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Nano Stern: Patiperro musical

Conocido por muchos como “el chileno que llena conciertos en Europa”, este músico asegura haberse instalado por fin en Santiago, tras haber recorrido los cinco continentes. En su travesía probó los sabores más increíbles y aprendió que el mejor lugar es el que está dentro de uno.

28 de Junio de 2011 | 16:25 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Christian Zúñiga, El Mercurio.
Nano Stern viene de vuelta. Después de haber recorrido el mundo por siete años, solo acompañado de su guitarra y sus canciones, y haber alcanzado el éxito en Europa, el músico chileno volvió al suelo que lo vio crecer, claro, a su manera.

Si bien tuvo un periodo de conciertos en Chile, (después de su gira por Australia, un viaje a Uruguay y unas pequeñas vacaciones en Chiloé), el joven de 26 años parte de nuevo al Viejo Continente por dos meses y medio, en los que hará su rutina en el extranjero: llenar de público los conciertos de música folk y visitar a los amigos que ha ido dejando en cada país que pisa.

Se fue a los 19 años a Alemania, dejando tirado sus estudios en el Conservatorio, sus ayudantías de la carrera, sus comodidades, sus amigos. No sabía hablar alemán y su hospedaje gratuito solo prometía tres semanas de techo. “No tenía dónde caer muerto”, recuerda hoy el mismo hombre que se ha transformado en una de los principales referentes de la escena musical actual.

De hecho, antes de partir a hacer conciertos afuera, estuvo presentando con éxito su cuarto disco de estudio, “Las torres de sal”, un trabajo grabado en directo, o sea, con todos los músicos tocando de una sola vez, para mantener esa magia que entrega una banda al compenetrarse.

Los temas y las historias mitológicas que inspiran las canciones son tan variados como los lugares que Nano ha recorrido. Él se ríe cuando cuenta que su pasaporte es un estropajo de lo usado que está, tras haber estado en los cinco continentes, incluyendo partes tan recónditas como el extremo oeste de Rusia. Pero si bien pareciera que su naturaleza es seguir yendo de aquí para allá con su guitarra al hombro, lo que el músico quiere hacer es calmar sus paseos fronterizos, e instalarse más en Santiago. “Opté por no seguir en ese ritmo, sino que desarrollarme y hacer otras cosas. Hoy mucha gente escucha mi música y los conciertos se llenan de gente que la canta, que vibra con ella y eso me hace muy feliz”, cuenta.

-¿Por qué te fuiste en un principio?
“Porque sentía que había más mundo que conocer. Todos me decían que terminara la carrera primero, y que después viajara un poco. Pero yo no quería eso, darme una vuelta, un año sábatico y volver a trabajar. Así que renuncié a todo lo material y me fui a Alemania, donde tenía muy poco, no conocía a nadie y partí de cero, tocando en la calle. Así fui conociendo gente y rápidamente armé mi circuito, mi gente, mi casa, mis amigos, mi trabajo”.

-¿Qué te pasa cuando lees cosas como “Nano Stern, el chileno que triunfa en Europa”?
“Me da un poco de risa. Pero me doy cuenta que es cada vez menos tema. Por eso a veces me pico un poco, cuando colegas míos van un poquito de gira a alguna parte  y es noticia, pero como el medio está tan acostumbrado a que yo me vaya todos los años y muchos meses... ‘Ah, Nano de nuevo se va a Europa. ¡Qué importa!’. Pero cada vez es más heavy. Se llenan teatros, se publican los discos, y para mí siempre es un medio trabajo. Finalmente, la respuesta profunda seguramente, es que da un poco lo mismo lo que diga la gente. Yo esto no lo hago por lo que van a decir sino porque necesito hacerlo”.

-¿Hay algún lugar que recuerdes con más cariño?
“Muchos, no todos, pero más de los que podría enumerar. Fueron siete años de constante movimiento, pero más que un lugar particular, creo que la enseñanza que me deja el haber estado en todos esos lugares es que finalmente el viaje no tiene ningún sentido si es que no se acompaña de un viaje interno, y el lugar favorito es uno dentro mío. En un libro que me gusta mucho, el “Tao te Ching”, dice que puedes conocer el universo entero sin salir de la puerta de tu casa, y es cierto. Claro, yo, ansioso y pendejo, he tenido que viajar por muchos lugares para poder empezar a darme cuenta que es verdad”.

-Pero habrá algún sitio que eches de menos...
“Ñuñoa. Es como mi centro energético y base de operaciones. Ahí está mi gente, mis amigos y me siento en casa. Estando acá puedo echar de menos Europa, pero Santiago, si es mi ciudad”.

Sin embargo, Stern recuerda Marruecos como un sitio que le impactó por su belleza y su cultura. Tiene los mejores recuerdos de Essaouira, una de esas ciudades del país árabe, con su medina amurallada, y que albergó un festival musical con 200 mil personas.

Ahí, Stern fue acogido por un maestro sufí, que le enseñó su música y en su hogar, lo coronó con el mayor honor que podría tener un invitado. Darle de comer ojos de pescado.

-¿Cómo?
“Eso fue lo más freak de todo”.

-¿Qué sabor tienen?
“Los tragué los más rápido posible. Pero es que eran el gran honor. Había dos y me dieron los dos. El gallo con sus manos los sacó del  pescado y me los pasó. Tenía que aperrar”.

Nano continúa contando sus aventuras, señalando que, curiosamente tras el evento de los ojos de pescado, se hizo vegetariano, al igual que uno de sus mejores amigos de Eslovenia. "Él es completamente vegetariano. Y una vez fuimos a hacer unos talleres a un pueblito de Perú, donde nos quedamos en una casa muy humilde, con piso de barro y paja. La señora dormía con sus hijos en una cama y adentro de la casa, había varios cuy y un becerro. Nosotros jugábamos con los cuyes, hasta que un día llegamos y encontramos uno muerto. Miramos a la señora y estaba matando a otro, para hacernos una cena. Hay que entender que es un honor, que es su cultura. Sino, eres un turista más”.

-¿Cómo se viaja sin la intención de ser un turista?
“Porque tu motivación es otra. No vas con la intención de querer adueñarse de pedacitos de los lugares donde estás. Lo mismo las fotos. Yo no llevo cámara nunca, ni grabadora de sonido. No es mi rollo capturar. Cuando vas de viajero por más tiempo, te das cuenta que no es sustentable esa actitud y que tienes que entregar también. Es un intercambio. Tú das algo y recibes algo, es siempre así. Y la gente te acoge también porque tú le puedes aportar algo a ellos, que no es lo mismo que el turista que va y le paga 2 dólares a un hombre para que le muestre su ciudad”.

-¿Qué aprendiste en tus viajes que puedas compartir?
“Toda mi vida adulta la he vivido así, así que supongo que todo, mis actitudes y reflexiones, vienen de eso, de todo el mundo, de las experiencias".

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Algo que quizás al gente no se imagina de mí es que soy muy hincha de la U. Voy al estadio y he sido socio del club. Estaba en Santiago para la final de la Apertura, en un festival que se hizo en el Caupolicán y me escapé en medio del concierto al bar más cercano para ver la final del partido. El fútbol es lo único que he querido ser en mi vida, aparte de músico. Pero me di cuenta que tengo mucho más talento para una de esas dos cosas, no más. Mi papá tenía un dicho muy sabio: ‘El fútbol es la cosa más importantes de las cosas que no importan absolutamente nada’. A mis hijos les diré lo mismo”.

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