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Un solista sorprendente 2/12/2004

11 de Diciembre de 2004 | 19:22 |
Un solista sorprendente

Gilberto Ponce 2/12/2004

Curioso por decir lo menos, es que en el anunciado "Festival Brahms" la obra de mayor impacto fuera el Concierto para Viola y Orquesta Op. Póstumo de Béla Bartók.

El responsable fue el joven violista chileno residente en EE.UU., Roberto Díaz, quien ya posee una carrera muy impresionante fuera de Chile, interpretando los más famosos conciertos para viola, con destacados directores, incluyendo a Krzystof Penderecki con su famoso y complejo concierto.

Díaz posee un dominio absoluto de su instrumento, es dueño de una sonoridad potente, acompañada de una afinación perfecta, todo en consonancia con su extraordinaria musicalidad.

El concierto, que es de una extrema dificultad, fue escrito en 1937 quedando inconcluso pues la muerte sorprendió a su autor, (fue terminado por su alumno Tibor Serly). Requiere de un intérprete de notables condiciones, pues en el se encuentran dobles cuerdas y armónicos, junto a todas las dificultades de ritmos y frases de bravura.

Sus tres movimientos se tocan casi sin interrupción, y la exigencia para con la orquesta también es grande. Se debe contar además con un director que sepa enfrentar el estilo de Bartók, y conducir todas las polirritmias junto a todas las sutilezas dinámicas expuestas.

Sólo podemos alabar el trabajo de Maximiano Valdés y la Filarmónica, de una precisión, afinación y bello sonido, dejándose llevar por la musicalidad del solista, pero sobre todo, con el deseo de hacer las cosas de la mejor forma posible.

Las politonalidades, las referencias al folclore húngaro, junto al misterio del segundo movimiento y la efervescencia del tercero, lograron electrizar a un público que en su mayoría desconocía la obra, pero que se rindió ante la maestría del solista.

La obra que ofreció como encore dejó atónito al público, con sus dificultades dignas de un virtuoso del mejor nivel, y Díaz lo es, en esta oportunidad a la ovación del público se agregó la orquesta.

Las célebres Danzas Húngaras Nº 1, 6 y 5 de Johannes Brahms, cerraron la velada, con un director que las vertió con pasión y júbilo, en una brillante jornada de la orquesta.

No podemos decir lo mismo de la Sinfonía Nº 3 Op. 90 que abrió el programa. Recibió una interpretación más bien fría, incluso con desajustes muy evidentes en el primer movimiento. Mejoró en el conocido tercer movimiento, con un sólido y musical sonido del corno. En el cuarto, Valdés le imprimió el sello romántico, consiguiendo momentos muy logrados.

Esta no es una sinfonía de fácil interpretación. El carácter va desde lo poético a ciertas anticipaciones del Post Romanticismo, y es atravesada por una melancolía no obscura. Sin duda la interpretación no alcanzó las cimas de las otras obras del programa, donde el triunfador fue Roberto Díaz, quien ya es citado en los sitios de música de la Internet, como uno de los grandes violistas de todos los tiempos.
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