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Conoce por qué un hombre escapa del compromiso amoroso

A través de sus columnas, el periodista Rodrigo Guendelman entrega una excelente descripción de lo que hay en la mente masculina cuando ellos se sienten con la soga al cuello para formalizar.

25 de Noviembre de 2011 | 16:17 | Emol
En algún momento de la vida masculina, son varios los hombres que por algún motivo rehuyen de todo compromiso que tenga tintes formales. Son heterosexuales, les encanta que una dulce mujer los abrace, los bese y le muestre los encantos del mundo femenino, pero a la hora de ponerle nombre y apellido a la “buena onda” que hay entre los dos, sudan, tiemblan y se esfuman.

Es un fenómeno que comparten famosos y desconocidos, personajes de ficción como el clásico Charlie Harper, de “Two and a half men”, futbolistas, abogados, carpinteros y artistas. Sin importar raza, clase social, profesión ni credo, hacerle el quite a vivir en pareja -y para qué decir, al matrimonio- parece ser una costumbre masiva y siempre presente.

En “Cuestión de tamaño, la mente del macho chileno” (Editorial Aguilar), el periodista Rodrigo Guendelman presenta siete años de las columnas, publicadas en diversos medios, que le hicieron ganar al aprecio de muchos y el rechazo de varias.

Las columnas, escritas en distintos períodos de su vida, soltería, matrimonio y paternidad, permite ver la evolución o retroceso (según como se quiera apreciar), del pensamiento masculino ante el compromiso amoroso, pasando del odio al mundo femenino a la creencia de que nada es tan terrible, incluso, el hecho de que los hombres nunca se llevarán bien con las mujeres.

“Es el momento para que los hombres, últimamente tan desorientados como castrados, absolutamente confundidos en los roles, nos levantemos y digamos basta”, escribió el periodista, quien propone el ‘masculinismo’, como un nuevo machismo, que lucha, entre otras cosas, contra las injusticias a las que los hombres se exponen hoy en día.

“La ley nos discrimina (...) Si nos separamos tendremos que demostrar que nuestra ex mujer está de patio para poder quedarnos con nuestros hijos”. “Si un hombre es infiel, necesariamente es por deporte, porque es fresco, porque no se puede controlar. En cambio, si la señora se portó mal fue porque el marido no se preocupaba lo suficiente de ella, porque el colega la regaloneaba como hace rato no le pasaba en la casa, porque se sentía sola. Es injusto. Y cansa”, alega Guendelman.

Por eso y otros motivos que tienen que ver con las costumbres masculinas en el diario vivir, el periodista entrega doce razones por la que un hombre no debe casarse ni vivir en pareja. Estas son:

1.- “Si eres soltero haces lo que quieras, como quieras, con quien quieras, a la hora que quieras y donde quieras”.

2.- No tienes que dejar tu departamento de soltero para arrendar un lugar con dos baños.

3.- “Se puede ver tele hasta las cinco de la mañana en la pieza, escuchar música sin necesidad de usar audífonos, trabajar en el computador sin tener que teclear despacito, jugar Nintendo con ruido y todo, hablar por celular en voz alta y hasta gritar de rabia”.

4.- “No hay que pedir perdón 13 veces a la semana cada vez que uno se condorea”.

5.- Se puede comer en la casa, pasar un fin de semana sin hacer nada de nada, o sea, estar los dos días en pijama, no lavar un solo plato y menos los dientes.

6.- “Nadie se da cuenta de que roncas y, mejor aún, nadie te despierta con ronquidos”.

7.- Nadie te va a exigir que te afeites porque estás rasposo.

8.- “Puedes tener sexo sin amor”, ser promiscuo, sádico y narciso sin culpabilidad.

9.- Nadie te quitará tu almohada porque le gusta tu olor.

10.- Y nadie te pedirá que duermas abrazado.

11.- “Te evitas una situación dramática: darte cuenta de que ella usa placa de relajación para ganarle al bruxismo”.

12.- “Si vives solo no tendría por qué interesarte buscar en el diccionario español-inglés la palabra fart. No sé qué puede ser más terrible: que quedes en evidencia o que queden en evidencia”.

Pasando los años y las columnas escritas, su visión ante el matrimonio siguió siendo contraria, recordando frases que se comentan en el circuito de solteros, como que es “la principal causa de divorcio” y la “forma más rápida de ponerse gordo”.

Por este motivo, la idea del concubinato comenzó a parecer menos agobiante. “No se trata de vivir tensionado con la idea de que uno va a dejar al otro al primer estímulo externo o signo de fatiga. Pero sí de entender que al no haber lista de novios, juez civil (...) millones gastados en el vestido y la fiesta, luna de miel pagada por el suegro y tantas expectativas compartidas con todos y cada uno de los seres queridos, la única razón para estar juntos es el amor, la amistad, el buen sexo y la idea de construir presente y futuro juntos”.

Pero como todo ser humano, Guendelman aprendió con el tiempo que jamás se debe escupir al cielo. “Me casé a los 37 (...) Para la media chilena, era viejo. Fui el último del grupo de amigos del colegio. Y uno de los últimos del grupo de amigos de la universidad”, dice, comenzando una columna en la que comenta las ventajas de llegar al altar a una edad más madura.

Entre éstas, cuenta que está la independencia económica para poder invitar a los padres y suegros al matrimonio, “y no al revés, como pasa en todas las ceremonias donde los ‘niños’ son veinteañeros sin capacidad económica y deben someterse a las presiones y deseos frustrados de sus padres”.

Pero, sobre todo, Guendelman destaca la tranquilidad que da la madurez para poder hablar de todos los temas importantes -hijos, religión, dinero, valores, descanso, sexo, etc.- antes de dar el sí, y de esta manera, no encontrarse con malas sorpresas al tiempo de casados.

“Hicimos lo que demasiados pololos dejan para el noviazgo, que luego dejan para cuando están casados, que luego dejan para cuando sean papás y que finalmente los atrapa y los destruye”, comentó.

“Mejor viejo que pendejo”, aseguró el periodista, insistiendo en que entre los 18 y 30 años la vida da muchas vueltas como para establecerse con una persona, y que no es sino hasta los 35 que los hombres (algunos) maduran y tienen la “sabiduría” que los errores, caídas y derrocamientos de mitos otorgan.

“Especialmente ese que dice que lo único importante es el amor. Que si nos queremos, todo lo demás se arregla de una manera. Pamplinas, el amor es solo el comienzo”, sostuvo.
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