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Hewitt es el nuevo campeón de Wimbledon

El tenista australiano derrotó en la final al argentino David Nalbandián, en tres sets por 6-1, 6-3 y 6-2.

07 de Julio de 2002 | 12:13 | EFE
LONDRES.- El australiano Lleyton Hewitt conquistó hoy su primer título en Wimbledon para poner fin al sueño del argentino David Nalbandian, que pese a su derrota marcó un hito en la historia del deporte de su país.

’’Fue mi primer torneo sobre césped. Espero que el año que viene, en mi segunda final, gane el título’’, dijo desatando las risas del público el argentino, tras caer por 6-1, 6-3 y 6-2 ante el número uno del mundo.

’’No me creo eso de que era el primer torneo sobre césped de David’’, dijo Hewitt entre risas. ’’Cuando miré el marcador y vi que estaba match point me envolvió una sensación increíble. Es un torneo que quiero ganar desde muy chico, y hacerlo quince años después de Pat Cash es grandioso’’, agregó.

La final más joven de la historia en Wimbledon -menos de 21 años de promedio- estuvo lejos de ser la más atractiva. Dos interrupciones por la lluvia, viento y frío contribuyeron a quitarle atractivo al que es el partido más esperado del tenis cada temporada.

Nalbandian comenzó y terminó el primer set con una doble falta. En 33 minutos demostró que su primera aparición en la mítica cancha central del All England Lawn Tennis and Croquet Club le estaba pesando. Hewitt, imperturbable, siempre encontró la manera de ganar cada uno de los puntos importantes.

Los dos break points de que dispuso en el juego inicial del segundo set no le sirvieron de mucho al argentino. Hewitt se puso 1-0 y entonces llegó la lluvia para una suspensión de 20 minutos. Tras esa interrupción el público se vio sorprendido por el instante que posiblemente más recuerde de la tarde de hoy.

Mark Roberts, que hace dos años entró a la cancha 14 protagonizando un desnudo ante la rusa Anna Kournikova, dio su espectáculo esta vez en la cancha central. Durante más de dos minutos cuatro hombres lo persiguieron corriendo sobre el césped más sagrado del tenis mundial, blandiendo trapos rojos destinados a cubrirlo. Finalmente fue una vigilante la que terminó con el espectáculo.

Tras perder otra vez su saque y quedar 2-0 abajo, Nalbandian vivió el mejor momento del partido. Quebró el servicio de Hewitt con un punto fantástico, que terminó con un toque de volea para un globo sobre el australiano y los 16.000 espectadores ovacionándolo de pie.

Pero con tres iguales y 30-30 sacando Hewitt llegó una nueva suspensión. Tras los quince minutos de espera, Hewitt regresó para rematar el segundo set con un ace en la escuadra. El apoyo a Nalbandian -’’come on, David’’, pronunciando el nombre del argentino en inglés- no era suficiente. Tampoco el ’’aguante David, aguante’’ con acento argentino que sonó varias veces.

Las pocas veces que Nalbandian entrevió un resquicio para la esperanza Hewitt se encargó de demostrar por qué es el número uno. Una derecha larga del argentino le dio a Hewitt el título en una hora y 56 minutos de juego. El australiano se dejó caer de espaldas en el piso, superado por la felicidad.

’’Todavía no creo que esto es real’’, dijo Hewitt poco después de trepar las escaleras del estadio central para abrazar a su entrenador, su madre y su novia, la tenista belga Kim Clijsters.

El duque de Kent le entregó a Nalbandian su plato de finalista, y Hewitt recibía poco después un trofeo que certificaba la continuidad de una racha fantástica: ganó su primer Grand Slam en septiembre en Nueva York, conquistó la Copa Masters en Sydney en noviembre para convertirse en el número uno más joven de la historia, y hoy se llevó el certamen más codiciado en el mundo del tenis.

Para el deporte argentino y Nalbandian -alentado en el estadio por el ex Beatle Paul MacCartney-, el 7 de julio de 2002 quedará como un día mágico. Tras 20 años de espera un argentino volvió a disputar una final de Grand Slam, y lo hizo batiendo casi todos los récords estadísticos posibles.

Aunque más importante fue la imagen final. Alentado por el árbitro general del torneo, Alan Mills, Nalbandian dio la vuelta completa al estadio exhibiendo su trofeo. A los pocos metros recibió una bandera argentina. Con ella sobre sus hombros marcó un hito para el recuerdo, ya que argentinos e ingleses comparten demasiados choques -deportivos y extradeportivos- como para que ese momento en uno de los escenarios más emblemáticos de la sociedad británica quedara como uno más.
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