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Análisis: Si cree que Europa está bien, mire un poco a Italia

La observación del profesor e investigador del Peterson Institute for International Economics, Simon Johnson, posiciona a la tercera economía más grande de la zona euro como el factor que impide tomarnos con seriedad la situación europea, el "crecimiento anémico".

11 de Agosto de 2013 | 10:59 | Bloomberg / Comentario de Simon Johnson
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AP

Por Simon Johnson*.- Se ha puesto de moda no preocuparse por Europa y la eurozona. Esta complacencia tiene una grave falla: Italia.


Los optimistas sostienen que Europa se está recomponiendo. El banco central mantiene el estímulo, el potencial exportador de Alemania sigue siendo grande, y Francia continuará siendo un refugio para los inversores. Los países en dificultades como Grecia y Portugal representan menos de la décima parte de la producción económica y la población de la eurozona.


Entra Italia. Es la tercera economía más grande de la eurozona, con una población que supera los 60 millones de habitantes y un producto interno bruto de más de US$ 2 billones. La carga de la deuda pública, en 1,3 veces el PIB, es una de las mayores del mundo. (Es la estimación de la deuda bruta que hace el Fondo Monetario Internacional, la serie más confiable para utilizar en comparaciones de todos los países; la deuda neta, que incluye algunos activos públicos, está proyectada en 105,8% del PIB para este año).


Pese a lo problemáticas que pueden ser las finanzas públicas de Italia, no son el principal motivo para preocuparse. No existe ningún umbral mágico por encima del cual la deuda pública aplaste la economía, y los países han podido crecer superando cargas de deuda aún más grandes.


El problema es que Italia está creciendo demasiado poco y viene creciendo demasiado poco desde hace largo tiempo. Durante los años noventa, la economía del país creció a una tasa anual promedio ajustada por inflación de apenas 1,2%, en comparación con el 1,8% de la eurozona. A partir de ahí, no ha hecho más que empeorar: la tasa de crecimiento media de Italia desde 2000 ha sido 0,4%, en comparación con 1,3% para la eurozona.


Crecimiento anémico


¿Por qué un crecimiento tan anémico? Intentos no faltaron. La tasa de inversión de Italia es superior a la de Alemania. La inversión en infraestructura coincide con los promedios de la eurozona. El capital humano, medido como el nivel de educación, ha mejorado en forma constante. La regulación del mercado de trabajo y el mercado de productos han ido convergiendo hacia los niveles de Alemania. El gasto en investigación y desarrollo, pese a ser bajo en relación a las medias de la Unión Europea, mejoró en los últimos años.


El principal obstáculo al crecimiento en Italia es el propio gobierno. Tal como escribió en 2011 Daniel Gros, un destacado economista europeo: "Los únicos factores que se han deteriorado en términos absolutos y en relación al núcleo de la Eurozona son los indicadores de gestión de gobierno –como la corrupción y la seguridad jurídica". En algunos indicadores de gestión de gobierno, Italia tiene un desempeño peor que Grecia, incluso.


Es muy probable que las medias nacionales de Italia oculten diferencias regionales importantes. Si bien algunas partes del norte de Italia no difieren de Alemania o Austria en cuanto a la facilidad para hacer negocios, la situación en otras partes del país es sin duda muy mala. Un informe reciente del Banco Mundial, por ejemplo, constató que obtener un permiso de construcción municipal en Palermo lleva seis meses, en comparación con apenas un mes en Milán.


Italia no ocupa un puesto alto en la clasificación de actividad empresarial: según el Banco Mundial, el país tiene 1,63 corporaciones recientemente inscriptas por cada 1.000 personas en actividad, mucho menos que 10,41 en el Reino Unido pero más que 1,35 en Alemania. La dificultad específica parecería residir, sin embargo, en las condiciones que permiten –o no- que las empresas pequeñas sean grandes.


No hay una clara comprensión de lo que impide a las empresas ser grandes, y abundan las posibles explicaciones. Tanto el régimen fiscal como la regulación del trabajo y la cultura empresarial son posibles culpables. El modelo tradicional de empresa familiar funciona bien en pequeña escala, quizá, pero no puede adoptar fácilmente las prácticas de organización necesarias para construir empresas multinacionales.



Problema demográfico



Es poco probable que las reformas del tipo de las llamadas estructurales que se están analizando, como pequeños cambios en las normas tributarias y laborales, mejoren el panorama. Con la posible excepción del sistema de pensiones, cuesta encontrar ejemplos de reformas exitosas en Italia. Y como muchos países europeos, Italia debe lidiar con el problema demográfico de una población que envejece y una falta de inmigrantes para renovar la fuerza de trabajo. (Para una visión más optimista, vea el informe del FMI y el programa elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.)


En este contexto económico más amplio es precisamente donde la deuda pública de Italia se convierte en una amenaza. Aunque las tasas de interés permanezcan bajas durante largo tiempo, el solo hecho de mantener estable la carga de deuda como porcentaje del PIB requerirá una impresionante restricción del gasto. En cualquier momento, el mercado podría perder la fe en la capacidad de Italia para manejar sus problemas financieros.


Pensemos, por ejemplo, en la posibilidad de un problema en uno o más bancos de Italia, que son algunos de los tenedores y compradores más grandes de deuda pública. ¿De dónde sacaría el gobierno el dinero para recapitalizar un banco grande? Si los bancos no estuvieran en condiciones de prestar dinero al gobierno, ¿quién lo haría?


¿O qué pasaría si la perpetua semi-crisis política de Italia se intensifica? Si se viera llamado a manejar una crisis, ¿el gobierno italiano podría tomar medidas decisivas de algún tipo?


Hay muchas razones para preocuparse en Italia, y eso significa que hay muchas razones para preocuparse en la eurozona.


*Simon Johnson es profesor en el MIT Sloan School of Management e investigador en el Peterson Institute for International Economics. Es coautor de "White House Burning: The Founding Fathers, Our National Debt, and Why It Matters to You".

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