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Martín Castillo: “Todos somos machistas en el fondo de nuestros corazones”

El “pelele” más joven de la teleserie nocturna de Canal 13 nos cuenta cuál ha sido el momento más sumiso en su vida y explica su situación, al no ser el prototipo masculino. “Pensaba que le daba susto a las minas”, confiesa.

31 de Agosto de 2011 | 08:39 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Carla Dannemann, El Mercurio.
No es el macho alfa, lo tiene claro. Y no tiene reparo alguno en decir que es mamón. Martín Castillo (25), el ‘pelele’ más chico de la teleserie nocturna “Peleles”, no aspira a ser un hombre musculoso, galán y autosuficiente, porque sabe que, al contrario, es muy flaquito, su dentadura no es perfecta, y aún conserva algo de la voz de pito de la adolescencia. Su conflicto, más bien, va por ver cuánto del machismo -de ese inculcado por siglos- deja florecer en su vida.

“Sencillo”, es un califico que no le hace tanta justicia. Y tal vez porque aún no se resiente con el asedio de la fama, este actor aún se mueve a pie a todos lados, sin tener que preocuparse de que alguien le pida un autógrafo, una foto o que lo queden mirando con cara de “él sale en la tele”.

Esto, porque recién viene haciéndose más frecuente su rostro en televisión, desde que aparece con su personaje de “Titito”, el hijo de Claudio Arredondo y Mariana Loyola en la teleserie nocturna de Canal 13. No es actor -estudió dirección audiovisual-, pero lo está intentando y hasta el momento, no lo ha hecho nada de mal.

No por nada, su primer trabajo público en la interpretación, “Te creí la más linda...” -dirigida por su amigo Che Sandoval- le valió muchos comentarios positivos en la prensa, e incluso en Argentina lo catalogaron de “actor revelación”. Por eso, no fue extraño que lo reclutaran ahora para la TV.

Sentado en una mesita de un patio del ex canal católico, comenta que aún no sabe qué terminará haciendo de su vida, pero que está aprovechando al máximo su veta actoral con este personaje, que viene a ser otro de los sumisos -y a veces macabeos, según se mire- protagonistas.

Y cuando se trata de comentar anécdotas peleles de su propia autoría, no duda en contar cuando agarró sus maletas para irse a Francia, donde su polola se había ido a estudiar, gastándose de paso, el dinero que había ahorrado para irse a vivir solo.

“Allá pasaba todo el día en su casa, y como sentía que tenía que hacer algo por su hogar, le lavaba la ropa, barría, lavaba los platos. Ella después llegaba y yo le tenía lista la comida y le preguntaba ‘¿cómo te fue, mi amor?’”, cuenta.

En París, trabajaba en una pizzería, pero lo echaron por crisis económica. Y aunque le facilitaron alojamiento a las afueras de la capital francesa, no era muy grato para él que éste fuera una helada cabaña -a mitad del patio de una casa- que quedaba algo aislada cuando nevaba. “La gente pensaba: ‘El pobre niño chileno que viene del Tercer Mundo y vive en la cabañita, debe estar acostumbrado’, y me decían que prendiera la estufa, pero se caían todos los tapones del barrio y llegaban unos negros gigantes a tocar la puerta y a decir que otra vez el chileno usó la calefacción”.

En resumen, no lo pasó tan bien como esperaba. Y como sus amigos de allá eran más bien de su polola -quien no dudó en dejarlo solo en Francia para venirse un mes a Chile-, y la película de su amigo, en la que actuó, empezó a agarrar vuelo aquí, no dudó en tomar sus cosas y regresar.

Hoy, soltero, no sabe si volvería a hacer la misma hazaña, y espera que el pelelismo de antaño no siga presente, de manera tan profunda, en su vida. Eso sí,  “mejor no escupir al cielo”, dice.

-¿Qué es un pelele?
“Es una persona un poco sumisa, mamona, que se deja abusar y que no toma las riendas de las cosas, que no se hace cargo, así que se mantiene bajo las normas y el sistema que lo mueve”.

-¿Te consideras uno?
“Pude haber tenido mi época pelele, pero ahora he estado tratando de cambiarla”.

-¿Por qué?
“Porque estamos en el 2011 y creo que las minas quieren de nuevo a alguien que les dé una palmadita en la raja. Toda la vida he sido medio pelele, de cuidar harto a las chiquillas de turno (ríe)... En verdad, tuve una sola polola, así que en ese caso era muy pelele. Ahora, creo que es bueno ser un poco más machito en la vida. No andar tan mamón. Yo crecí en una época de valores medios confusos, el 86, y mis primeros recuerdos son de los 90, con todo el proceso de transición. Así que nunca me he podido agarrar mucho de algo. Siempre me sentí un poco debilucho en cuanto a moral o voluntad. Ahora, tampoco es algo que tenga claro. Puede que mañana vuelva a ser el pelele de siempre”.

-¿Terminaron por la distancia?
“Sí, principalmente. Nunca tuvimos una pelea definitiva. Fue algo natural. Pero siempre me pregunto, por qué termino hablando esto en las entrevistas”.

-¿Cuánto llevas soltero?
“Como un año y medio, y ya está bueno. Además, ahora quizás soy buen partido”.

