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Cuando las demandas tienen muchas edades

Resolver pataletas infantiles, tareas escolares y enojos adolescentes es agotador, pero posible, priorizando y negociando.

02 de Enero de 2006 | 16:01 |
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"La chica quiere jugar y la adolescente carretear. La menor pasa mala noche y además hay que ir a buscar a su hermana a una fiesta. Mi tercera hija es universitaria y más autónoma, pero igual exige mi atención. Lo bueno es que las mayores cuidan al conchito si salgo", dice la doctora Pía F. (43), sobre sus hijas de 3, 16 y 24 años.

Tener niños con edades tan distintas es complejo. Sus necesidades son diferentes e implican una crianza muy demandante.

"Partiendo de lo más simple, hay que cambiar el switch constantemente y eso agota. Con la menor, en prekinder, las tareas son recortar objetos; con las escolares es un trabajo de historia y con el mayor, en enseñanza media, un análisis de prensa comparada", grafica la publicista Ana G. (37) que tiene hijos de 4, 9, 10 y 15 años.

La situación no es inusual. "Algunos papás cuyos hijos crecen y ya no los necesitan tanto tienen otra guagua", dice la sicóloga infanto-juvenil Nadja Antonijevic. "Lo mismo pueden hacer quienes se reencuentran tras un distanciamiento o los que consiguen una nueva pareja tras una separación", agrega Mónica Rademacher, sicóloga y terapeuta familiar y de pareja.

Conciliar el trabajo con las disímiles necesidades afectivas, académicas, horarios y gustos de los hijos es difícil. Priorizar y estar atentos a sus requerimientos reales son claves para lograrlo.

La difícil competencia

Las diferentes necesidades se hacen más patentes en preescolares y adolescentes. Mientras el pequeño construye su mundo alrededor de la familia, el joven descubre su identidad fuera del núcleo, con sus amistades.
Tiempo para la pareja
El descanso y la recreación son al ser humano lo que la bencina es al auto. Aunque quiera seguir funcionando, sin pausas es imposible, dice Mónica Rademacher.

Los espacios de relajo además son propicios para un mayor acercamiento con los hijos.

También es vital destinar tiempo para estar a solas con el otro "ya que si la pareja no funciona, la familia tampoco", explica la sicóloga Nadja Antonijevic.
Muchos matrimonios creen que pasan mucho juntos porque están varias horas bajo el mismo techo. Pero para desarrollar su relación es necesario que estén tranquilos y que no ocupen ese tiempo hablando de las cuentas o los niños.

Por último, y aunque parezca un lujo entre las demandas infantiles y juveniles, es importante dejar un tiempo para sí mismo. "Puede ser algo tan sencillo como leer 15 minutos antes de dormir o tomarse un café con una amiga. Uno llega renovada, contenta y con más energía para compartir con los suyos", concluye Rademacher.

"Cuando los papás llegan y esos bracitos se tiran al cuello, el riesgo es dedicarse más a esa personita, en vez del otro que dice una pesadez. Pero el adolescente los necesita, aunque sea para pegar un portazo y reafirmar su identidad", explica Antonijevic.

Con los escolares lo académico toma tiempo. "En esta etapa el niño construye su autoestima basada en su autoimagen: puede ser el porro, el mateo o el deportista. Por eso hay que apoyarlo en sus procesos y darle autonomía paulatinamente", dice Rademacher.

Por su parte, los adultos jóvenes también requieren de apoyo en sus proyectos, como estudios, trabajo o elección de pareja.

Los hijos menores suelen ser criados más regalones que los mayores, lo que puede generar competencia entre los hermanos, advierte Antonijevic. Para reducirla hay que dar atención a todos y demostrar a los grandes -con fotos, por ejemplo- que también fueron regaloneados.

También es común que los padres deleguen el cuidado de los más chicos en los más grandes, dándoles demasiada responsabilidad. Esto los agobia y da pie a que discutan sobre su crianza con los padres, generando confusión en las relaciones: los menores ya no tienen dos papás sino que cuatro. Por eso es fundamental delimitar las tareas y los roles al interior de la familia. Los hijos necesitan calidad, pero también cantidad de tiempo. Para conseguirlo, los padres debieran desechar obligaciones innecesarias aceptando que no van a poder cumplir siempre con todos los posibles compromisos. A su vez, los jóvenes pueden priorizar sus actividades y no asistir a cada una de las fiestas o actividades que surjan en su camino.

En el caso de los adolescentes, para aprovechar el tiempo juntos no hay que desgastarse en peleas perdidas. "En vez de discutir por cómo se viste es mejor propiciar la cercanía para saber cómo está", dice Antonijevic.
Lo más importante es que los padres estén atentos a las necesidades reales de sus hijos. Aunque el joven se encierre en su pieza, éste tal vez espera que el adulto entre a conversar.

"Cuando estamos cansados cumplimos con lo inmediato, como ayudarlo a estudiar para la prueba, pero tal vez hemos llegado tarde toda la semana y nos extraña. Entonces lo relevante es compartir, aunque no se saque un siete", grafica Rademacher.

Para maximizar el tiempo y poder desarrollar la relación con cada uno es vital enseñarles a ser relativamente autónomos, dándoles las herramientas para que ellos resuelvan los problemas y no tener que hacerlo por ellos. Es bueno asignarles responsabilidades acordes a su edad para crear un clima de cooperación familiar.

Aunque es importante tener puntos de encuentro, como una comida diaria, no es posible compartir lo mismo con todos, porque los intereses son difíciles de compatibilizar. Aquí la clave es negociar. Así lo hace la familia de Ana: cuando van al cine se preocupan por dejar a todos contentos. "La menor ve películas de dibujos animados y el mayor la quiere tanto que puede acompañarla, pero las del medio no lo hacen, así que van con el papá y después vamos a comer juntos".
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