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El concho que quiso ser actor a pesar de la familia

Irónico, intelectual, pausado al hablar, el rato a su lado pasa volando. Miles de temas fluyen en su cabeza y, con la vocación de profesor que se le sale por los poros, explica detenidamente sus puntos de vista, aunque a veces se vaya por las ramas. No obstante, retoma el hilo conductor de sus ideas y se pasea en su biografía desde el vientre de su madre a nuestros días.

30 de Mayo de 2006 | 09:30 |
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Hijo concho de una familia de hasta entonces tres mujeres y bastante mayores que él, Guillermo Semler Aguirre, ha sido Willy eternamente. Y cómo no, si en vez de una madre, tuvo cuatro.

"Fui una hernia hasta los dos meses, cuando se detectó que la hernia tenía patas, pero cuatro patas, porque venía con un mellizo que murió en el parto. Yo quedé muy debilucho y fui muy enfermizo de niño", cuenta como evocando su pasado de regalón.

Su madre tenía 43 años cuando lo tuvo y sus hermanas, 15, 14 y 8 años. Eso, entre otras cosas, provocó que el niño fuera "súper sobreprotegido", tímido y un poco retraído.

-¡Cuatro madres!
(Se ríe) "Claro, claro. Cuando a mi madre se le iban acabando las fuerzas, iban asumiendo la posta mis hermanas. Así que lo pasé ¡chancho!".

Se declara abiertamente flojo en sus tiempos de colegial. Estudió en el Instituto Luis Campino, "el que quedaba donde hoy está el Centro de Extensión de la Católica". Explica que era "un colegio de curas bien estricto y yo nunca junté ni pegué con ese tipo de disciplina".

-¡Pero estudiaste siempre ahí!
"Es que me sentía un alumno querido, pero el colegio era muy estricto formalmente. Había que estar con el uniforme impecable, la corbata gris con azul, con la insignia… nada de pelo largo. Así que, a ignorancia de mi madre -que en paz descanse y no puede leer estas entrevistas-, aprendí a jugar pool muy bien, desde niño".

-¿Te arrancabas del colegio?
"No, no, no. No me arrancaba; cada vez que decían Semler, para la casa, porque iba con chomba chilota o no se qué, me iba a un pool muy cerca del colegio. Ya cuando la cosa estaba más brava, me iba a los "Manila" o que sé yo, jajaja".

Dentro de las instalaciones del colegio no pasaba mucho tiempo, porque también recuerda largos paseos por el Cerro Santa Lucía, donde "uno se echaba, se ponía a leer… ¡pero no era tanto, tampoco!"

Curiosamente, recién salido del Luis Campino, postuló a teatro, pero le dio un ataque de pánico en el examen y no lo dio; en vez de eso, se inscribió en Geografía. "Tenía claro que mi camino era la actuación, pero, con este antecedente de sobreprotección, era bastante difícil que los papás te dieran la pasada; único hijo hombre, de una familia eminentemente científica ¿cachai? se esperaba que yo fuera médico", recuerda.

Según sus propias palabras, su familia era muy tradicional y conservadora y, ante el ataque de horror de ellos por el teatro, accedió a estudiar Geografía, que le parecía algo entretenido, porque tenía hartas salidas a terreno y un ramo de astronomía, que es una materia que lo apasiona hasta hoy. "Pero duré un rato en eso, nada más".

-¿Qué te dijeron cuando definitivamente entraste a teatro?
"No, al año siguiente di la PAA y saqué mucho mejor puntaje que la vez anterior y mi mamá me dijo bueno, estudia periodismo, no sé… literatura, por lo menos y yo le dije que no, que iba a estudiar exclusivamente teatro".

Tan mal no te ha ido.
"No, poh".

Su madre murió hace cuatro años atrás y fue partícipe de los logros de su hijo. "Se dio cuenta de que le había achuntado o de que por lo menos había escogido lo que me hacía feliz", dice convencido.

