El día en que Maradona le hizo trampa a Brasil

SANTIAGO.- Diego Armando Maradona es el más grande de todos los tiempos. No, absolutamente no, es Pelé. La historia no parte así, pero es el ingrediente más importante de una preparación que ha bullido durante 95 años. Es el Superclásico de Sudamérica. Es Brasil-Argentina. O Argentina-Brasil.

El primer golpe lo dio la Albiceleste. El 20 de septiembre de 1914 fue la fecha y Buenos Aires el escenario. El local gritó tres veces y prendió el fuego. El origen de una construcción interminable que se completa año a año, mes a mes, minuto a minuto. Más allá de esos noventa en los que rueda la pelota. De hecho, durante ese tiempo, hay sólo 22 hombres respirando en ambos países, sólo 22 pensando y corriendo y metiendo. El resto sufre.

Un clásico es una receta que luego de su creación se repite y se repite. Durante años. Es una fórmula, una mezcla, es una masa que crece. Cada preparación es una nueva, se agrega o quita algo. Lo que sea. Cariño, pimienta, sal. En este caso, sudor, lágrimas, sangre, maña y talento. Y algo que suele ser confundido con la felicidad: euforia.

¿Pelé o Maradona? Nunca habrá acuerdo. Ni siquiera lo hay en cuanto al número de partidos jugados entre ambas selecciones. Según la AFA, se han disputado 89 encuentros, el registro arroja 33 victorias trasandinas, 33 de la Verdeamarelha y 23 empates. En el libro de la CBF habitan 92 capítulos: 36 se titulan Brasil y 33 Argentina (con las mismas 23 igualdades).

El episodio del bidón

Más allá de los resultados y los goles y las estadísticas, la historia del partido disputado en Turín, por los octavos de final de la Copa del Mundo del '90, es una de las más sabrosas.

Brasil llegaba al encuentro como favorito. El conjunto dirigido por Sebastiao Lazaroni había clasificado tras ganar todos sus partidos en primera fase. Argentina, en tanto -la Argentina de Maradona-, avanzó como mejor tercero. Una victoria, un empate y una derrota.

En el pasto, la pelota era amarilla. Goycochea y los palos, albicelestes. Y también la trampa. Diego Armando Maradona había caído al piso luego de una infracción. A la cancha corrió "Galindez" (Miguel di Lorenzo), el masajista. Llevaba el cloruro de tilo y agua. Dos botellas. Una tenía un cóctel con rophynol (ansiolítico). De ella bebió Branco, lateral izquierdo y una de las figuras de Brasil. Quedé tonto, confesaría el zurdo después.

La leyenda dice que la orden la dio Bilardo. Que le entregó las botellas a Galindez y que el "Diez" lo sabía todo. Que Maradona le decía a sus compañeros que se alejaran mientras era atendido. Que además invitaba a tomar agua a Valdo, delantero que había sacado a bailar a la zaga trasandina.

Bilardo siempre hizo trampa. Desde su época de jugador, cuando pinchaba a los rivales con alfileres. Y el "Doctor": que no había Sida en ese tiempo y que por eso no importaba. Y cuando fue entrenador: que había que pisar a los rivales mientras los compañeros eran atendidos. Pisálo, pisálo. Bilardo. Que hay que ganar como sea. Y aparecieron las botellas en Turín. Y Argentina derrotó a uno de los favoritos de la Copa del '90. Con maña y talento.

Talento. Maradona recibe en el círculo central. Atrás queda Alemao. Diego cruza el ecuador con la pelota pegada al botín. Maradona. Dunga se tira a matar al trasandino, pero éste zafa. Maradona y el minuto 80. Ricardo Rocha sale a la marca, Diego se lo lleva hacia la derecha. Ricardo Gómez intenta cruzarlo antes de que se meta al área, lo ayuda Mauro Galvao y por el otro lado va pasando y pidiendo Claudio Paul Caniggia. Maradona y el cruce para Caniggia. Maradona y Caniggia. El "Pájaro" enfila, encara a Taffarell, lo amaga, el meta cae, se estira, intenta tomar el tobillo del ocho y Caniggia disparaaaaa ... Fue el 1-0. Final.

Esta noche, el Gigante de Arroyito será el escenario de un nevo capítulo de esta historia. No es difícil advertir que, quizá, sea una de esas preparaciones que enriquecerán de sobremanera la leyenda de este Superclásico.

En todos lados se oye que los trasandinos apenas respiran y que si pierden dejarán de hacerlo. Si ganan, volverá la gloria. La misma que alcanzaron en septiembre del '90, cuando en el mediocampo se toparon más de una vez Maradona y Dunga, los mismos que hoy estarán parados al borde de la cancha de Rosario Central. Sufriendo, no como los 22 que estarán corriendo, metiendo y pensando sobre el pasto.