sin mochila? Por qué no decirle mejor gocen la ciudad.

Para revertir lo anterior propone que el centro de Santiago “se convierta en el espacio donde nos encontremos todos”. Y da un consejo básico que se puede practicar con facilidad: recorrer todos los días un camino distinto para llegar a la casa, a la universidad, a la oficina y observe los cambios que se registran.

“Sería bueno que aprendiéramos a recrearnos con más creatividad. La recreación está como formalizada, ir al cine. Por qué no buscar entretenernos con cosas más sencillas como ir a un café en el centro o visitar algunos de los lugares que aparecen en el libro “Santiago Bizarro”, de Sergio Paz, que es un buen aporte para mirar la ciudad”, continúa.

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