Parece tímida, pero es abierta y sencilla. No se hizo problemas para sentarse sobre una pila de tambores de plástico a fin de poder mostrar los afiches de la campaña de recolección de tapitas de bebida, aún cuando en cualquier momento se iba al fondo de uno de ellos.
A los 31 años, Pilar Morandé declara estar en su salsa y, la verdad, es que nadie podría dudar que se encuentra trabajando donde realmente quiere.
-¿Casada, con hijos?
“Soltera, sin hijos”, lanza entre una carcajada.
De profesión enfermera matrona de la Universidad Católica, cuenta que se vinculó al mundo social ahí, yendo a los trabajos de verano y de invierno y visitando las hospederías del Hogar de Cristo.
-¿Cuál fue tu primer trabajo?
“Un consultorio en San Joaquín; ahí estuve dos años en atención primaria… hacía control de niños sanos, de 2 años en adelante y me metí también, algo, en adultos.
“Paralelo a ello era voluntaria de la unidad móvil de salud nocturna del Hogar de Cristo que sale en las noches a prestar servicios a las personas en situaciones de calle”.
Aunque estaba contenta con su pega se le presentó la oportunidad de postular al programa “Chile entero”, una especie de Servicio País que desarrolla el Hogar de Cristo, que la terminó llevando a Puerto Montt.
La idea era que trabajara en la filial de esa ciudad en todo lo que comprendía la erradicación de campamentos. Se supone que iba por un año, pero se extendió a 2 y medio “porque me quedó gustando”.
“Era animadora comunitaria, pero además, metía mi cuota de enfermera con estimulación de niños, trabajo de higiene en las mujeres. Nos tocó justo armar “Un techo para Chile” cuando se estaba extendiendo para regiones de la mano del Hogar de Cristo… fue una experiencia súper linda”, relata.
-¿Por qué te quedaste?
“Es que cuando terminaba el año sentí que tenía gusto a poco, no me quería volver y pedí quedarme, cuestión que me aceptaron. Entonces empecé a hacerme cargo del voluntariado, pero los últimos meses me ofrecieron ser directora técnica de un hogar de adultos mayores, lo que hizo que volviera más a mi rol de enfermera”.
-¿Cómo se produce tu aterrizaje en Rostros Nuevos?
“El 2003 regresé a Santiago y empecé a trabajar en la filial de Puente Alto del Hogar de Cristo, como directora de otro hogar de adultos mayores. Estaba ahí cuando me propusieron irme a trabajar al área de salud mental del Hogar, en una fundación asociada que resultó ser Rostros Nuevos.
“Fue impactante, como todo inicio. El cambio produce ciertos temores o miedos por la responsabilidad que significa, pero lo tomé como un desafío. Es un regalo lindo”.
-¿Por qué no apostaste nunca a ejercer tu profesión en una clínica privada?
“No, no, no lo era para nada. Siempre tuve claro, mientras estaba en la universidad, que
quería trabajar en el sistema público o en algo social. Nunca pensé en una clínica porque no soportaba trabajar en un sistema de turnos, de día y de noche… no, no iba conmigo (dice entre risas). Soy más comunitaria, de poder proponer cosas y estando en una clínica hay mucha rutina, se está encasillado”.
-¿Qué te ligó al Hogar de Cristo?
“El Hogar siempre se mencionaba en mi familia; el padre Hurtado fue muy cercano a mis abuelos, estaba presente, pero en la universidad empecé a acercarme mucho más, quizás porque la carrera te vincula al mundo de los hospitales donde se ven situaciones de escasos recursos. Ahí me fui dando cuenta que era lo que quería hacer, que me sentía tranquila, feliz y eso te da la certeza de que vas por buen camino.
“Creo que podía hacer mucho más poniendo mi profesión al servicio de los demás, sin grandes expectativas económicas”.
Pilar se emociona y dice sentirse muy favorecida de poder vivir esta realidad día a día y aportar en la solución de los problemas a través de su trabajo.
-¿Te proyectas aquí?
“En Rostros Nuevos sí, o sea, hasta que Dios quiera. Ahora, como opción de vida, la tengo clarita a estas alturas y si no es aquí, será en otro lugar”.
