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El dilema de los JJ.OO. del 2008

Beijing asoma como la sede favorita para ganar la elección en la ceremonia que el Comité Olímpico Internacional realizará en Moscú el 13 de julio.

03 de Julio de 2001 | 13:37 | AP
LONDRES.- ¿Es justo que los Juegos Olímpicos sean organizados por China, el país más poblado del mundo, pese a la continua condena a la situación de los derechos humanos?

¿O será mejor ir a lo seguro y optar por el esplendor de París o la confiabilidad de Toronto?

En esencia, ése es el dilema planteado ante el Comité Olímpico Internacional mientras se prepara para designar la sede de los Juegos Olímpicos del 2008.

Beijing sigue siendo la ciudad superfavorita antes de la votación del 13 de julio en Moscú donde se decidirá la sede. Muchos miembros del COI se proponen al parecer hacer un pronunciamiento geopolítico otorgando los juegos a China por primera vez.

París y Toronto tienen también candidaturas firmes.

Las otras candidatas, a las que no se asignan muchas probabilidades, son Estambul (Turquía) y Osaka (Japón).

Según entrevistas a varios influyentes miembros del COI y funcionarios olímpicos, sería una verdadera sorpresa que Beijing no ganase. Sólo un incidente internacional serio o un paso en falso de China, entre hoy y la votación, podría arruinar su candidatura, dijeron.

Pese a todo lo que se habla de escoger la sede según sus ventajas técnicas, la decisión en definitiva tiene innegable base política.

Para China, conseguir la sede olímpica significaría prestigio internacional y legitimidad en momentos en que el gigante asiático ansía establecerse como protagonista en el escenario mundial.

El argumento se reduce a lo siguiente: ¿Acaso la cesión de los juegos a Beijing -como dicen los partidarios de hacerlo- ayudará a mejorar la situación de los derechos humanos y a acelerar los cambios políticos y sociales en China? O a la inversa -como sostienen los críticos- ¿será una recompensa a un régimen comunista represivo y desembocará en más abusos a los derechos humanos?

La primera de las dos opiniones parece prevalecer.

En 1993, cuatro años después de la sangrienta represión a los manifestantes prodemocráticos en la Plaza Tiananmen, Beijing perdió ante Sydney por sólo dos votos en la elección de la sede olímpica del 2000. A la candidatura china se opusieron los promotores de los derechos humanos, mientras que los resentidos funcionarios chinos culparon de la derrota a factores políticos ajenos.

Después de no presentarse a la lucha por la sede del 2004, que ganó Atenas, Beijing volvió con una candidatura remozada.

Claro que la cuestión de los derechos humanos no se ha disipado ni mucho menos. Los críticos citan, entre otras cosas, la represión al movimiento espiritual Falun Gong, el arresto de eruditos chino-americanos, la constante represión en Tibet y la ejecución masiva de prisioneros.

"La cuestión de ética es fundamental", dijo recientemente el director de la candidatura parisina, Claude Bebear, en un inusual ataque a un rival. "Si uno lee atentamente la carta olímpica, hallará en casi cada línea una referencia a los derechos humanos".
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