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Bin Laden planeó una guerra santa mundial

Su objetivo era preparar en Afganistán a ejércitos islámicos con integrantes de todo el orbe.

11 de Septiembre de 2001 | 17:50 | El Mercurio - New York Times
NUEVA YORK.- En 1987, varios años después de que empezó a adiestrar a voluntarios árabes para expulsar a las fuerzas soviéticas de Afganistán, Osama bin Laden tuvo una visión. Había llegado el momento - dijo a sus amigos- de iniciar una Jihad o Guerra Santa islámica global contra los corruptos gobiernos seculares del Medio Oriente musulmán y las potencias europeas que los apoyaban.

El multimillonario saudita, utilizaría sus campamentos en Afganistán para recibir a combatientes sagrados provenientes de todo el mundo - que siempre habían estado en pos de objetivos locales- y les daría una nueva identidad dentro de una red internacional que combatiría para lograr que todos los musulmanes del mundo quedaran finalmente bajo una versión militante de la ley islámica.

Algunos de sus camaradas le advirtieron que su meta era imposible de alcanzar. "Hablé con Osama un día y le pregunté qué estaba haciendo", recuerda Abdullah Anas, un argelino que estaba combatiendo en Afganistán en ese entonces y pudo proporcionar un inusual relato de cómo se formó la organización de Bin Laden.

"Imagine que después de cinco años un tipo de Malasia regresa a su patria", recuerda haberle dicho a Bin Laden. "¿Cómo podrá seguir recordando que tú eres su líder? El se casará, tendrá hijos, se comprometerá con las tareas en su propio país. ¿Cómo puedes establecer un campamento para una Jihad en todo el mundo?", le cuestionó Anas

Pero él y otros escépticos presenciaron cómo Bin Laden, quien ahora es el sospechoso de terrorismo más buscado por Estados Unidos, llevó a cabo precisamente ese plan.

El relato de Anas y los de otros testigos, sumados a informes de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Medio Oriente y Europa, trazan una imagen vívida y ahora muy detallada del nacimiento de un movimiento moderno de Jihad.

Lo que se inició como una guerra santa contra la Unión Soviética adquirió una nueva dimensión, dijo Anas, cuando Bin Laden se separó y estableció un nuevo cuerpo de musulmanes militantes cuyas ambiciones llegaban mucho más allá de las fronteras de Afganistán.

Desde sus campamentos en ese país, el multimillonario creó una especie de centro de control del terrorismo islámico, que según funcionarios de Estados Unidos no sólo lleva a cabo sus propias operaciones, sino que además adiestra y respalda a los militantes locales, conectando las acciones de carácter local con una cruzada global.

50 Países Cubiertos Por Terroristas

Su estrategia está descrita muy adecuadamente en uno de sus nombres clave: "El Contratista". El grupo fundado por él hace 13 años, Al Qaeda - que en árabe significa "La Base"- está encabezado por maestros en el oportunismo que adaptan sus papeles al momento, en ocasiones enseñando los puntos finos de los explosivos, en otras enviando sus propios agentes, o simplemente proporcionando inspiración.

El grupo se ha convertido en un faro de guía para musulmanes malasios, argelinos, filipinos, palestinos, egipcios, e incluso norteamericanos que han llegado a ver a Estados Unidos como su enemigo, como una potencia imperial que da su apoyo y fuerza a gobiernos sin Dios.

Bin Laden ha tratado de salvar todas las divisiones en un movimiento que durante mucho tiempo estuvo desgarrado por diferencias doctrinales, étnicas y geográficas.

Según un análisis reciente de la CIA, Al Qaeda opera en aproximadamente una docena de campamentos afganos que han adiestrado hasta a unos 5.000 militantes, quienes a su vez han creado células operativas en 50 naciones.

Funcionarios de inteligencia dicen que el grupo está experimentando con armas químicas, incluso el gas neurotóxico, en uno de sus campamentos.

Bin Laden y sus seguidores utilizan interpretaciones del Corán que datan de hace siglos para justificar el uso de la violencia en el nombre de Dios, lo cual es una visión que se encuentra en los extremos más radicales del Islam.

Sus operaciones, sin embargo, son totalmente modernas, codificadas en el correo electrónico, recetas para la elaboración de bombas que están almacenadas en CD-ROMs, teléfonos móviles o celulares y comunicaciones satelitales.

Bin Laden no ha alcanzado sus metas más ambiciosas. No ha incorporado a más musulmanes bajo el imperio de la ley islámica, derrocado a ninguno de los gobiernos árabes contra los que lucha, o expulsado a Estados Unidos del Medio Oriente.

Su violencia, de hecho, ha provocado el rechazo de muchos creyentes y generado severas represiones en Estados árabes que ya de por sí tenían muy pocas libertades políticas.

No obstante, él y su pequeño círculo de colaboradores más cercanos han preocupado a funcionarios de Estados Unidos, paralizado a embajadas norteamericanas, frustrado prácticas militares y hecho que los estadounidenses en el extranjero se sientan preocupado y vulnerables.

En los primeros días de este mes, Estados Unidos cerró su embajada en Roma durante casi dos días después de que funcionarios de inteligencia advirtieron a Washington de la posibilidad de un ataque.

Gestor de Grandes Atentados

Funcionarios de Estados Unidos han acusado a Bin Laden de ser el autor intelectual de los ataques explosivos de 1998 contra dos embajadas en Africa, en los que murieron más de 200 personas, y sospechan de su involucramiento en el atentado dinamitero en octubre contra el destructor USS Cole en Yemen, que causó la muerte de 17 marineros.

Cuatro hombres fueron sometidos a juicio este mes en Nueva York acusados de las explosiones en Africa. Las autoridades de Washington también están examinando el papel de Al Qaeda en otras acciones cuyo objetivo era estallar en el momento de las celebraciones del milenio en 1999: ataques dirigidos contra otra nave estadounidense, un blanco hasta ahora no identificado en Estados Unidos, y sitios turísticos y un hotel en Jordania.

Este es el primero de una serie de dos artículos sobre Osama bin Laden, el prófugo más buscado por EE.UU.

Por Craig Pyes, Judith Miller y Stephen Engelber,
The New York Times

Publicado por EL Mercurio el 20 de enero del 2001
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