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Fernando Larraín: El excéntrico que trata de doblarle la mano al sistema

Dice que la gente joven lo mira y se ríe. A él no le molesta, al contrario. Le recuerda la facilidad con la que su papá, el famoso Mago Larraín, sacaba sonrisas en la gente. “Esa carga la llevo yo”, asegura el actor, repasando el legado paternal en su vida. Además, aprovecha de comentar el carácter de su amigo Felipe Izquierdo.

17 de Septiembre de 2013 | 13:02 | Por Ángela Tapia. F., Emol
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Harold Castillo, El Mercurio.
“Todos tenemos algo de maldad cuando estamos vivos”, reflexiona Fernando Larraín (54), defendiendo a su personaje en “Somos los Carmona”, Roberto Velasco, un hombre a punto de quebrar y que se quiere aprovechar de sus vecinos campesinos y millonarios para salir adelante.

Para el actor, todos los seres humanos tienen intereses por los que están dispuestos a trasgredir algunas cosas con tal de cumplir esas metas autoimpuestas: Y en su caso, éstas se resumen en seguir actuando y mantenerse fiel a su estilo que le caracteriza, uno excéntrico –al menos en vestimenta- y con una pasión por ir contra el sistema, que lo ha llevado a declarar abiertamente que no le interesa que sus hijos (Celeste, Iñaki y Jerónimo) entren a la universidad tradicional.

Nos recibió en su casa, algo apurado. Entre la teleserie de TVN, la obra “Divorciados” los fines de semana, varios proyectos en cine, y “Liberen a Nicolás”, que conduce junto a su hermano en radio Tiempo, dice que su horario 2013 está completo. “No soy (Ricardo) Darín”, dice en chiste, como para aclarar que su agenda laboral no está tan colapsada como la del premiado actor argentino –“un productor lo llamó para saber si podía contar con él, pero le dijeron que tenía todo 2012, 2013 y 2014 ocupado”, explica-. “Pero no me quejo. Es entretenido estar haciendo algo para lo que fui encaminado por mi papá”.

En efecto, fue Fernando Larraín padre el que llenó la casa de su infancia con actores y gente de televisión, y que no dudaba en abrir los baúles llenos de disfraces para los invitados. “Mi mamá siempre sabía que había una fiesta al otro día, que veía todo lleno de challas, serpentinas y platos de torta a medio comer en el baño. Así que le dijo que mejor pusiera un local. Ahí mi papá puso La Cigarra, donde llegaban todos los amigos. Pero, esos amigos lo pasaban bomba y después se iban y no pagaban. Así que no vio ni un ingreso”.

Orgulloso del poco talento comercial de su padre, en comparación a la facilidad de hacer reír con personajes como “Helmut” y su pasión por la magia –que comenzó a ejercer desde los 8 años-, Fernando hijo ha querido seguir esa veta que pareciera que le sale de los genes. “En la teleserie hay unos cabros jóvenes que me miran y se ríen. Eso lo encuentro una herencia de mi papá. Él tenía mucho de eso, sobre todo cuando hablaba. A eso se le suma una dislexia que tengo, que hace que dé vuelta las frases en las escenas. Mi papá hacía reír mucho porque era muy espontáneo y un tipo muy especial al manifestarse, era un comediante innato”.

-Heredaste su nombre, ¿tiene una carga especial eso?
“Una carga positiva… Que te digan en el colegio ‘éste es el hijo del mago’ era muy entretenido, salía de todo contexto. Era muy raro encontrar un papá mago en la década del 70, y había mucha gente que no entendía que mi papá se dedicara a eso. Para mí era un honor que me lo dijeran y que aún hoy lo recuerden. Los Magic Twins le han hecho muchos homenajes. Él dejó un legado bastante fuerte”.

-Llevar el nombre del padre,  ¿entrega alguna responsabilidad de continuar algún legado, una forma de ver el mundo?
“Es que justamente ese legado lo manifiesto en todas las cosas que hago. Ya tengo un sello particular y ese lleva la imagen de mi papá en todas las cosas que hago. A veces me pasan cosas y me da risa darme cuenta que a mi papá le pasaba lo mismo”.

