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Libertad de expresión

5 de marzo 2005. Ciclo de la psicóloga en revista "El Sábado".

03 de Agosto de 2005 | 10:12 |
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¿Se siente frecuentemente forzado a asumir las ideas de su media naranja a pesar de que íntimamente no las comparte? ¿Tiende a enojarse porque insiste en pedirle cosas que usted no se atreve a negarle? ¿Le es difícil expresar sus sentimientos abiertamente por temor a herirle? ¿Se guarda muchas veces sus opiniones con tal de evitar el conflicto?

Quizás usted es una persona poco asertiva y eso está deteriorando su vida de pareja. Por no atreverse a decir lo que realmente siente y piensa, anda cada día más frustrado, deprimido e irritable. De tanto tragarse lo que le pasa ya ni usted mismo sabe lo que quiere, y lo peor, es que por tratar de quedar bien lo único que ha logrado es quedar mal y sentirse pésimo.

Las personas poco asertivas generalmente ocultan lo que desean porque en el fondo se sienten culpables de sentir lo que sienten. Y para lograr genuinamente expresar necesidades es indispensable creer que se tiene el pleno derecho a tenerlas.

Por eso, si usted quiere aprender a expresarle a su pareja abierta y honestamente lo que le pasa, primero debe convencerse a sí mismo de que de verdad usted tiene el derecho a decidir sobre su vida.

Esto significa que tiene derecho a buscar sus propias metas y a establecer sus prioridades; el derecho a sus propios valores, opiniones, creencias y emociones, aunque éstos sean distintos a los de su cónyuge; el derecho a no tener que pasar justificando lo que legítimamente piensa; el derecho a comunicar cómo le gustaría ser tratado; el derecho de poder decir no, no me interesa, no quiero o no me gusta; el derecho a tomarse el tiempo necesario para formular las propias ideas antes de expresarlas; el derecho a pedir ayuda o información; el derecho a cambiar de opinión, a cometer errores y a actuar irracionalmente de vez en cuando; el derecho a quererse a sí mismo a pesar de no ser perfecto; y el derecho a establecer vínculos amorosos en los que sea posible expresarse libremente y con franqueza.

Si usted es de los que confunden prestar atención a sus deseos y necesidades con ser egoísta, debe entender que la asertividad es justamente el arte de hacer valer los propios derechos sin pasar a llevar los de los otros.

Se trata de ser honesto consigo mismo y con los demás, para no andar después resentido y cobrando cuentas pendientes en forma encubierta. A diferencia del egoísmo, que es destructivo y agresivo, ser asertivo requiere de serenidad y confianza tanto en sí mismo como en el ser amado. Expresarse directa y abiertamente contribuye a la salud mental disminuyendo la rabia y los malos entendidos.

No garantiza la felicidad ni implica obtener siempre lo que se quiere. Cuando se vive de a dos es imprescindible saber negociar y ceder. Pero la claridad permite relacionarse desde una posición de igualdad y mutuo respeto, con las cartas sobre la mesa. No sólo se sentirá mejor, sino que también evitará que su amor se vaya de a poco transformando en irritación y fastidio.

En vez de seguir atragantándose con lo que siente, le conviene aprender a manifestar sus necesidades sin rabia lo antes posible. Ahogar continuamente los propios sentimientos y puntos de vista es mal negocio: genera rencor, distancia y resentimiento.

Avísele a su amado que está tratando de ser directo y no de ganar una discusión, para así no desconcertarlo con sus cambios. Practique de a poco, buscando la consistencia entre el tono de voz y sus gestos. Module sus expresiones para no ser excesivo o abrupto. Se trata de evitar malentendidos y promover la cooperación, no de andar autoafirmándose a cada rato.

Cuando se está seguro de lo que se siente no es necesario ni quedarse callado ni hablar a gritos. Porque la libertad de expresión no está reñida con el amor; por el contrario, consiste precisamente en saber combinar la sinceridad con el tacto. Difícil, pero no imposible.


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