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Segunda vuelta

columna del 2 de abril de 2005 del ciclo de revista El Sábado.

15 de Junio de 2005 | 09:26 |
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Volver a emparejarse seriamente después de una separación matrimonial genera muchas ilusiones. Tantas, que a veces a las personas se les nubla la vista y no dimensionan la complejidad del compromiso que están asumiendo. Se olvidan que lo que están adquiriendo es un paquete completo, y que junto con la flamante nueva media naranja vienen incluidos hijos postizos y un ex cónyuge.

Emocionados de comenzar otra vez, no le toman realmente el peso al hecho que de un solo round se convertirán no sólo en consortes, sino también en progenitores de hijos ajenos, y en parientes obligados de otra familia que antecede a la nueva que están formando. Así de desafiante. Y de enredado.

El concepto de "rehacer la vida" tiende a confundir, pues lleva a creer que las familias anteriores de los nuevos cónyuges se deshicieron conjuntamente con sus matrimonios.

Cuesta entender que los que antes fueron esposos, aunque ahora vivan separados y no se entiendan, no se quieran o no se hablen, siguen, junto a sus hijos, formando un grupo familiar que coexiste con el recién formado, de modo que quienes viven esta situación pertenecen al mismo tiempo a dos o más familias, habitan en casas donde el numero de integrantes varía día a día debido al tránsito de niños de un domicilio a otro, y generalmente tienen fines de semana que les reportan más tensión que descanso.

Además, deben tomar a diario decisiones que involucran a más de un hogar y a hijos de distintos progenitores. Las familias de segunda vuelta, tienen la ardua tarea de crear una identidad y cultura familiar nueva mientras subsisten las anteriores.

Sus miembros deben enfrentar pérdidas, adaptarse al cambio, generar una alianza estable y sólida, hacer el duelo por los ideales de pareja no realizados, resolver discrepancias en costumbres y valores, compatibilizar la convivencia de niños en diferentes etapas del ciclo vital, enfrentar hábitos de disciplina, zanjar problemas de poder, dirimir conflictos de lealtades, hacer frente a las culpas que quedaron pendientes, establecer relaciones graduales con los hijos postizos sin forzar nada, y construir formas saludables de relacionarse con los ex cónyuges.

No es nada de fácil; por eso es mejor estar preparado. La integración de la nueva familia es una empresa que puede tomar años y requiere de paciencia y convicción. Los nuevos cónyuges deben confrontar y conciliar sus creencias sobre lo que una pareja y una familia deben ser, para así no replicar, inútil y artificialmente, modelos ya fracasados.

También deben tener presentes las diferencias que existen entre ellos, ya sea en la duración y experiencia del matrimonio anterior, en las edades y sexo de los hijos, o en el tiempo que alcanzaron a vivir con éstos sin hacer nueva pareja. Y aprender juntos a resolver conflictos, en el entendido que no cuentan, por lo menos al inicio, con la incondicionalidad que dan los lazos de sangre ni con la seguridad que dan los roles bien definidos.

La desinformación sobre lo que es deshacer un matrimonio y armar uno nuevo genera expectativas poco realistas que sólo llevan a la frustración y al desencanto. Por eso, si Ud. se encuentra en la segunda vuelta y de verdad quiere darse otra oportunidad en la vida, es importante que tome conciencia de la magnitud de la tarea que está emprendiendo.

Recuerde siempre que las familias ensambladas no son iguales a las biológicas, ni son una reencarnación mejorada de la de anterior, y que el amor de la reciente pareja no se extiende fácilmente al resto de la familia. La intención no es hacerlo desistir metiéndole miedo muy por el contrario, se trata de despejar mitos para ayudarlo a caminar con confianza por terrenos difíciles. El cariño, la voluntad y el humor harán el resto. Sobretodo el humor. ¡Buena suerte!




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