-Bueno, en eso radica un poco el éxito ¿o no?
"Exclusivamente. Cuando yo estaba empezando a hacer carrera –y los primeros años, que son tan difíciles-, además en época de dictadura que uno estaba sindicado como enemigo del Estado por ser actor, mi mamá me decía Lo único que me tranquiliza es que no vas a trabajar ni un día de tu vida, porque escogiste hacer lo que te gusta. Y tenía razón, aunque hay veces en que me siento un obrero más".

-¿En qué cosas, por ejemplo?
"Cuando no sintonizas con una pega, cuando no te sentís cómodo, cuando sentís que no estai haciendo bien, se te hace muy cuesta arriba".

-¿Eso pasa porque aceptas trabajos que no te gustan por plata?
"A estas alturas ya no, pero pasó en algún momento. Y, claro, tenía que ver con varios factores: con la plata por un lado; con que esa pega te dejara complementar con otra, además –tu cachai- nosotros nos quedamos cesantes cada seis meses, reinventándolo todo. Entonces, en algún momento, uno se pone muy nervioso, muy aprensivo.
"Ya cuando ha pasado el tiempo y uno se empieza a poner viejo, se da cuenta que esa es una dinámica constante".

-Además que tú te has diversificado mucho, así que el estrés debe ser mayor.
"Claro, claro. Bueno, yo antes de entrar a la escuela ya tenía experiencia como director. Siempre tuve mucho interés por la vida académica y por la pedagogía".

Desde que egresó de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, ha hecho clases en muchas partes y de diversas materias. En un primer tiempo "hacía clases de lo que fuera"; después, exclusivamente de actuación; luego, sólo de comedia del arte y finalmente, de teatro clásico, Shakespeare. Mucho tiempo fue profesor titular de la Universidad Católica; después estuvo en la Finis Terrae y ahora hace clases de dirección de actores en la escuela de audiovisual de la Facultad de Comunicaciones de la Católica, ya no en Teatro.

- Ligado a la UC, pero con orígenes en la Chile ¿por qué?
"Era la única escuela que existía abierta; la Católica se abría cada dos años para buscar un equilibrio con el egreso, con no tirar al mercado más actores de los que podía asimilar. Cosa que hoy día es una paradoja.
"La abrían año por medio, con un cupo de 20 vacantes; hoy se abre todos los años, con un cupo de 50 vacantes y con otras 40 escuelas de teatro en el país, con la misma cantidad de ingreso".

-Igual que psicología, periodismo, ingeniería comercial…
"Sí claro, pero lo que pasa es que en las otras te podís ir a San Pedro de Atacama a ejercerlas, pero como actor ¿qué vas a hacer allá? ¡esperar la Fiesta de la Tirana!
"Es muy atadoso ser un actor egresado entre mil doscientos más".

-¿Ni una posibilidad en regiones?
"Ya, ponte tú que logras armar un proyecto en Valdivia, por poner un ejemplo; haces clases en la universidad o te consigues un taller en alguna escuela o en un colegio; formas un grupo y lo levantas; logras montar una obra… funciones vas a tener 4 o 5, no más".

-No se puede vivir de eso.
"No, poh. Y, por otro lado, la frustración vocacional es muy grande".

-¿Cómo logran destacarse, entonces, los actores jóvenes?
"A mí me da mucha pena que conozco mucha gente muy valiosa, muy dotada, muy talentosa que no tiene lugar. Me produce mucha pena, mucha contradicción, muchas ansias de encontrar un lugar para ellos.
"Creo que hay muy buenos cabros… ¡Pero si es una cuestión estadística, imagínate, si están egresando mil 200, tiene que haber por lo menos 100 el descueve!"

Agrega que tampoco esos cien se van a quedar para siempre, porque tiene que ver con otra serie de factores, como el papel que se les asigna o caer parado en el lugar justo, en el momento adecuado.

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