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“Después de tanta caída pública he tenido que aprender”

12 de Noviembre de 2008 | 14:26 |
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Hoy Ballero ya tiene 26 años, pero parece como si fuera ayer cuando a sus 20 corría por la casa-estudio persiguiendo a Cataliana Bono (post persecución a Janis Pope) y se detenía sólo para las pruebas de talento y para ofrecer sus monólogos ante la cámara, que lo ayudaron a ganar “Protagonistas de la Fama”.

Pero nada es suficiente para Ballero. Regaló su premio, que consistía en participar en una teleserie del 13, para convertirse en el fenómeno, el primer chico reality de la era televisiva nacional, cuyo momento cúspide versaba: “Yo no busqué ser famoso, pero lo soy”, mientras Álvaro bajaba de una limusina blanca para presentar una tarjeta telefónica con la que se podía llamar para decir “yo amo a Ballero”. Fue algo raro.

“Creo que el personaje de Ballero-yo amo a Ballero era detestable”.

-¿Te arrepientes hoy de haber hecho eso?
“No, no me arrepiento. Claro, tal vez, para la idiosincrasia nuestra, no era un comercial válido. Era un comercial raro, muy extraño, pero yo lo encontré divertido. A mí me gusta igual, lúdicamente, reírme de mí, reírme de las estupideces, de los estereotipos. Yo me estaba riendo del estereotipo de Álvaro Ballero, pero nadie lo entendió. Me arrepiento de lo que ocurrió después, en términos de contrato con ese comercial, que era un contrato de dos años y no me pagaron el segundo. Pero ya no importa. A estas alturas de la vida no voy a estar pensando en lo que hice y lo que no hice, porque sino tendría que tirarme de un décimo piso”.

-En algún momento dijiste que “Protagonistas de la Fama” te había arruinado la vida.
“¡No! ‘Protagonistas de la Fama’ fue el sueño de cualquier niño de 10 años hecho realidad, el sueño más inalcanzable hecho realidad. Todo lo que siempre soñé y quise ser cuando niño lo logré y eso creo que muy pocos lo pueden contar. Mi vida, continuamente, ha tenido historias así como de cuento. Ahora la historia de mi mujer”.

-Por esa época decías que soñabas con casarte con una rubia, para subirle el pelo a tus hijos. ¿Otro sueño hecho realidad?
“(Se ríe) Sí, pero créeme que es por un tema de coincidencias, porque después me hubiese encantado casarme con un par de morenas que he conocido. En la entrevista donde dije eso se potenciaba mucho el tema del new rich, del tipo que estaba cumpliendo tus sueños”.

-No te arrugabas en decir que eras arribista y que querías tener una casa grande con un Mercedes con asientos de cuero negro. ¿Qué te queda de eso?
“Tendría que ser un hipócrita si digo que no me gustaría tener una casa grande y un Mercedes descapotable, con asientos de cuero negro, quizás de cuero blanco y negro por fuera. Pero sí ahora disfruto con caminar por la calle, hacer las cosas normales, ir a comprar al supermercado… Me gusta sentir que puedo llevar una vida común y corriente, pero también está ese extremo del rock star que creo que todo el mundo tiene con sus ambiciones, sólo que yo era un fresco de raja y decía las mías continuamente y eso cae mal… ¡Cae muy mal! Porque puede ser un aporte de sinceridad, pero sinceridad en qué... Hay que aportar sinceridad en cosas que realmente tengan peso, no en ‘Ay sí, quiero tener un terno Armani’. ¿A quién le importa eso? A mí no me importa”.

-¿Qué diferencias hay entre el Álvaro que salió del reality y el que se acaba de casar?
“Principalmente, que ahora sé ganarme la vida, antes no. Antes era todo era fácil, rápido y creía que la vida era así. Entonces, eso mismo me potenciaba todo el egocentrismo… Yo estaba muy vacío en ese tiempo, me llené de imagen…. Siempre he sido muy inseguro y cuando salí de ‘Protagonistas’ tenía que llenar esos vacíos con anabólicos hasta teñirme el pelo ultra rubio. Todo era imagen y me quedé sólo en eso. Pero llegó un minuto en que la imagen no se sostenía, porque no había plata para sostenerla. Entonces, empecé a conectarme de nuevo con lo que es mi esencia, que es lo que mis amigos hablan de mí, lo que mi familia habla de mí, que es la sinceridad, la lealtad y la generosidad, que son cosas que no se las mostré a nadie, pero siempre las he tenido y se escondieron en ese tiempo”.

