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Manejando el calor

04 de Noviembre de 2008 | 10:01 |
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El calor merma nuestro rendimiento físico si no estamos aclimatados a él, y a nivel competitivo, puede alejarnos de las marcas que tenemos como habituales.

Y qué decir si tratamos de batir nuestros límites, que quedan muy lejos de nuestro alcance cuando nos afecta el calor.

El efecto de las altas temperaturas no sólo se traduce en un rendimiento decreciente, sino que puede manifestarse en diversos grados en enfermedad.

Desde una sensación de fatiga, debilidad y "abombamiento de cabeza" hasta a un síncope.

Las víctimas pueden ser atletas profesionales, aficionados e incluso los espectadores que disfrutan de un día más que soleado.

Sobre los 22 grados Celsius, y potenciada por la humedad del aire, acecha una enfermedad por calor. Cuando las condiciones exceden los 30º C y con un aire muy saturado de agua (humedad relativa del aire de un 80 y más por ciento), acecha el colapso.

Nuestro cuerpo disipa el calor excesivo a través de la piel. Por radiación, por convección y por conducción, si la temperatura ambiente es menor a la de la piel; y por evaporación del sudor si la temperatura ambiente es mayor a la de la piel. Por eso, en ambientes saturados de humedad, el sudor ayuda poco a eliminar calor corporal.

Durante el ejercicio aumenta el flujo de sangre a los músculos para satisfacer sus necesidades energéticas... y al mismo tiempo aumenta el flujo sanguíneo a la piel para disipar la producción aumentada de calor; todo esto a expensas de un aumento de la cantidad de sangre que bombea el corazón.

Nuestra capacidad para satisfacer las demandas energéticas del ejercicio y para perder calor puede ser sobrepasada y desequilibrarse en condiciones extremas, para cualquiera de los dos lados: rendimos menos y logramos disipar calor... o entramos en hipertermia. La alta temperatura y la carga deportiva pueden confabularse malignamente, al punto de hacer insuficiente la capacidad cardíaca para mandar sangre a los músculos y a la piel, vulnerando la capacidad del sistema de adaptarse al ejercicio manteniendo su temperatura. En estas condiciones, de no mediar medidas preventivas, puede sobrevenir un colapso.

El cuidado es clave

Hay tres pilares fundamentales para prevenir una enfermedad por calor o para evitar que esta condición ambiental afecte en mayor o menor grado nuestro rendimiento atlético.

Por supuesto que debemos considerar la hidratación, la ingestión de bebidas, de preferencia frías. Y también la aislación, mediante el uso de gorro, vestimentas blancas o reflectantes, u otras pantallas.

Pero la aclimatación al ejercicio a altas temperaturas viene dada por un entrenamiento que introduzca esta variable como carga al régimen de ejercicios.

Generalmente esto no se considera, ni siquiera cuando nos toca competir en un hábitat más caluroso que el nuestro, donde la aclimatación al calor debería ser una condición sine qua non. Porque la habilidad para tolerar el calor puede ser mejorada por repetidas exposiciones o dosis de ejercicio a altas temperaturas.

Los procesos de adaptación se reflejan en una expansión del volumen sanguíneo, un aumento de la capacidad de sudoración, y una mejor capacidad circulatoria, evidenciada por una disminución de la frecuencia cardíaca a una misma carga de calor y trabajo.

Así, la aclimatación al calor es nuestra mejor defensa, y también estrategia, para la práctica deportiva.

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