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Alcohólica advierte a otras sobre el beber para desestresarse

Una inocente copa de vino para calmar la ansiedad después del trabajo, podría estar provocando que cada vez más mujeres caigan en la pesadilla del alcohol. Según una autora, parte de este problema se debe a la creencia de que ellas deben ser bellas, perfectas amas de casa y madres, además de trabajadoras exitosas.

02 de Noviembre de 2013 | 18:16 | Emol
“Años atrás, empecé a tomar dos copas de vino en la noche. Poco a poco, mientras mis responsabilidades fueron creciendo, se transformaron en tres. Después de un día duro, el vino me ayudaba a relajarme, facilitando el cambio de roles (del trabajo al hogar), y adormecer mi creciente ansiedad y depresión. Y me ayudaba a quedarme dormida.

A lo largo de los años, las tres copas se convirtieron en cuatro. Quedarme dormida se transformó en perder el conocimiento. Y cuando eso pasó, sentí la alerta (y) dejé de beber.  Yo era una alcohólica muy activa que nunca chocó un auto y nunca faltó al trabajo. Sin embargo, después de años de beber a diario, tenía un problema serio”.

Así comienza a escribir su columna “Women, we've got to talk about our drinking” (Mujeres, tenemos que hablar sobre cómo bebemos), Ann Dowsett Johnston, en el diario “The Guardian”, alertando acerca del dramático aumento de mujeres que consumen alcohol en exceso y desde temprana edad.

Johnston conoce personalmente ese tema y, siendo hoy una alcohólica rehabilitada de 60 años, acaba de publicar “Drink”, un libro en el que repasa su experiencia y su investigación acerca de cómo parece haber surgido una nueva generación femenina que utiliza el alcohol como casi una medicina natural en contra del estrés y la ansiedad.

“Hemos normalizado el beber (…) Consideramos que beber vino tinto es igual a comer chocolate amargo. Sabemos los inconvenientes de (usar) los solárium y de las grasas trans, pero no los peligros de nuestra droga favorita”, aseguró en entrevista a ABC News.

Allí, Johnston explicó que durante toda su vida había jurado no seguir los pasos de su madre, una mujer para la que era común  beber durante el día y tomarse sus calmantes con alcohol. Y de hecho, hasta sus 40 años, sintió que estaba lejos de imitar ese ejemplo, concentrándose en una exitosa carrera de periodista y en su hijo.

Su situación comenzó a ponerse peligrosa con la menopausia, y un cargo de vicepresidenta de una universidad, aumentando dramáticamente las copas de vino que antes bebía esporádicamente para relajarse tras la jornada laboral. Y no fue hasta que su hijo y su pareja de entonces la instaron a ingresar a una rehabilitación, el año 2008.

Con todo, insiste en advertir que el problema del alcoholismo afecta cada vez más a mujeres con altos niveles de educación, que ven cómo se les escapa de las manos un hábito que parece inofensivo, como lo es llegar a sus casas y beber a solas un trago para desestresarse.

Según la mujer, los factores que están provocando que este tema sea cada vez más común se debe a la sensación femenina de que se puede hacer todo lo que los hombres hacen, y la “revolución sociológica” que le dice a ellas “que debes ser perfectas en todos los roles, incluyendo el ser perfectamente delgadas, perfectas madres y perfectas en el trabajo”.

“¿Es el alcohol el esteroide de la mujer profesional? (…) Corriendo tras un largo día de trabajo después de la oficina, para llegar a la noche a cocinar y a hacer el aseo, el primer instinto es destapar una botella, para suavizar la transición del día a la noche. Usar la tabla para cortar (en la cocina), picar en cubitos quesos, y beber, es un ritual moderno. Nadie lo cuestiona”, escribe Johnston.

Para ella, que asegura que tras haber dejado el alcohol atrás ha logrado sentirse plena, la bebida es “el nuevo tabaco”, respaldado por grandes empresas multinacionales, que venden un producto permitido por los gobiernos, sin restricciones para su publicidad, “a pesar de la evidencia creciente de que la sustancia que venden tiene riesgos para la salud significativos”.

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