-Es común que digas que antes la gente te veía así, vacío o tonto…
“Es que yo estoy absolutamente convencido de que la gente ahora ha cambiado su percepción hacia mi persona, pero es también porque yo aprendí a no hablar estupideces y a uno igual le llega la madurez… Si han pasado casi 6 años desde que salí del reality y el despotismo y el egocentrismo se me han ido bastante, porque después de tanta caída pública he tenido que aprender.
“Hoy me impresiona lo buena onda que es la gente, la energía positiva que me entrega.
Ahora como que las mujeres que se me acercan -esto no debiera decirlo yo- pero como que se dan cuenta de que soy un tipo bueno. Y hoy no es fácil encontrar a alguien bueno, bueno de corazón y se me acercan mucho a decirme eso, y los hombres son como: ‘¡Buena Ballero! ¡Erí grande! ¡No hagái caso de lo que te dicen los demás! ¡Fuiste mi ídolo, loco! Y es clásico en todos. Este fin de semana estuve en 3 eventos en el norte y antes siempre alguien gritaba alguna cosa mala onda, y ahora, nada, ¡nada!”

-Hubo una época donde lo pasaste bien mal, después de todo lo del reality y de salir mucho en la tele. ¿Por qué insistir en un medio que a veces puede ser algo ingrato?
“Yo creo que yo no insistí con la televisión. La televisión a mí me ha buscado, aunque suene déspota. No sé por qué, aún después de tanto tiempo, aún aparezco. Alguien puede decir: Claro, pero ha hecho fotografías con su hermana. Hizo esto o esto otro… Pero yo no hago ese tipo de cosas para andar figurando”.

-Igual las fotos eran algo fuertes y llamaron la atención.
“Es que si fuese por eso, me hubiese ido por el lado facilista al Kmasú y hubiese estado con todas las modelitos del minuto… No me hubiese costado nada… Yo encuentro que el entretenimiento hay que hacerlo, entre comillas, con altura de mira, porque es difícil. Hay una farándula que representa la Romina Salazar, la Adriana Barrientos, que son peleas donde se tiran la ropa interior en la cara y de eso hacen una farándula descarnada una semana… Pero hay otra farándula que cubre unas imágenes publicitarias y que la gente se las cuestiona éticamente… Eso a mí me parece mucho más valorable. Por último, entregas un concepto distinto a la gente, en vez de tirar tu calzón en medio de un desfile”.

-¿Pero no te pasó nada cuando te dijeron “ya, ahora pon las manos aquí” (en el busto de su hermana, Carla Ballero)?
“A mí me molestó que la negra es súper relajada. Entonces, cuando me tomé las fotos estaba más preocupado de los hombres que estaban ahí. Y cuando me dijeron ‘ya, tápala’, ahí fue como raro, pero después no… Era como si le estuviera tomando el brazo, así que me dio lo mismo. No fue tema. Además, ese día, a las 12, yo estaba de cumpleaños, así que estaba corriendo para todos lados porque me iba a juntar con unos amigos y tenía que ir al gimnasio… Soy rayado por el gimnasio. Ojalá hoy día estuviera así. Bajaría los 10 kilos de una”.

-¿Te falta mucho tiempo?
“Es porque soy un tipo…”

-¿Indisciplinado?
“No sé qué tanto, porque mi casa es súper ordenada, pero aquí hay un tema con los kilos. Creo que todo tiene algo; todo lo que se tiene al exterior se refleja desde el interior. El cuerpo entrega mucho de eso y yo vivo de esto de estar listo para la foto publicitaria de calzoncillos”.

