SANTIAGO.- Quizá muy pocos se acuerden de la dramática experiencia que vivió Elena Georgina Silva Jiménez aquella tarde del 14 de abril de 1955, cuando en medio de una conversación con su amante Humberto Pumarino, decidió dispararle cinco balazos, provocando la muerte a él, y en ella un desconsolado llanto acompañado de un gemido que decía "era lo que más amaba en la tierra".
Tal incidente, digno para páginas policiales, tenía ciertos aderezos que alteraban el típico panorama delictual, al considerar que la homicida era nada menos que una reconocida intelectual de la época, que respondía al seudónimo de María Carolina Geel, y el sitio del crimen fue el distinguido Hotel Crillón.
No obstante esos antecedentes, ella fue a parar a prisión y de inmediato comenzó un apoyo acérrimo del crítico literario Hernán Díaz Arrieta (Alone) en favor de la condenada, con el subliminal acicate para que María Carolina Geel escribiese la experiencia del homicidio y de sus días tras las rejas.
De este modo nació el libro
Cárcel de mujeres, editado por primera vez en 1959 por la editorial Zig-Zag, y bajo el amparo de Alone quien, de algún modo, planteó nuevas aristas al crimen, casi hasta comprendiéndolo, y reafirmó su idea de que el encierro y la soledad eran los mejores entornos para escribir.
Ahora, 45 años después del homicidio, sale al mercado este título, por el sello Cuarto Propio, dentro de su campaña de democratización de la lectura, al considerar la obra "un estremecedor testimonio de la realidad penal y de las vidas y las biografías de las reclusas".
Ese último considerando es clave, si se toma en cuenta que tanto editores como siquiatras han apreciado en
Cárcel de mujeres un texto que roza las fronteras del arte y los bajos mundos.
Por las páginas, Geel indaga en detalles de su estadía penal sobre el lesbianismo, el hacinamiento, la soledad y el dolor silencioso. No es un diario de vida presidiario, sino más bien un desgarrador ensayo de conceptos que sólo se perciben en dicha subcultura.
Ella -mujer de clase, frágil y emocional- sufrió y escribió a Alone cada uno de los momentos de esos eternos 19 meses que estuvo encerrada, hasta que gracias a una intervención de la poetisa Gabriela Mistral, el Presidente Carlos Ibáñez le otorgó el indulto.
"Sepa mi estimada amiga que en el instante en que usted formula una petición, ésta es un hecho atendido y resuelto, considere, pues, desde ya indultada a María Carolina Geel", le respondió el Primer Mandatario a Mistral, que estaba en Nueva York.
Geel salió, siguió escribiendo, hasta su muerte, el 1 de enero de 1996, afectada por una demencia senil y mal de Alzheimer.