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Lucía Dammert: “La violencia se ha convertido en la forma de resolución de los conflictos”

Esta socióloga asegura que la violencia es expresión de frustración y los países inequitativos como Chile la viven. Agrega que el estrés y las carencias se encuentran detrás de la violencia no delictual que se observa en la vida cotidiana y que la violencia criminal está ligada al tráfico y uso de drogas y armas.

01 de Diciembre de 2011 | 08:52 | María José Erázuriz L.
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Hace escasas semanas nos impresionamos con la muerte de un niño de 5 años que viajaba en el TranSantiago. El pequeño recibió una bala que segundos antes había traspasado a un adolescente, quien también falleció. El autor se mostró arrepentido de la muerte del niño, pero no del joven.


Sólo algunos días después, dos jóvenes se dieron muerte en la calle luego de resolver saldar sus cuentas a disparos, cual far west.


Las noticias sobre hechos violentos se suceden todos los días, es más, son las que ocupan mayormente las pautas de los noticieros de televisión. Lucía Dammert, socióloga, experta en temas de seguridad y violencia, apunta precisamente a este fenómeno de exposición mediática como a uno de los responsables de la banalización de la violencia en Chile.


“La violencia se ha convertido en la forma de resolución de los conflictos”, afirma, a la par que descarta que nuestro país esté en vías de convertirse en un México o una Guatemala donde casi todos los días se encuentran cuerpos acribillados o un linchamiento.


Dammert asegura que el tema de la violencia, en todo su espectro, es algo cíclico en Chile. De hecho se pueden encontrar libros de historia –como “Ladrones” de Daniel Palma- que registra los robos entre 1870 y 1920 y da cuenta de los debates que se daban en la sociedad, donde se tendía a identificar a ciertos grupos, más pobres, generalmente, como los focos de origen.


“Quienes creen que la violencia empezó antes de ayer están un poco equivocados. Hay un proceso histórico bien largo de uso de violencia que a lo mejor tiene una expresión muy importante en el período de la dictadura militar, pero que después, en democracia, se mantiene y expresa en el ámbito familiar, en los espectáculos deportivos, en los colegios. Tenemos una sociedad cada vez más violenta que resuelve conflictos a través de ella”, dice.

-¿Pero eso no es propio de todas las sociedades?
“No sé si de todas. Hay sociedades donde hay más uso de violencia que otras; a lo mejor Estados Unidos mucho más que Finlandia o los demás países nórdicos, pero cada sociedad saca a flote sus niveles de violencia en diferentes circunstancias. Si ves España, sus niveles de violencia callejera no son altos, pero la violencia contra la mujer, a pesar de todos los avances en materia de derechos de género, es muy alta.
“Podemos afirmar que vivimos en sociedades cada vez más violentas o que no saben resolver sus conflictos sin ella y se expresa de varias maneras como echarle encima el auto a una persona y terminar en golpes. Los niveles de frustración de la gente, hoy en Chile, son altos y los de tolerancia, bajos”.


Lucía Dammert cree que esto último es lo que hace que la violencia esté más magnificada hoy en nuestro país. “La violencia es la expresión de una frustración; los países altamente inequitativos tienen niveles de frustración más evidentes. A pesar de estar presente la violencia en la historia de Chile, hay momentos en que es más alta, de ahí los procesos cíclicos”, explica.

-Con la llegada de la democracia, ¿se visualizaron varios tipos de violencia como la intrafamiliar?
“Hemos vivido una evolución donde las cosas que eran normales ya no lo son tanto como pegarle a los niños o a la mujer. Hace 40 años, se hablaba de educar a los niños pegándoles un correazo y hoy eso es inadmisible.
“También han cambiado nuestras formas de vida; antes se vivía en comunidad y hoy, ojalá los vecinos no se metan, y así, el individualismo, entonces, limita tus niveles de comprensión a lo diferente. Y claro, la única forma de tolerar y aceptar al otro es conociéndolo. Si vives encerrado y al salir te encuentras con un grupo punk juvenil, la primera reacción será pensar que son vándalos. Por eso, hay muchas políticas que buscan que la gente comparta espacios, porque es la forma de entender que ninguno es tan malo”.

-¿Somos un país más violento hoy?
“Lo que uno ve es que hay mayor conflictividad social que no necesariamente deriva en un país más violento. Lo que sí es evidente es que algunos hechos muestran que la violencia es la forma cómo resolvemos nuestros conflictos y eso lo encuentras en el espacio escolar donde hay abusos entre compañeros, hacia y por el profesor; también en la familia donde han crecido las denuncias no sólo de violencia hacia la mujer, sino a los niños y ancianos”.

