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Verónica Monroy: “Nunca nos quedamos en la zona cómoda”

La nueva directora social del Hogar de Cristo sabe que es un desafío reemplazar a Benito Baranda, pero tiene tantas metas en que concentrarse, que ése resulta casi un detalle. Desde su cargo asegura que con el terremoto, Chile ha reconstruido comunidad y eso no hay que perderlo.

03 de Marzo de 2011 | 08:28 | María José Errázuriz L
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Una profesora de la Universidad de La Frontera de Temuco la entusiasmó para que hiciera su práctica como trabajadora social en una de las filiales del Hogar de Cristo. Eso hizo y hoy lleva 24 años cumpliendo los más diversos roles en esta institución.


Es así como fue fundadora de la sede en Coihaique y luego estuvo a cargo de la filial en Concepción. Cuando arribó a Santiago, se sumó al equipo de Benito Baranda llegando a ser su directora nacional del voluntariado y de comunicaciones. Sin embargo, con la partida del primero para hacerse cargo del proyecto de duplicar este modelo en otros países de América, Verónica Monroy (42) asumió, en enero, la dirección social nacional.


Se le ve contenta y con mucha energía. Pareciera nada complicada con sus funciones de madre (tiene 4 hijas) en plena época de entrada a clases y su estreno en el puesto que le va implicar viajar un poco más de lo presupuestado por Chile.


Dentro de sus nuevas funciones estará mantener el modelo de centros comunitarios que crearon en comunas colapsadas por el terremoto en las regiones más afectadas. Los 21 centros han resultado todo un descubrimiento para el Hogar de Cristo y eso no lo quieren perder.

-¿Qué te llevó por el mundo del servicio social?
“Mi madre fue profesora rural siempre y creo que la experiencia de ella fue muy importante en la relación mía con sectores vulnerables. Mi mamá me lleva harto a su lugar de trabajo, donde la realidad de los niños era bien dura y permanentemente había una preocupación por mejorar su calidad de vida dentro de las limitaciones que había. Nuestros fines de semana con mi hermana eran muchos destinados a preparar material para los niños de la escuela.
“Creo que eso me permitió vivir esa realidad de manera bastante natural, bien desprejuiciada estando en un colegio particular; de hecho cuando terminé estaba entre trabajo social o periodismo, pero en mi familia estaba muy presente el tema de la preocupación por el otro, includo en mi papá”.

-Cuando te ofrecieron trabajar en el Hogar de Cristo, ¿tenías algún vínculo especial con el Padre Hurtado o alguien más que te motivó?
“Mi hermano había estudiado en Chillán en un colegio que tenían los jesuitas. Para mí el Hogar de Cristo era una institución que conocía de lejos pero me llamaba mucho la atención. Cuando la profesora me propuso hacer la práctica ahí, me hizo click altiro. Fue raro, porque en Temuco el tema era meterse con el cuento mapuche.
“Lo que más me motivó fue sentir que podía hacer cosas altiro aún siendo estudiante en práctica porque el Hogar era en esa época una organización chiquitita. Estamos hablando de los años 80, donde la realidad de la pobreza en Chile, y particularmente en Temuco, era muy dura; había muchos campamentos de una pobreza impactante, entonces la sensación de que podías hacer cosas fue importante. Todo lo que hicieras era bienvenido, eras necesaria y eso me motivó”.

-¿Esa sensación de que eras necesarias se mantiene hoy día?
“Absolutamente. Siempre la gente me pregunta cómo llevo tanto tiempo en esta institución sin desmotivarme y haciendo memoria no ha habido ni un día en que me haya aburrido. Nunca he sentido que estoy haciendo siempre lo mismo o marcando el paso. Siento que soy parte de un engranaje que de verdad está todos los días pensando y cuestionandose lo que hacemos. Nunca nos quedamos en la zona cómoda, siempre estamos preguntándonos si lo estamos haciendo bien o cómo lo podemos hacer mejor. Hay una capacidad de no contentarnos, de no sentirnos satisfechos, nunca sentimos que la tarea está hecha”.

-Hoy tu desafío es estar al frente de la dirección social, ¿cómo lo describes?
“Como un desafío, un tremendo desafío que me entusiasma, me motiva. Este cargo te da la posibilidad de soñar mucho, hay un tremendo equipo detrás y me entusiasma la posibilidad de seguir cuestionándonos cómo poder hacer el trabajo como país, no sólo como Hogar. La pregunta de todas las mañanas es cómo hacer que las personas que viven en situación de pobreza y exclusión puedan tener las mismas oportunidades que otros”.

-¿Se te ha ampliado este desafío por suceder a una persona como Benito Baranda?
“Benito para mí es una inspiración, es un honor asumir el cargo que ha dejado, pero creo que uno no reemplaza a las personas, reemplaza las tareas. No pretendo reemplazar a Benito, pretendo desarrollar el cargo que él ha realizado de manera súper inspiradora en el Hogar en los últimos años. Prácticamente toda mi vida profesional la he hecho con él y no lo siento como un peso, sino una inspiración.

