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“Yo participo del sistema, pero no me vendo en ningún segundo a él”

Actor, empresario, pero por sobre todo papá. Este artista no esconde la pasión que siente por su trabajo, pero tampoco la adoración que tiene a su familia, la que le da un sinnúmero de “momentos de epifanía”.

18 de Febrero de 2009 | 09:38 |
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“A mí me gusta el trabajo. Me encanta sentirme trabajando, estar dirigiendo, cantando arriba del escenario, actuando, montando espectáculos, me gusta andar de gira. Me gusta trabajar, pero en eso. No me veo trabajando en otra cosa”, dice Felipe Castro.

Este actor, empresario cultural y padre tiene algo de parecido al viudo y trabajólico padre de 7 niños de “Ana y los 7”, la serie de Chilevisión que se estrenó hace unas semanas, basada en el programa español, cuyo personaje central, la niñera que por las noches trabaja en un topless, es interpretado por Alejandra Herrera.

Sentado en el restaurante "Off the Record", cada vez que habla de algún proyecto hecho o por realizar, la emoción y fulgor que parece desencadenar en él su actividad laboral, demuestran lo enamorado que está de su trabajo.

Desde 2006 se entregó a su Productora Fiebre, junto a Pancho Melo, Coté Melo y Pablo Álvarez, y es ahí donde Felipe vibra produciendo y dirigiendo obras.

Partió este exitoso año con clásicos como “Fuenteovejuna”, una producción con un presupuesto cercano a los $90 millones y le siguió un ranchereado “Pancho Villa”, de Marco Antonio de la Parra, donde 20 actores y músicos en escena fueron dirigidos por Castro, en una gira que, prácticamente, recorrió todo el país.

Luego, ‘El Mercader de Venecia’ selló un éxito que se mantuvo durante 3 temporadas y que le demostró a Felipe que la senda que lleva con sus socios, la de buscar un teatro “masivo y de excelencia” rinde buenos frutos en el Chile de hoy.

“Nos gusta el teatro para todos, el transversal. No buscamos a la elite, buscamos acercarnos a los grandes públicos que están en regiones, que están a veces aquí en Santiago, en los jueves populares que son siempre más de 400, 500 personas. Si bien es cierto que no podemos abrir a espectáculos de esta magnitud, nunca abandonamos la excelencia en la producción ni en los actores con que trabajamos. Si va a salir carísimo, lo hacemos carísimo, si no, no lo hacemos.
“Nuestro esfuerzo es profesionalizar todas las líneas de producción, llámese contratos, lo que sea, trabajar siempre con escenógrafos, dramaturgos, iluminadores, tener productores, gente de administración... Es una empresa. El teatro en Chile siempre ha sido muy artesanal, algo que es una maravilla, y abrir la puerta a la industria no significa de ninguna manera renunciar a la artesanía. Uno es un artesano igual, pero la industria exige cierto estatus, ciertos límites en su producción, tiene metas y hay que tenerlas claras”.

-Muchos colegas tuyos no entienden cómo lo haces para convencer a las empresas y financiar producciones carísimas.
“Hay que moverse y ofrecer algo que interese. Yo no voy a pedirle plata a nadie, voy a hacer negocios, literalmente. Yo les digo: Les tengo un negocio increíble para su empresa. Ahora vamos a desarrollar una plataforma educativa teatral, porque nos asociamos con la Fundación Luksic y Matucana 100. El teatro sirve mucho, pero mucho, como herramienta educativa en ese aspecto. O sea, cualquier cabro que no ha tenido acceso a la cultura, se sienta en una sala y se siente parte de un todo. Es una cosa muy loca lo que ocurre. Es un proyecto enorme, pero que resultó porque todos vimos un negocio importante ahí, con una pata en lo social tremenda. Otras veces puede ser sólo por espectáculo o puede estar asociado a la famosa responsabilidad social empresarial. Yo no le voy a dar la receta a nadie, pero para mí ha sido muy interesante la aproximación hacia las grandes empresas… Yo trabajé con (Celulosa) Arauco (ex Celco)… tal cual. Pero no trabajé con Hydroaysén. Aquí no se trata de venderse. Yo participo del sistema, pero no me vendo en ningún segundo a él”.

