BARCELONA.- El español Tommy Robredo cumplió uno de sus sueños más preciados al conquistar el torneo de tenis de Barcelona, derrotando en una final dramática y emocionante al argentino Gastón Gaudio.
Un día después de cumplir 22 años, Robredo se hizo el mejor regalo posible batiendo por 6-3, 4-6, 6-2, 3-6 y 6-3 en una final épica, de casi cuatro horas de duración, a un hombre que ya ganó el torneo hace dos años, pero que no llegaba a una final desde julio de 2002, en el torneo de Gstaad.
"Jugar en casa, cumplir 22 años y que hoy sea el día de la madre... Llegué por primera vez a semifinales aquí y gané el título. Es un momento increíble de mi carrera", dijo un sincero Robredo. "Felicito a Tommy, se lo merece", elogió Gaudio.
Señalado desde su época de juvenil como uno de los mejores proyectos del tenis español, Robredo mostró hoy todas sus cualidades: una técnica impecable, un físico confiable, una potencia más que considerable y un espíritu de lucha que no le impide mostrar serenidad.
Robredo -26 del ranking mundial- y Gaudio -39 de la clasificación- jugaron una de las mejores finales de los últimos años en el trofeo Conde de Godó, con un cierre digno de infarto, en el que pese al cansancio se vivieron varios de los momentos más vibrantes.
El español comenzó con mucha decisión, dispuesto a "marcar territorio". Un buen servicio plano, apurando al revés de Gaudio, le dio el primer set por 6-3. Gaudio salvó cuatro pelotas de quiebre de servicio en el comienzo del segundo tras batallar durante casi diez minutos.
Ya no era Robredo el que dominaba a placer, y el argentino comenzó a alternar sólidos momentos desde el fondo con cada vez más aciertos en sus subidas a la red. Eso no impidió que, aprovechando un par de errores de Gaudio, Robredo quebrara y se adelantara 4-2. Ahí surgió el mejor Gaudio, que enhebró cuatro juegos consecutivos para dar comienzo a un partido muy diferente, en el que los jueces de línea no cumplieron el mejor de los papeles.
’’¡No! ¡Por favor, les pido por favor!", llegó a gritar con voz desgarrada Gaudio a los jueces ante el enésimo error a la hora de cantar un pique de pelota. Ni hablar de su furia ante los constantes "foot fault" (falta de pie) que le cantaron con su servicio.
"Foot fault, let, out, todo, vamos...", volvió a estallar minutos después Gaudio, mientras en el palco oficial la infanta Cristina preguntaba a sus acompañantes a qué se debía la erupción del argentino.
Robredo se hizo atender por el fisioterapeuta ante un inicio de calambres en sus piernas, pero poco después se llevaba por 6-2 el tercer set con dos "aces" consecutivos.
La camiseta blanca del español cambió a negra, una señal quizás de que el cuarto set no sería para él. Un "drop", un globo y una volea tras una "gran willy" de Robredo le dieron a Gaudio el primer juego por 1-0. Fiel a si mismo, se acercó a la primera fila de la tribuna de prensa, miró a un periodista y le comentó: "¿Viste cómo se sufre?".
No era sufrimiento lo que experimentaban los 6.000 espectadores en el Real Club de Tenis Barcelona, sino una incertidumbre mechada de gozo tenístico: ni Robredo ni Gaudio querían entregarse, y en ese intento por conquistar el partido, el nivel del juego era cada vez mayor.
El argentino se llevó el cuarto set, y disputadas ya tres horas, todo se definiría en el quinto. El cielo tormentoso de Barcelona y una fría brisa que desmentía la primavera europea acompañaban a las luces que se encendían en el estadio.
Gaudio pudo ubicarse 5-0 arriba, ya que dispuso de "breaks" en los tres servicios iniciales de Robredo. En vez de eso, quedó 3-2 abajo, y luego 5-2 y 5-3. El argentino, furioso, recibió una advertencia tras destrozar su raqueta, y cuando el partido parecía írsele irremediablemente, dispuso de un 15-40 sobre el servicio del español.
Robredo sorprendió llamando por segunda vez al médico, y su decisión se demostró adecuada: Gaudio enganchó dos reveses, Robredo conectó un smash y el partido se cerró con una derecha del argentino en la red, que hacía en ese instante realidad el sueño de un joven catalán que desde niño fantaseaba con vivir esa tarde.
