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Días nublados junto a la chimenea

05 de Abril de 2005 | 12:54 |
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Las familias que generan vínculos y apegos son, a juicio de Paulo Egenau, las que sí son capaces de darse cuenta de cuál es el estado de desarrollo psicológico y emocional en que sus hijos están, respetando espacios de libertad.

“Son padres, dice, que por el vínculo de confianza que han generado, tienen la tranquilidad de conocer a sus hijos: qué están enfrentando, cuáles son sus dolores, incluso los dilemas que están resolviendo en el minuto”.

Esa es la única manera de prevenir: todos los días, sin que se note, con el abrazo, el gesto, la rutina de comer y hacer cosas juntos. “Cualquier otro intento comprado desde afuera, rapidito, no funciona”, asegura.

Su vida privada da cuenta de sus creencias, porque no todo es droga en la vida de este psicólogo. Casado hace 12 años con la productora de televisión Carolina Dell’Orto, tiene tres hijas, de 10, 8 y 5 años, “tres niñitas maravillosas”.

La pasión que demuestra al hablar del tema que domina desde todos los ámbitos, es aún más fuerte cuando se refiere a sus mujeres. Los ojos le brillan, la voz parece un ronroneo y, definitivamente, muestra otra faceta. Se nota que le gusta el contacto físico, el regaloneo y la complicidad con su familia.

No duda en comentar que participa en todas las actividades de las niñitas, desde que nacieron. “No he tenido ningún problema en mudarlas, bañarlas o hacer cualquier cosa que se necesite”.

-¿Eres un papá cooperador? Debieras serlo a propósito de todo lo que hemos hablado.
“Sin duda yo vengo de una historia de vida bastante machista, somos dos hombres mayores y dos hermanas mujeres menores, con una mirada como clásica, pero mi mujer es productora de canal 13 y, generalmente, llego antes que ella a la casa y soy de estar en todas. Acuesto, baño, seco pelo (hace gesto y ruido de secador de pelo en mano)”

-Supongo que la reflexión también es tema con las niñitas.
“Tengo unos espacios y unos vínculos distintos, desde la perspectiva que soy una persona mucho más desde la reflexión, desde la lectura, la música, el estudio. La Andrea es mucho más italiana, está de fiesta con las niñitas, pero estoy, estoy en todas. Y muy enamorado de mis hijas, son súper terapéuticas”.

-¿Cómo así?
“Cargo las pilas con ellas, en serio, una de las cosas que para mí es fundamental –sobre todo cuando estoy aproblemado, estresado, cansado- es tenerlas muy cerca físicamente. Me voy al segundo piso, al altillo, y esto de tenerlas encima, una mano por aquí, una pata por allá, a otra como acostada por aquí, es como si me enchufaran a la corriente, me sana, me hace muy bien.
“Soy súper besucón… ¡es una necesidad mía!

-¿Queda tiempo para hobbies?
“La música, como puedes ver (toda la entrevista transcurre con Bach de fondo), la lectura, el deporte –ciclismo, nadar-, la naturaleza… pensar. Para mí esto del cuestionarse es muy importante, me gusta encontrarme con gente así, con quienes poder darle vuelta a las cosas, ver otro lado. Lo que está pasando en el mundo me convoca, me interesa, me motiva”.

-¿Sólo música clásica?
“Soy bastante atípico para la música y fundamentalmente soy de música clásica; me gusta mucho el jazz y me quedé un poquito pegado en el rock clásico, del 60 al 70, pero me nutro especialmente de este tipo de música. Para mi Bach es un bálsamo, me acompaña en el vuelo de la lectura, en los sueños, en el vivir otras vidas a partir de la literatura”.

-¿Cuáles son esos mundos de la lectura?
“¡Uff! Últimamente he leído a Deszo Kosztolanyi, que es un autor ya fallecido. “Ana la dulce” y “Alondra”, son cosas de él. Isaac Bashevis Singer, un hombre importante, Premio Nobel, judío, con una serie de libros importantes a su haber. También Sandor Marai –“ El último encuentro”, “Divorcio en Budha”- , siempre estoy indagando un poco por fuera del mainstreame”.

Se declara un admirador del arte y de lo estético, especialmente por la influencia de su padre, pero no pinta ni esculpe como él; más bien le gusta la arquitectura, los jardines. “Tengo gran sintonía con el tema, porque lo viví toda mi vida, pero cero habilidad y cero añoranza por haberlo hecho”.

- ¿Existen deseos que no hayan cumplido?
“Estudiar filosofía en serio, tener tiempo para hacerlo. Es un tema pendiente. Ahí hay una cantidad extraordinaria de luces respecto de los dilemas de la existencia, tanto desde el individuo, como desde el colectivo. Es extraordinariamente importante y cada vez está siendo menos considerado por la sociedad”.

-¿Frustraciones?
“La muerte temprana de mi padre; el no haberlo tenido como artista y como creador, como escultor importante, por mucho más tiempo. Se fue teniendo una cantidad importantísima de legados que dejar. Hasta el último día, antes de morir de cáncer, estuvo dibujando y con una cantidad de proyectos y de sueños que para mí eran maravillosos. Era una máquina creativa.
Paralelamente a eso, desde una perspectiva más íntima, el haberlo tenido cuando nacieron mis hijas. Lo echo de menos, se fue muy temprano y de una manera dolorosa. Es uno de los grandes dolores y de las grandes frustraciones”.

Se reconoce de pocos amigos, aunque conoce mucha gente porque se desenvuelve en un mundo muy social. Además varios de ellos ya se han ido, porque eran de otra generación, como un tío al que quería entrañablemente. “Es uno de los temas en mi vida, soy una persona poco sociable, me gusta mucho estar solo. Me cuesta la intimidad, porque tengo que compartir ciertas visiones, perspectivas de vida. De repente, tímido también. Es otro tema en mi vida”, dice.

Aún así, le encanta juntarse a comer y explorar distintos sabores y texturas. Pocas son las cosas que no le gustan; las carnes no ocupan un lugar preponderante en su dieta, más bien los guisos de verduras y la comida italiana. “Me gusta el sentido estético de comer, lo nutritivo que puede ser para el alma, más que para el estómago.


-¿Vicio privado?
“La música y la lectura en un entorno estéticamente significativo y acogedor. Me gustan los días nublados, de lluvia. Cuando tengo unos días, vivo en un lugar muy agradable, esto de tener música, chimenea, libros es… es un estado que podría durar mucho tiempo. Con olores ricos – a café, a canela-, tiene que ver con la intimidad familiar, con una cosa de cercanía, muy primaria. Las cosas que pasan en la cocina, la luz de mis lámparas a parafina (tiene una gran colección y todas funcionan), Bach, las niñitas por ahí leyendo… se produce toda una cosa que te acoge”.
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