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Vitaminas en la piel

No sólo fortalecen nuestro sistema inmune, sino que también mejoran el aspecto de la piel. Su presencia contribuye a una mejor renovación de las células, a mantener un nivel óptimo de hidratación y a neutralizar la nociva acción de los radicales libres, que envejecen nuestra piel.

21 de Octubre de 2005 | 09:55 |
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Que una piel esté bien nutrida no sólo implica usar cosméticos adecuados, sino también que cuente con las sustancias que favorecen sus mecanismos de reparación y defensa ante las agresiones del ambiente.

Y es ahí donde las vitaminas cobran importancia, ya que su presencia o falta de ellas puede influir notoriamente en el aspecto de nuestra piel. Una dieta balanceada debiera ser suficiente para contar con las vitaminas que se necesitan, pero el paso del tiempo hace que la concentración de vitaminas en el organismo disminuya.

A esto se suma la acción nociva del estrés, contaminación y tabaco, que obligan a aportar al cuerpo una cuota extra de estas sustancias por otra vía, a través de suplementos o cosméticos que las contienen.

Las imprescindibles son las vitaminas A, C y E, que han sido incorporadas por la cosmética en cremas con el fin de hidratar o atenuar los signos del tiempo. Su uso en cosméticos está controlado, sólo pueden incluir concentraciones de no más del 5% de una determinada vitamina.

Vitamina A. Conocida como retinol, es un eficaz antiarrugas que actúa como antioxidante, protegiéndonos del efecto nocivo de los radicales libres. En su forma pura incrementa la actividad de las enzimas y estimula la regeneración. Interviene en el buen mantenimiento de las uñas y el cabello. También mejora la elasticidad y producción de colágeno, previene estrías y normaliza la piel seca. El retinol reacciona con el sol, por lo que es necesario combinarlo con filtro solar o usarlo de noche.
La verdad de los suplementos
Otra forma de potenciar la presencia de vitaminas en el organismo es consumiendo suplementos, que las combinan con minerales y actúan como antioxidantes, ayudando a eliminar toxinas y a mantener la estabilidad de las células, ya que neutralizan los radicales libres.

Pero aunque muchas veces se publicitan como curas milagrosas, no poseen efecto instantáneo. Los cambios se evidencian no antes de tres meses de consumo continuado. Algunos de los logros que se consiguen son: mayor elasticidad de los tejidos, ya que se refuerzan el colágeno y la elastina; atenúan manchas; mejoran la hidratación, producto de la conjunción entre las vitaminas y minerales, que favorece la capacidad de la piel para retener la humedad.

Un tema básico en el consumo de estas píldoras es la cantidad y frecuencia con que se toman. Esto, porque a pesar de que la mayoría de los envases recomienda una diaria, puede haber quien crea que al consumir más mejoran los resultados. Sin embargo, el organismo está hecho para absorber sólo cierta cantidad de estas sustancias, y pueden existir efectos negativos en la sobredosis.

Si se ingieren demasiadas vitaminas liposolubles, como la A, se puede desencadenar hipertensión endocraniana, dolor de cabeza y mareos porque se hincha el cerebro. Y en vez de potenciar una piel más bonita, se produce el efecto contrario. En el caso de las hidrosolubles, como la C, el organismo absorbe sólo lo que requiere y elimina el excedente por la orina, por lo que no hay riesgo de sobredosis.

La diferencia entre usar una crema con vitamina C y tomarla en una pastilla es que las cápsulas actúan en todo el organismo y las cremas en un área localizada. En el primer caso, los activos se reparten por el cuerpo y no sólo en el rostro, que es donde se busca la mejora. En cambio, con su uso en forma tópica, se logra focalizar su acción.

Vitamina B. Común en productos capilares en su forma de pantenol, ya que tiene gran poder hidratante y de reparación de la fibra capilar. La vitamina B3, por su parte, posee una prometedora acción antiedad, y la B2 facilita el uso de oxígeno y la respiración de las células. La B6 es la mejor aliada de las pieles grasas, ya que equilibra la producción de sebo.

Vitamina C. Es capaz de devolver la luminosidad a los cutis apagados. En su estado puro activa el proceso de renovación natural de la piel en sus capas más profundas. También actúa como antioxidante y combate el envejecimiento. Ayuda a aumentar la producción de colágeno, favoreciendo la firmeza. Atenúa la inflamación de las células provocada por la exposición al sol y posee propiedades suavizantes.

Vitamina E. Actúa como antioxidante y mejora la eficacia de otros. Neutraliza los radicales libres y protege contra los rayos UV, causantes del envejecimiento. Es esencial para formar la estructura de las células.

Vitamina F. Útil para la piel sensible, pues ayuda a restablecer la función de barrera protectora de la piel, mejorando la cohesión de la capa córnea.

Vitamina H. Se incluye en muchos cosméticos para el tratamiento de la piel seca, ya que estimula la producción natural de ácidos grasos, contribuyendo al aspecto de la piel, el cabello y las uñas.

Vitamina K. Ha demostrado su eficacia en la revascularización de los capilares, por lo que se usa para mejorar el aspecto de pieles con rojeces. Además, resulta eficaz en el tratamiento de ojeras y moretones que aparecen luego de algunos procedimientos con láser.


La dieta sí importa

Marcela Cosentino, nutricionista de la Clínica Santa María, advierte que no debe olvidarse la alimentación a la hora de adquirir los nutrientes que inciden en una buena cara. En especial, aquellos que el cuerpo no produce, como la vitamina A, y que la única forma de obtenerlos es a través de la dieta. Estas son sus recomendaciones:

­La vitamina A está presente en verduras como espinacas, perejil, zanahoria y tomates. También en betarragas y en el aceite de bacalao.

­La E se localiza en los aceites vegetales, cereales integrales, germen de trigo, yema de huevo y verduras verdes como acelga y espinaca. También en pescado, leche y frutos secos.

­La C se encuentra en cítricos, y en moras, arándanos, grosellas, melón, papaya, brócoli, pimientos y piñas.

­La B2 está en alimentos como el huevo, leche, yogur, carnes y quesos.

La nutricionista agrega que junto con las vitaminas, una piel saludable requiere del consumo habitual de minerales como el hierro, cobre, zinc y calcio. El cobre, por ejemplo, ayuda en la pigmentación de la piel y a mantenerla elástica. Se le encuentra en granos enteros, mariscos y legumbres. El selenio está en el salvado, pescados azules, ajo y productos lácteos. Y el zinc, en moluscos.





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