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El Papa pidió perdón a los ortodoxos y chinos y pisó una mezquita

Juan Pablo II quiso ser el primero en dar ejemplo y así, a sus 81 años, no dudó en mayo y junio realizar dos difíciles y ya históricos viajes: fue a Atenas, centro de la Iglesia ortodoxa más reacia hacia Roma, y a la ex comunista Ucrania, también de mayoría ortodoxa.

07 de Diciembre de 2001 | 08:55 | EFE
CIUDAD DEL VATICANO.- Tras introducir a la Iglesia católica en el tercer milenio, el Papa cumplió este año tres deseos que anhelaba: pisó la ortodoxa Atenas, oró en una mezquita y visitó Kiev, la cuna del cristianismo oriental, todo ello desafiando a su mala salud y con la mirada puesta en Moscú, su gran sueño.

El mismo día que clausuró el Jubileo de 2000, el pasado 6 de enero, Juan Pablo II presentó la Carta Apostólica "Novo Millennio Ineunte" (El nuevo milenio que se abre), en la que afirmó que el gran desafío que tienen los cristianos en esta época de la globalización es la unidad, rota en 1054 con el cisma que separó a Roma y a Constantinopla.

El Pontífice mantiene que la separación es un escándalo y un obstáculo para la difusión del Evangelio, ya que quita credibilidad a los cristianos.

Juan Pablo II quiso ser el primero en dar ejemplo y así, a sus 81 años, no dudó en mayo y junio realizar dos difíciles y ya históricos viajes: fue a Atenas, centro de la Iglesia ortodoxa más reacia hacia Roma, y a la ex comunista Ucrania, también de mayoría ortodoxa.

A Atenas llegó en medio del recelo de la jerarquía ortodoxa y de las duras críticas de la radical comunidad de monjes del Monte Athos, que le considera el "anticristo" y le acogió con las campanas de 160 monasterios doblando a muerto.

Y es que pesan mucho los mil años de separación. Atenas culpa a Roma de la caída en 1453 de Constantinopla y de proselitismo. Pero también les separan razones teológicas, el rechazo al primado de la Iglesia de Roma y la infalibilidad del Papa, entre otras.

El jefe de los ortodoxos griegos, Cristodulos, le recibió con palabras muy duras, pero el Papa sorprendió a todos pidiendo perdón por los daños "pasados o presentes" cometidos por los católicos contra los ortodoxos.

Si a Atenas viajó con el visto bueno aunque a regañadientes de los ortodoxos, a Kiev se presentó con la oposición del Patriarcado Ortodoxo de Moscú, el más importante de las iglesias ortodoxas ucranianas, que acusa a Roma de proselitismo en una zona que considera de su tradicional influencia.

Volvió a pedir perdón por los males cometidos por los católicos, aunque también exigió un "mea culpa" a los ortodoxos.

Pero además de estrechar lazos, el Papa viajó a Ucrania para homenajear a la Iglesia católica de rito oriental, la conocida de manera despectiva como "Uniata", duramente perseguida por el comunismo.

En Lviv (Leopolis en español), centro del catolicismo ucraniano, fue acogido por cientos de miles de personas y allí beatificó a 27 mártires de la represión comunista y a uno del régimen nazi.

Juan Pablo II también realizó otro gesto histórico: por primera vez, un Papa entró en una mezquita. Fue en la de los Omeyas, en Damasco, donde según la tradición se conserva la cabeza de san Juan Bautista.

Allí, con los zapatos quitados, como es preceptivo, rezó en silencio y después, ante los líderes religiosos del Islam, dijo que las dos grandes religiones monoteístas "jamás" deben ser presentadas "como dos comunidades en conflicto" y que no se puede usar la religión para justificar o promover odios y violencias.

Estando en Damasco, las referencias a la grave situación en Oriente Medio no pudieron faltar y así reiteró que la paz sólo será posible cuando se apliquen las resoluciones de Naciones Unidas y que el enfrentamiento jamás ha triunfado y nunca triunfará.

En septiembre, en medio de la tensión internacional tras los atentados contra EE.UU., el Papa viajó a Kazajistán, otro país de mayoría musulmana, que fue miembro de la desaparecida URSS y donde volvió a condenar con dureza el terrorismo y el fanatismo religioso.

Juan Pablo II también viajó este año a Malta y a Armenia.

Con Kazajistán casi cierra el "cerco" a Moscú (sólo le falta Bielorrusia), una visita con la que sueña coronar su pontificado, pero que de momento se hace esperar.

Y es que, según el poderoso patriarca de Moscú, Alejo II, Juan Pablo II "no puede contar con una invitación y su visita dudosamente será posible" mientras Roma no ponga fin a su expansionismo en territorios que los ortodoxos consideran suyos.

Durante este año el Papa también nombró a 44 nuevos cardenales, de ellos 11 latinoamericanos, lo que supuso una fuerte potenciación del bloque iberoamericano hasta el punto de que ya se vaticina que el próximo Pontífice hablará español o portugués.

A mediados de año convocó a todo el colegio cardenalicio a Roma en un consistorio extraordinario y en octubre se celebró el Sínodo de Obispos. Se estudió el futuro de la Iglesia y el tipo de prelado que necesita para el tercer milenio.

En este 2001, un año después de que desatara las iras de China por haber canonizado a 120 mártires considerados traidores por Pekín, Juan Pablo II efectuó otro hecho histórico: pidió perdón a China por los daños causados por los cristianos a lo largo de los siglos y propuso normalizar las relaciones diplomáticas.

La agenda del Papa para los próximos meses está repleta. El 24 de enero se reunirá en Asís (Italia) con los líderes religiosos mundiales y ya se preparan nuevos viajes, entre ellos a Bulgaria (en mayo) y a Toronto, (Canadá), para presidir en julio la Jornada Mundial de la Juventud. No se descarta una visita a Bielorrusia.
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