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Diez mujeres aprendiendo de su sexualidad: los cursos de Leslie Power

La psicóloga clínica Leslie Power, una vez más con vehemencia, está convencida de la importancia de alentar a las mujeres a tomar la iniciativa en sus vidas y sin pudor hacerlas conscientes de sus deseos sexuales. Revista Viernes conversó con ella.

11 de Diciembre de 2015 | 14:19 | Por Revista Viernes de La Segunda
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Edith Isabel / Revista Viernes
REVISTA VIERNES DE LA SEGUNDA

¿Cuál es la dinámica de estos talleres?

Son grupos de diez mujeres que se reúnen en mi casa por tres horas, donde hablamos de lo que no se habla. Expongo temas como los orígenes de la sociedad patriarcal y cuál es el rol de las mujeres, les pregunto por ejemplo cómo se llama nuestra genitalidad y todas se pierden, porque tenemos muchos nombres y pocos saben que se llama vulva. Ahí he visto cómo se evidencian dos aspectos: uno, lo poco que nos conocemos las mujeres; y dos, cómo por esto carecemos de información y por tanto de poder. La idea es mejorar eso.

¿Qué tipos de temáticas crees que dan poder?

Por ejemplo que las pastillas anticonceptivas no han constituido una real liberación femenina, sino que más bien han aplanado los ciclos. Cuando uno conoce sus ciclos sexuales, a través de sus ciclos hormonales, te liberas. Otra cosa es que después de dos o tres hijos sería mucho más conveniente pedir una vasectomía. Lamentablemente en la publicidad la menstruación es azul, la toallita higiénica tiene olor a manzanilla, debemos llevar un set de higiene íntimo en nuestra cartera porque olemos mal, debemos depilarnos completas, y luego de un par de años debemos ponernos silicona. Todo lo que tiene que ver con ser mujer es malo o hay que ocultarlo, y desde ese lugar es que llegamos a la cama a encontrarnos con nuestras parejas sexuales.

Describes a una mujer que pareciera tener poca información,

como si no hubiese avances en las últimas décadas
Exacto, y lo terrible es que mientras más alto el nivel socioeconómico, es peor. Existen muchas mujeres que tienen 35 años pero parecen niñas a las que les cuesta mucho decir lo que quieren. Lamentablemente sigue la represión sexual. Y, en general, el cuerpo también está castigado, porque mientras más flaco y menos curvas tiene, es considerado más fino. A tal punto llegan los complejos, que algunas no les dicen a sus maridos te amo, porque lo consideran chulo. Las emociones son chulas, la palabra deseo no se usa, goce, peor. Por eso es tan importante hablar de lo que no se habla. Cuando no hablamos de lo nuestro perdemos derechos, y cuando lo hablamos ganamos derechos.

¿Qué es lo que más les complica de su sexualidad?

La mayoría tienen problemas con el deseo. Hay mucho dolor de cabeza, se hacen las dormidas, no tienen ganas. Hay un exceso de trabajo, exceso de culpa a través de la crianza. El haberse convertido en madre es como haber seguido el arquetipo de la Virgen María. A ninguna se nos educó con respecto al deseo. Nuestras madres nos han criado diciéndonos sácate la mano de ahí. ¿A cuántas sus mamás les enseñaron a mover sus caderas o a tocar a sus hombres, a masturbar a sus maridos? ¡A ninguna!

¿El gran problema es el deseo?

Sí, y por eso el taller se llama Despierta bella durmiente. Cuando una mujer nace, le hacen muchos regalos, pero tempranamente la condenan, como en el cuento, y a los 15 años se pincha el dedo, sangra y cae en un sueño profundo. Y tiene que venir un príncipe que tiene el deseo de despertarla, porque la mujer literalmente está dormida. Cuando las mujeres nos encontramos en la cama siempre estamos a la espera de que sea el hombre el que nos venga a despertar. Por lo tanto nosotros nunca, aunque tengamos ganas, vamos a irnos a montar sobre nuestro hombre. Venimos con el mandato que nos han dado: tú cállate, porque calladita te ves más bonita. Mucha gente me pregunta, por hablar de estos temas y dar estas peleas, ¿y tú eres ex alumna del Grange? Y yo les respondo: Sí, ¿y qué tiene que ver eso? Existe una idea de que hay que ser apagaditas.

¿Les das consejos a estas mujeres para hacer un cambio?

Doy algunos consejos directos y les hago también una especie de stand up comedy donde actúo y se cagan de la risa. Hay muchas situaciones en las parejas en que las mujeres actuamos como guaguas y nuestros maridos como si fueran nuestras madres, porque tienen que adivinar nuestros deseos. También nos relacionamos con nuestros hombres como si ellos fueran nuestros hijos y ahí vienen frases como: en vez de tres hijos tengo cuatro. Tendemos a tratarlos como pelotudos.

¿Qué otros temas tabú tocas en estos talleres?

Vemos videos de una página gringa, que es muy buena, que no es soft porno ni nada. Son mujeres que se graban masturbándose y los publican online. Con ellos aprenden lo normal que es y los distintos tipos de vulvas que existen: no hay bonitas o feas. También recomendamos literatura erótica desde la más fina y la más auténtica, como la Anaïs Nin, Freud o “Vulva, la revelación del sexo invisible”. El objetivo es alentarlas a que tomen la iniciativa. Salen con información que no manejaban, desmitifican tabúes y aprenden de sí mismas. Me ha pasado harto que los mismos maridos les regalan a sus mujeres ir al taller.

¿Qué implica para una mujer no acceder a ese aprendizaje?

Yo veo que está lleno de amantes. Yo atiendo a mujeres hace 20 años y he visto cómo las mujeres se hacen las ciegas, sordas y mudas. Una paciente me contaba que cuando se iba a casar le dijeron: “gorda, tenís que ser muñeca de trapo no más, entregarte”. ¡Pero eso es lo mismo que ‘presta el cuerpo’! El tema es que paralelo a esa muñeca hay una mujer que rompió con el prejuicio. Yo no creo en la monogamia como impulso sexual ni de hombres ni mujeres. Pero sí creo que se puede hacer un compromiso consciente y tener la voluntad por años y años de ser monógama. Pero para eso, hay que estar despierta.

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