-Ustedes se han involucrado en el proceso de reconstrucción del país, concretamente con los centros comunitarios. ¿Qué han aprendido en este proceso?
“El gran aprendizaje del Hogar ha sido caer en la cuenta de lo fundamental que es la organización comunitaria; la capacidad que tiene una comunidad para rearmarse, reorganizarse, reinventarse y finalmente, hacer una comunidad. Las aldeas en las zonas del terremoto no eran comunidades hasta antes de formarse y se ha tenido un tremendo desafío de unir a familias que venían de distintos sectores pero que fueron afectadas por la misma tragedia. Se han tenido que organizar, armar redes, preocuparse del cuidado de los niños y formar un equipo de trabajo donde han surgido líderes espectaculares. Ellos han sido un regalo, son líderes empoderados, capaces de actuar como contraparte, tienen claro lo que quieren y pueden exigir a pesar de que hace dos años tenían una vida distinta”.

-¿El país ha aprendido que somos más vulnerables de lo que nos creemos, incluso los que están en sectores acomodados?
“La naturaleza tiene su sabiduría y es un llamado de atención. Vi en los especiales del fin de semana el testimonio de un chiquillo que decía precisamente que nos sentíamos todo poderosos, tan omnipotentes, con una seguridad radicada, especialmente, en los bienes materiales, y todo eso desaparece. Un terremoto hace desaparecer aquello en lo que tienes puesto parte importante de tus seguridades y es importante porque esto tiene que ver con dónde uno pone sus proyecciones.
“Esto es un tema bastante transversal, no sólo de las personas que viven en situación de vulnerabilidad siempre; porque los que tenemos oportunidades esperamos más oportunidades”.

Verónica Monroy retoma el tema del resurgimiento del espíritu comunitario señalando que es un valor que Chile no debiera perder, sobre todo cuando vivimos en una sociedad tan individualista. “Cuando se es capaz de vivir en comunidad en situaciones bastante precarias, extremas, se debe preservar ello. Como Hogar vemos que estos centros nos han permitido vivir esa fortaleza de las personas, visualizar el surgimiento de líderes de la comunidad y no lo queremos perder y estamos viendo la posibilidad de implementarlo como modelo en otras zonas que no están afectadas por el terremoto, pero sí sufren el flagelo de pobreza. Este modelo permite aglutinar a las personas en pos de objetivos comunes”.

-Hablas de un resurgimiento el espíritu comunitario, ¿qué otros cambios han visto?
“Un aprendizaje es ver la capacidad de resiliencia de las personas; cuando se va a esa zona no se puede creer que la gente tenga optimismo y esté esperanzada estando en una situación de tanto daño; uno ve que tienen esperanza y valoran el estar vivo, el estar juntos. Es capacidad de reinventarse y ver donde se ponen los sentidos de vida se palpa cuando se conversa con las personas más afectadas”.

-¿Ha habido una reformulación del sentido de la solidaridad? ¿Uno no tan centrado en lo cortoplacista?
“Siempre la solidaridad surge, habitualmente, con mucha mayor fuerza cuando un problema lo vemos con la Teletón. Nos movilizamos por un objetivo común y luego como que se nos merma. Este terremoto sacó la capacidad de movilizarnos como país, sobre todo en las semanas en que duró la emergencia.
“El tema es cómo lograr que eso que nos motiva pueda permanecer en el tiempo, porque se nos tiende a olvidar y cuando uno va a la zona del terremoto y lo recorre te das cuenta que la gente sigue aún viviendo en estado de emergencia. El terremoto nos tiene que enseñar que la vulnerabilidad de algunos es permanente, que hay personas que viven siempre en estado de precariedad y esas son las personas por que tenemos que visibilizar y crear conciencia”.

-¿Qué te provoca la imagen de las mediaguas?
“Hay que entender la mediaguas en el contexto del terremoto y fuera de éste. La que es ajena al sismo me provoca pena, porque me habla de injusticia, de inequidad, de niños, de parejas que no tienen un espacio digno para vivir; me habla de indignidad porque es la imagen que representa la forma como viven los más pobres de este país.
“En el contexto del terremoto la mediaguas es una vivienda transitoria, es una solución de emergencia y como Hogar quisiéramos que fuera eso; ellos tienen que tener un principio y un fin claro. Ellos anhelan su casa definitiva, pero lo que más los angustia es la incertidumbre”.

-¿Hay alguna garantía que permita vislumbrar que todo lo aprendido no debiera olvidarse?
“Pucha, dicen que el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra. Espero que seamos suficientemente inteligentes para aprender todo lo que hemos tenido que aprender en este tiempo. Por eso relevo tanto el tema del trabajo comunitario. Nosotros como Hogar nos habíamos restando un poco de ello; fue muy importante en la época dura de los campamentos pero lo asumió el Techo para Chile. Hoy la reflexión es que no nos podemos restar, tiene que hacerse con o sin terremoto y por eso queremos que en el trabajo comunitario esté inserto en todos nuestros programas”.

Su reflexión final da para pensar: “La reconstrucción tiene que ser del capital humano. Puedes hacer las mejores casas, pero si las familias están disgregadas de qué sirve. La reconstrucción se hace fundamentalmente con las personas y lo que uno invierta en ellas es vital”.


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