-¿Cómo conquista un pelele?
“Yo tenía ciertas actitudes pelele, como de no sacar a bailar. Me quedaba en un rincón, un poco esperando que apareciera alguien y conversar. Era medio dejado en ese sentido, de la vieja escuela. Después, cuando ya estaba medio borracho, daban un poco lo mismo las minas y me quería ir para la casa. Pero bueno, un pelele conquista con harto respeto, como diría el personaje del Fabi (Néstor Cantillana), y siento que tengo algo de él. No soy el macho alfa. Me gusta entrar a conversar, conocer a la persona”. 

-De la vieja escuela, como dices.
“Claro. No entiendo a esos locos que buscan a una mina en Facebook, ven si la encuentran rica por foto, y después la conocen. Yo prefiero el proceso inverso. Conocer a alguien y después el teléfono. Tengo ciertas cosas que son de caballero a la antigua, pero no las del machista antiguo. Eso sí, no sé si funciona todo esto. Al final, pueden querer que alguien les dé la palmadita en la raja y yo no hago esas cosas”.

-¿A qué te refieres con ‘una palmadita’?
“A mandar, golpear la mesa. Ser el hombre proveedor, mientras la mina, no sé, cose (ríe). Yo no estoy de acuerdo con eso, pero está enseñado desde hace millones de años, como que el color rosado es de las minas y el celeste de los hombres. Siempre he tratado de ser rival de esa postura, pero creo que al final es inevitable”.

-¿En el fondo de tu corazón eres el machista que no quieres ser?
“Todos somos machistas en el fondo de nuestros corazones, y sin darnos cuenta. Pero yo trato de agarrar lo mejor de la vieja escuela”.

-¿Qué sería?
“Encontrar en la mujer algo inspirador, el motor de las acciones de la vida; ‘yo voy a vivir para que ella y mi familia se sostengan’. Pero eso también hace ser muy cerrado, creyendo que por ser hombre hay que llevar las riendas de la familia, sin dar opción a pedir ayuda”.

-Pese a todo, pareces conectado con tu parte femenina.
“Lo intento. Soy re cercano a mi mamá y además, soy piscis. Cuando chico me molestaban por ‘Los caballeros del zodiaco’, porque Piscis tiraba rosas y era medio fletito. ‘¡Uy, ahí está el flaquito piscis!’, decían. Aparte que yo hablaba con voz de pito -que todavía tengo un poco-, y era de verdad flaquito y con un corte callampita. Así que de chico traté de diferenciarme del hombre prototipo, que juega a pegarse patadas, no me gustaba. Prefería jugar cartas con las minas”.

-¿Tienes muchas fans? Ahora, saliendo en la tele, debes ser más masivo que con la película, ¿no?
“El tema de ser masivo no lo calculé nunca. Nunca le pregunté a los actores consagrados qué hacían en la calle o si se compraron un auto. La idea es seguir la vida normal de siempre. Me lo tomo con calma y buena onda. No sé cómo lo harán los que llevan veinte años en la misma, pero no me reconocen tanto en la calle. Generalmente aquí, en las inmediaciones del canal, de repente me cachan o no sé, viene gente de un colegio y me pide que cante una canción para la alianza y que al final diga que apoyo el paro. Es posible que más adelante pueda ser algo más tedioso, pero por ahora es chistoso. Ah, y una vez alguien me gritó en la calle ‘¡peleles’!”.

-Pero ya debes tener algún grupo en Facebook.
“Son como doscientas fans, no es tema. Además, no es que explote mi lado galán en la teleserie, al contrario. Tampoco creo que sea alguien demasiado feo. Hubo un momento, tipo 16 años, que me di cuenta que no era tan feo”.

-¿Cómo sucedió eso?
“Porque las niñas más grandes empezaron a darse cuenta de ese cabro chico de 2° medio. Yo me sentía súper flaco, una calavera, y pensaba que le daba susto a las minas. Pero ahora no sé qué decir de las fans. A lo mejor, algún día, voy a firmar unas pechugas; con el diente como marca registrada... Yo usé frenillo 5 años de mi vida”.

-¿No usaste la placa después?
“No tanto tiempo como se debió haber hecho. A veces sueño, después de diez años, que tengo todavía puesta la placa. Tal vez aprieto los dietes de noche, no sé. Pero ya asumí mi dentadura a la inglesa”.

-¿Te da un toque europeo, sofisticado?
“Sí, y creo que ya es una marca registrada; ‘el de los dientes chuecos’. De hecho, siempre he querido hacer un comercial de pasta de dientes, sobre un diente brillante. ‘Él se lavó solo un diente y los demás no’, y que se muestre este diente blanco y brillante y los demás súper oscuros y amarillos”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Cuando me corté los ligamentos -es que había una chiquilla que se tropezó en un baño y cuando fui a ayudarla, me tropecé en el camino a salvarle la vida-, estuve seis meses en recuperación. Y eso lo reemplacé por jugar ‘Winning Eleven’, ese juego de fútbol que juegan todos los machos alfa. Soy muy bueno, la verdad. También me gusta hacer música en el computador. Inventé que es electrónica de autor, porque la hago con el teclado del computador, con las letras. Pongo unas bases, empiezo a tocar encima, canto, y ahí queda la canción. La verdad es que como no cacho mucho lo que quiero hacer, todo es un hobby para mí”.
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