-¿Pero cómo explicas que dos jóvenes se maten en la calle cual far west?
“Eso habla de una focalización de la violencia, porque eso no ocurre en todo el país. Hay barrios donde los niveles de violencia son muy extremos y probablemente esto esté vinculado al tráfico de armas y drogas, aún más. Esto muestra que hay lugares de Chile, especialmente en Santiago, donde el uso de violencia es una forma de sobrevivencia.
“Ahora la mayoría de los homicidios en Chile son actos pasionales, donde hay una mujer de por medio. Claramente las drogas agravan la situación y ahí el crimen es una forma de sobrevivencia”.

-Estamos aquí frente a otra suerte de discriminación donde la violencia se focaliza en sectores más vulnerables.
“La seguridad no está repartida de igual forma y los barrios donde está más concentrado el tráfico de drogas y armas son los populares y eso hace que la violencia se gatille. En el enfrentamiento diario por la esquina, el territorio, se encuentran niveles más evidentes de uso de violencia, lo que no quita que se haga presente en otras partes de la ciudad. Los grupos que se dedican al delito son muy pequeños, no son más del 5% de la población, pero son altamente violentos”.


Lucía hace hincapié que el acceso a las armas es lo que ha hecho la diferencia, porque antes las discrepancias se arreglaban con el puñetazo o la patada.

-¿La globalización, la exposición a violencia extranjera de diverso tipo, hacen también al fenómeno?
“Hay estudios que dicen que no está comprobada la relación entre exponerse a hechos violentos con la generación de más violencia, pero sí está probada que la sobre presencia de hechos criminales en los medios aumenta la banalización de ella como un hecho cotidiano, lo que es muy peligroso.
“Esto muestra la dificultad que hay para generar una cobertura más profesional de los delitos por parte de los medios. Y esto no sólo tiene que ver sólo con la violencia criminal, sino con otro tipo de violencia como la que ves en los programas de farándula, de realities, donde se hacen bullying y al final, la gente considera común que las personas se maltraten, que usen violencia psicológica. Todo ese tipo de violencia se aprende como una forma de expresión y ese fenómeno es complejo”.

-Visto así, ¿la solución de esto no pasa por un plan que aumente el número de carabineros?
“Claramente, aquí hay un problema de salud mental que abordar. Por eso hay que distinguir entre el crimen violento –para lo que necesitas prevención y programas de seguridad-, y la violencia en las relaciones de las personas, donde parte de lo que la provoca es la segregación, el individualismo, largas jornadas laborales y muchos otros hechos que van acumulando frustración.
“Hay políticas de mediación que han resultado exitosos, de manera de evitar que en un conflicto se llegue a tal nivel que se saque el arma o se le tire el auto encima. La violencia no criminal tiene una fuerte vinculación con el estrés, o con el sobre endeudamiento, o las carencias de un Estado de bienestar”.

-¿La violencia que ejercen los encapuchados es distinta?
“Se sabe muy poco de estos grupos, aunque sí se conoce que son personas que están profundamente frustradas con el sistema, profundamente marginadas. No se sienten parte pero tampoco quieren ser parte del sistema y lo patean. Siempre han habido grupos, en todos los momentos de la historia, más radicales y claramente para ellos se acabó el tiempo de la negociación, del diálogo. Creo que son grupos muy puntuales, dañinos, pero puntuales”.

-¿Cuál proyección haces de la violencia como un fenómeno instalado en nuestra sociedad?
“Chile registra un aumento de denuncias de lesiones, las de riñas y peleas, los que no pasan a homicidio. Hay una suerte de barrera que en otros países ya no hay. Creo que lo que puede pasar es que la violencia criminal se va a consolidar en ciertos espacios, pero difícilmente esto va a llegar a los niveles de México donde hay una vinculación muy directa con el crimen organizado. Además, necesitas instituciones que funcionen mucho menos y en Chile las policías no son corruptas y son reconocidas por la ciudadanía.
“Sin embargo, hay mucha gente descontenta y eso está latente; cuando se consolida la clase media ésta comienza a reclamar. Espero que todo esto llame a la reflexión sobre la necesidad de mayores niveles de inclusión, de oportunidades, para evitar generar personas frustradas”.


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