-¿Cómo qué?
“Por ejemplo, estar en la presentación de una película, en un teatro, con todo muy serio, tomar el micrófono y solo decir ‘hola’ para que la gente se empezara a reír. Siempre, cuando veía a mi papá que le pasaba eso, pensaba en qué fuerte generarlo solo con el tono de voz; esa carga la llevo yo. Son sellos que se llevan en el tiempo y uno no los suelta. Me pasa también con el deseo de tratar de doblarle la mano al sistema, de no caer en la rutina. Por eso, tal vez, tengo esta rebeldía de andar con cosas exóticas puestas y seguir jugando con esta manera de ser. Muchas veces, a la gente le llama la atención que en realidad yo no sea un personaje, sino que soy como soy no más”.

“Es en parte por eso que nunca me ha interesado influir para que mis hijos entren a la universidad. Mi padre me dio la libertad de poder descartar la opción de una carrera tradicional. A mí lo que me importa es que sientan pasión por lo que hacen. La universidad no es una meta”.

-¿Tu mamá tenía la misma comprensión? 
“Me acuerdo que mi mamá mandó un sargento a sacarme de la escuela de Gustavo Meza, donde estudiaba Teatro. Quería que me llevara a dar la prueba para entrar a estudiar Comercio Exterior y trabajar en el Banco Central; que estudiara una carrera que luego me daría muchos beneficios de salud, de seguridad. No me acuerdo cómo fue la prueba que di, pero no era lo mío entrar a Comercio Exterior ni ver cómo estaba el IVA. Después mi mamá entendió”.

-¿No te tentó la imagen de la seguridad?
“No, fíjate. Siempre me llamaban la atención los amigos que decían ‘¡qué vamos a hacer! ¡Necesitamos hacer algo que nos dé lucas!’. Ese susto lo encontraba raro, porque me sentía seguro, que nunca iba a tener problemas. Incluso, cuando después empezamos a actuar con ‘Fresco y natural después del postre’, un grupo con mi hermano (Nicolás) y Felipe izquierdo, y nos empezaron a pagar yo les dije que no me parecía que nos pagaran por mostrar algo que hacíamos en el living de nuestras casas. Fue la primera pelea que tuve con Felipe”.

“Después pensaba en la estupidez que había dicho. Era muy gratificante recibir un turro al terminar un show; había que vivir de alguna manera. Y al final yo era el más contento. Me gustaba llegar donde mi papá y mostrarle lo que habíamos ganado. Él levantaba las cejas, como diciendo ‘¡cómo lo hicieron estos cabros de #$%&! Yo que llevo años tratando, por ese turro haría cualquier cosa’”.

-Pero sin dejar la magia…
“No, eso era su pasión. Él era constructor civil, recibió un título, lo logró, pero siempre le faltó el espíritu comercial. Siempre tuvo una lucha con su carrera y por eso compraba muchos libros de autoestima para aprender a decir que no a las cosas. Admiraba por eso a Nicolás, porque siempre que había algún problema, él no tenía ningún problema en enfrentarlo. Tal vez por eso le jugó en contra cuando terminaron echándolo de Televisión Nacional por ser tan franco. Y de eso nos reíamos cuando hacíamos ‘Chile Tuday’, parodiando esos programas serios. En esos tiempos, llamaba gente al programa porque se nos pasaba la mano un poco. Aunque hoy en día somos una gomita al lado de los programas que hay”.

-¿Volverán a trabajar los tres juntos en televisión?
“Queremos, pero hoy en día no tiene cabida algo así. La televisión nos muestra un mundo tan beligerante en cuanto a relaciones; está el mundo farandulero que le gusta tanto a la gente… Y nosotros no queremos tocar esos puntos, así que estamos un poco fuera del sistema. Por otro lado, nos falta juntarnos a conversar del tema, porque cada uno está con sus cosas. Además, trabajar con Felipe es muy difícil”.

-¿Tiene mal carácter?
“Un carácter fuerte y su propia manera de trabajar. Marcelo Comparini es el que más lo ha aguantado, como 15 años. ¡Es un soldado! Yo sigo siendo amigo de Felipe, me llevo perfecto con él en términos de amistad, y en el trabajo, con cosas específicas. Por eso seguimos con la idea de trabajar juntos y tener alguna instancia de hacer algo, pero pasa que, por ejemplo, mi hermano está más sobrepasado en proyectos que yo. Es hasta mi manager”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Me gusta esto que produce el pisco sour, la moto en zigzag y el viento en la cara. Siempre que íbamos a comidas familiares, el auto de mi papá iba atrás mío, vigilándome. Es una sensación de libertad que no la tienes con muchas cosas”.

-¿De cuántos pisco sour estamos hablando?
“Nunca más de tres, me mantengo ahí. Es una especie de cábala cada vez que hago un estreno”.
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