-¿Te aflige mucho el tema? ¿Lo has conversado con un psicólogo?
“Es que la única vez que fui al psicólogo -cuando todo el mundo me hinchó para que fuera, en esa época en recién había pasado todo el tema reality full- me dijo un par de problemas que, en el fondo, para lo que yo viví, que lo vive una persona en 15 millones, es normal. Lo más parecido pudo ser el suceso Carolina Bastías, el suceso Edmundo, pero ni siquiera… Yo era casi el suceso Bolocco. Iba a Santa María de Manquehue y a la señora yo le parecía tan rock star como a la persona de más escasos recursos. Después, pasar de eso a ser la imagen casi de la escoria de la pantalla, es fuerte. Para todo lo que viví y para nunca haber consumido ningún tipo de drogas y nada de alcohol buscando alguna vía de evacuación, era normal. Yo tenía una pequeña angustia, por no decir una depresión importante…

-Se habló de un intento de suicidio.
“No… Yo una vez hablé una estupidez y dije: basta con mi vida, quiero que se acabe todo esto, pero te aseguro que toda persona en este mundo, alguna vez, ha llegado a decir ‘no quiero más’. Eso pasó, pero se interpretó como que me quería matar”.

-¿Cómo superaste esa etapa?
“Cuando me di cuenta que era un personaje común y corriente, igual que todos, no más; que a pesar de que la gente me reconociera, podía caminar en la calle, podía andar contento, tenía a mi familia y tenía que reencontrarme conmigo, bajarme de la nube… Era: Huevón, sigues siendo común y corriente y puedes seguir siendo feliz así. No son necesarios los extras de aplausos, ni los extras de mujeres, ni los extras de dinero. Bastaba con lo que soy y con lo que he sido toda mi vida… Por algo, la gente me hizo triunfar en el programa. Yo nunca he creído que fue por suerte… Por algo después de 6 años siguen los medios interesados. Algo debe haber y ese algo todavía está ahí y está intacto, gracias a mi familia, gracias a mis amigos y gracias a mi mujer”.

-¿Y sigue estando el sueño de animar un programa?
“A mí siempre me gustó ser lector de noticias, pero creo que es mi sueño frustrado ya a estas alturas en Chile. Tal vez, si lo pudiera hacer en otro país, demás”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Es que nada es como muy privado en mi vida, la verdad”.

-Una vez contaste que dormías pilucho. ¿Sigues haciéndolo?
“No. Solamente duerno desnudo cuando encuentro que estoy bien de físico (se ríe)… Qué estupidez, pero es verdad. Ya últimamente duermo con polera. (Piensa un rato) Vicio privado… El peor vicio que tengo es la comida, la hamburguesa con doble porción de queso, champiñones y tocino”.

-Una bomba calórica.
“O sea, es mi vicio de verdad y estoy convencido que yo como de gula. Es para matar la ansiedad. A veces puedo comer, comer, comer y le digo a mi mujer: ’Amor, no puedo comer más…’ ‘Deja de comer’, me dice, pero yo sigo comiendo hasta que se acabe todo”.

-¿Y qué te produce ansiedad que comes tanto?
“Yo creo que si supiese, no comería tanto. El no saber qué me produce ansiedad, me da más ganas de comer aún. Pero es extraño, yo soy un tipo extremo y eso es lo que me molesta y me apasiona y me gusta… Es muy raro, porque a veces soy súper disciplinado… Para el programa del baile bajé 11 kilos en un mes. Estaba en 3.6 de grasa y en 3 semanas subí 10 kilos, porque claro, uno es como una esponjita. Yo me lesioné, salí y comí, comí y comí y engordé. Pero estar arriba y estar abajo, que nada sea constante, también me parece algo -siempre y cuando uno mantenga ciertos límites-, vertiginoso pero atractivo.
“Soy extremo, de contrastes. Creo que eso le da sabor a la vida. Me gustan las cosas agridulces y creo que por ahí va el encanto que yo lo veo en las cosas, pero claro, se puede reflejar en estos desordenes alimenticios”.

-Pero ahora que te casaste llegará algo de orden en tu vida, ¿no?
“Claro, pero tampoco me gustaría que todos los días fuese lo mismo. Trabajar en un mismo lugar, despertarme a la misma hora, ir a la misma hora al gimnasio, hacer el amor el fin de semana… Todo estructurado no me gusta, no. Va a llegar un día en mi vida en que me va a gustar, pero posiblemente ese día me voy a morir”.
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