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¿Bruja o sapo?

La obra de Lenka Carvallo plantea un dilema que dos conocidos hombres con humor intentan resolver: quién se transforma primero, ¿la mujer o el hombre?

22 de Septiembre de 2009 | 12:24 |
Lenka Carvallo asegura en su libro “Desencantadas” que las mujeres fueron vilmente engañadas por los hermanos Grimm y Walt Disney, autores de tradicionales historias y cuentos infantiles, porque la realidad demuestra que aquéllas que se casan con un príncipe, finalmente, descubren que éste se convierte en sapo.

La obra –no recomendable para mujeres casadas que creen todavía que su marido es uno de los primeros-, sin embargo, hace un descubrimiento a partir de la queja de los hombres: ellos se convierten en sapos, porque nosotras nos convertimos en brujas.

De ahí surge la gran interrogante, tan antigua como la pregunta de qué viene primero, ¿el huevo o la gallina? Ante tal disyuntiva recurrimos a dos hombres con probado sentido del humor que además se han visto de una u otra manera involucrados en este tema en forma tangencial: Cote Evans fue el encargado de presentar hace escasas semanas el otro libro sobre mujeres que ven derrumbarse su matrimonio, “Nosotras, las separadas”, de Francisca Fourt. Aldo Schiappacasse, en tanto, estaba convocado para comentar el libro “Desencantadas”, pero su permanencia en Beijing se lo impidió (y, a lo mejor, lo salvó).

“En mi caso fue al revés, se casan conmigo pensando que soy un sapo y después me convierto en príncipe”, lanza de entrada Schiappacasse.

Para este periodista no todas las mujeres se casan pensando que su marido es un príncipe, aunque reconoce que estas últimas son un número importante porque tienen una idealización del matrimonio y la convivencia. “Ellas son básicamente inexpertas y tienen unas expectativas sobre el matrimonio que son desmesuradas”, acota y agrega “en ese sentido, obvio que el desencanto es mayor”.

Enrique (Cote) Evans –experto en estos temas desde que publicó “La sexualidad secreta de los hombres”- señala que resulta extraordinario que Lenka Carvallo se haya demorado tanto en darse cuenta que los hombres son de mentira, ergo los príncipes se convierten en sapos.

“Los hombres llevamos unos 4 mil 500 años de relaciones con ustedes, las mujeres; qué son 50 años en ese lapso, un poco más de un 1% y en ese tiempo de la historia ustedes demostraron que podían hacer todas las cosas que hacíamos los hombres sin dejar de ser mujeres. Entonces, nosotros somos lejos la generación más quemada de la humanidad, quedamos en pelotas y para mala pata fue a nuestra generación a la que le toca la mala suerte de que las mujeres les dé por liberarse”, explica Evans.

Y remarca: “Para entender el tránsito del príncipe al sapo hay que entender que nosotros nunca habíamos conversado del tema, de que todo nos estaba dado y ahora estamos cagados. La perplejidad del hombre es gigantesca, ustedes dominan el partido y lo único que queremos es pedirle al árbitro que toque el pito para irnos al camarín”.

Este abogado y comunicador asegura que cuando escribió con Marco Antonio de la Parra su libro, intuían que había que proponerle a las mujeres un nuevo trato que consiste en hacer un esfuerzo de “ser mujeres para ser más hombres” y terminar con la guerra de los sexos. “Ahí, el tema de la bruja y del sapo pasa a ser algo completamente irrelevante. La gran debilidad es que ustedes nos quieren, todavía, un poco”, acota.

En el terreno de las princesas convertidas en brujas, Schiappacasse advierte que no es el hombre adecuado para hablar de este tema porque él, habitualmente, se plantea ante todas las cosas de la vida con las expectativas bajas o correctas, precisamente, “para no andar sufriendo desengaños pelotudos”.

Aún así, dice que el matrimonio no convierte ni a las mujeres en brujas ni a los hombres en sapo. “La que es bruja, es bruja siempre, y el que es sapo, sapo siempre”. Y en esto concuerda Cote Evans. “La bruja es, ha sido y será bruja; ésa es una cuestión esencial. Las mujeres han sido y serán unas grandes brujas porque es así no más, es algo atómico”, dice.

Ingenioso como el solo, Schiappacasse aventura otra teoría, la de Shrek: “soy de la creencia que si te planteas como un ogro que no quiere ser molestado ni invadido tienes mejores opciones en la vida de conseguir una princesa a tu medida, que es capaz de acogerte en tus defectos y no en tus virtudes, que es de lo que se trata el matrimonio”.

Tanto Cote como Aldo arrastran una separación a cuestas y por eso, plantean que el matrimonio requiere más que de un ejercicio de tolerancia mutua, de encantamiento, que es lo que se veía en tiempos pretéritos. De hecho la abuela de Schiappacasse se casó a los 12 años, tuvo 22 hijos y vivió adorando a su marido y “mi mamá lleva 50 años casada con mi papá, que es más sapo que yo”.

Frente al hecho de que hoy las mujeres botan el sapo porque gozan de una independencia económica que sus antecesoras no tenían, Schiappacasse señala que hace rato viene sosteniendo otra teoría, que muchos consideran indefendible, y es que la mujer es mucho más aspiracional que el hombre en términos de pareja, en cambio, el hombre se queda más con lo que tiene, se acomoda.

Los separados que pululan

Lenka Carvallo plantea en “Desencantadas” que hay que ponerle ojo a los separados que andan por ahí porque, de una u otra manera, se les puede clasificar en 4 tipos: el forever young, el mártir, el sigo romántico y el fóbico.

Cote Evans reconoce que en algún momento tras su “distanciamiento” de su ex mujer, se sintió forever young, aunque también tiene algo de sigo romántico porque cree en la pareja, convivencia o como quiera llamársele. “Cumplo 60 en 4 años más y ahí, recién, voy a tratar de contestar qué voy a hacer cuando sea grande”, confiesa.

Aldo Schiappacasse, en cambio, dice no calificar en ninguna de las anteriores. “El estado de la separación tiene muchas etapas, entonces, no me definiría en una sola; uno pasa de la depresión a la euforia, del sentir que la vida no tiene sentido a creer que éste es el sentido de la vida. Se pasa de la negación, nunca más me caso, a por favor, quiero una vez más”.

Evans reconoce, en todo caso, que el hombre separado pasa por todos los estados descritos por Lenka Carvallo, aunque recuerda que los promedios, al final del día, representan a todos y a nadie. “En mi caso, yo tomé la decisión de irme, pero hay amigos míos a los que le pusieron la maleta en la puerta y se martirizaron. En cambio, en el otro caso, cuando uno se va, no pasa porque uno conoce sus debilidades y boludeces”, dice.

Casi en el epílogo Schiappacasse sostiene que la separación es el período más inestable que puede vivir cualquier ser humano, pero que para la mujer es, definitivamente más difícil.


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