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El peligro de la violencia entre hermanos

Las peleas son normales hasta que la agresividad y el maltrato se instalan como parte de la relación.

19 de Diciembre de 2011 | 08:38 | Por Francisca Vargas V.
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Álex Valdés, El Mercurio
- "¿Por qué estás llorando?".

- "Es que él me pegó… ¡yo no hice nada!".

- "¿Cómo que no? ¡Tú también le pegaste!".

- "Es que no me deja ocupar el computador, pero mamá, ¡dile algo!".

El diálogo es habitual cuando los hermanos pelean entre sí, pero la violencia física no.

Daniela González Larraín, coordinadora del Centro de Atención Psicológica de la Universidad Alberto Hurtado, explica que las discusiones entre hermanos no son malas, al contrario, forman parte de la relación entre pares e incluso, afirma, son necesarias.

"La relación con los hermanos son como laboratorios de ensayo y error que te van a permitir aprender a compartir, ocupar un espacio, competir naturalmente por el cariño de los padres y marcar el lugar que se tiene en el mundo con los pares", afirma.

Entre las actitudes negativas pero "normales" estén los celos cuando nace un hermano. Sin embargo, esos celos puede que se conviertan con los años, según la especialista, en rabias o agresividades contra el hermano o hermana menor, producto que la sensación de invisibilidad o rabia de un niño, no pudo ser reconocida por los padres, y por tanto no fue acogida.

Sin embargo, la especialista, que es psicóloga y terapeuta familiar, indica que si hay conflictos al interior de la familia que se resuelven en forma agresiva y con descalificaciones por lo padres, los hijos solo estarán practicando lo que han visto. Aunque también, agrega, se da el caso que padres no violentos instiguen a sus hijos a pegar.

"Los sistemas de hermanos, generalmente, reproducen la relación del sistema parental y conyugal y si se agreden, lo hacen por dos razones. La primera es porque imitan ese modo de relación y la otra, es porque quieren llamar la atención de sus padres lo cual estaría facilitando que la atención se centre en el conflicto filial y no en el conyugal", asevera.

Por otra parte, lo alarmante será cuando esas agresiones dejen marcas físicas o se conviertan en una constante violencia psicológica, verbal, donde los indicios que eso está ocurriendo, será que el abusado estará más retraído, con miedo y se someterá fácilmente frente al otro.

Para salir de esa situación, habrá que visualizar el problema sin emplear  justificaciones para entender estas conductas poco cariñosas.

Desde pequeños

"Cualquier sea la edad de los hermanos habrá que dirigir y educar esa violencia, porque violento puede ser tirar el pelo de la mamá, darle una cachetada al perro o al hermano", señala enfática la psicóloga infantil y de familia, Irene Astaruaga.

Asegura que esas conductas hay que dirigirlas y no castigarlas o criticarlas, con una comunicación efectiva que impida realmente que esas furias salgan de esa manera.

"La  rabia es una emoción fundamental del ser humano y uno no puede impedir que se sienta porque es normal. El problema está cuando se expresa en forma agresiva y daña al otro", argumenta.

Cualquiera sea la falta, indica, deberá tener un "castigo" que impida futuras conducta similares.

"Por ejemplo, tienes que apartar al niño que está cometiendo abuso contra su hermano o hermana mayor o menor, para hablar con él y luego, que se disculpe, dar un abrazo, un beso. La idea es que entienda que cada vez que golpea, va a tener una sanción y va haber una reparación, como sucede en todos los daños que uno le hace a otro", explica.

De todas maneras, la experta en psicología infantil, insta a los padres a que no se metan a zanjar los conflictos entre hermanos, pues los chicos desde los 6 a 7 años ya debieran saber llegar a un acuerdo, entender y plantear sus argumentos. Claro, siempre y cuando hayan tenido la formación al respecto.

"Los niños tienen que aprender a resolver sus problemas y los padres no se pueden abanderizar por ninguno. Más bien, deben actuar como mediadores y no como árbitros, impulsando la comunicación, la negociación y el entendimiento", sostiene.

Es decir, papá, mamá o quien esté al cuidado de los niños y adolescentes tendrá que educar, poniendo énfasis en el respeto hacia el otro, donde los "eres tonta", "guatón" o "feo" deben ser eliminados de los diálogos cotidianos.

Y si hay rabia, desencanto o frustración habrá que enseñar, aprender, buscar ayuda para canalizar esas emociones y no hacerlo mediante el golpe, la agresión o el abuso.

"Es importante que los padres eduquen e incentiven a sus hijos a aprender a controlar sus impulsos y emociones, el autocontrol y sobre todo a cómo enfrentar los conflictos, porque si no saben hacerlo se irán a lo más fácil, las peleas", aconseja Irene Astaruaga.

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