-¿Te criticaban mucho por haber trabajado con Arauco?
“O sea, lo primero que te dicen es: ‘¿Perdón?’ Y uno se preocupa y les dice: ‘A ver, te explico. Arauco tiene un proyecto educativo, aquí están sus objetivos y sus metas. Y me dicen: ‘Ya, pero qué pasa con los cisnes’. Y uno les explica que sí, que metieron la pata, que hay estudios de contaminación... Pero es que si no, no podría trabajar con nadie en la vida. Trabajamos con Arauco y fue un tremendo proyecto. Fuimos a Licantén y estuvimos haciendo talleres allá… Podrían decir que Arauco limpió imagen con nosotros. Pero eso no me lo compro. E Hydroaysén que sí quería, literalmente, limpiar su imagen con nosotros… No, muchas gracias. No estamos en ésa. Si me muestran un proyecto detrás, ahí converso, pero yo no trabajo para limpiarle la imagen a nadie”.

-¿Qué te hizo convencerte de apostar por la industria del espectáculo aquí, con todos los prejuicios y temores que puede haber en un país del que siempre se dice que no va al teatro o que no es muy apegado a la cultura?
“Nosotros asumimos el riesgo del espectáculo. Yo creo que la gente quiere ver espectáculos y aquí faltan los de gran envergadura. Nosotros no vamos a hacer ‘El fantasma de la ópera” en Chile, porque no iría nadie, no resultaría. Pero sí resultan los grandes clásicos, un ‘Pancho Villa’ con 25 actores arriba del escenario, con música, con tecnología, con luces, balazos y rancheras… La entretención es la que a mí me mueve y creo que ahí hay un nicho desde el que se puede aportar”.

-¿Por qué dices que “El fantasma de la ópera” no funcionaría acá? Qué más espectáculo que eso...
“No, porque ‘El fantasma de la ópera’ es un musical, que tiene ciertas reglas, y aquí en Chile no las compra nadie. Nunca han funcionado. ‘La pérgola de la flores’ funcionó porque era nuestra, porque había identificación... ¿Pero te imaginas una temporada de ‘La pérgola’ hoy en día? No”.

-Igual hiciste “Pancho Villa” que fue un musical...
“Pero es otra convención. En ‘Pancho Villa’ le hablo al público y estoy narrando y vamos a cantar la historia… (Canta)Y aquí comienza el corrido… Hay una conexión con el público, uno le dice que vamos a cantar. Eso funciona”.

-¿Presentarás otro?
“Sí, ‘Lautaro’ va a ser una mirada muy loca. Lo que pasa es que en Chile, Bernardo O’Higgins quería hacer teatro y nadie sabía hacerlo, así que se lo pidió a los presos. Todo esto es histórico y real, porque las primeras obras de teatro en Chile las hicieron los presos. Entonces, aquí viene la quebrada de la pata… Nosotros decimos que les pide que hagan una obra de Lautaro, por ser O’Higgins de la Logia Lautarina. Es una historia libertaria contada por presos que no conocen a Lautaro y que lo más probable es que esté incluso preso con ellos”.

-¿Por qué crees que no funciona aquí el género del musical de Broadway? ¿Es muy gringo?
“No sé si sea un género muy gringo. El musical, ése donde yo estoy hablando contigo y empiezo: (canta) Te quierooo... no tiene ninguna posibilidad aquí. La gente se para y se va, no lo compran. En Chile compran la ópera, compran la zarzuela, pero nunca el género musical... Tapita. Y los grandes musicales de Broadway que traen acá, como ‘Cats’, se escuchan mal, actúan mal y cantan mal. Yo lo vi y tuve la suerte de verlo en Londres y en Broadway y el que vi aquí era pésimo, sin querer ser despectivo. Estaba mal cantado, mal iluminado, mal actuado, la sala era pésima... Pero el chileno va y compra la entrada... Es que somos muy chovinistas. ‘El circo del sol’, van y se llena y si uno va es como ya, ¿y? Es el descueve, a mí me encanta, es precioso, pero te aseguro que nadie se emocionó con él. Fui a ver ‘High School Musical On Ice’ con mis hijos y estuvo muy entretenido”.

-¿Y lo pasaste mejor que con ‘Cats’?
“Pero mucho mejor… ‘Cats’ no existió para mí. Habría pedido que me devolvieran la entrada. Estaba todo mal hecho. El elenco era pésimo, desgastado, no tenían ganas de hacer nada. ¿Por qué funciona Madonna? Porque están todos con las pilas a tope. Nadie sale a marcar el paso”.

-¿La fuiste a ver?
“No, no tengo plata”.

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