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Bonjour, Nutria

08 de Agosto de 2006 | 00:00 |
Antes a Christian Torres le decían "Nutria". Ahora Christian Torres es la cabeza de un proyecto llamado Nutria, que puede ser él solo o una banda eléctrica. Como la que montó a fines de 2005 en un paso por Chile y cuyo disco Roquerío causó un impacto no menor en distintos ámbitos de la música independiente. Pero no sólo en Chile. En Nueva York, donde reside Torres, Nutria ya tuvo minutos para mojar la camiseta roja. Compartieron con el grupo Au Revoir Simone y las chicas de la banda quedaron encantadas.

Iñigo Díaz



"Vendimos los dos discos que llevábamos y ganamos 180 dólares en total", cuenta Torres. (foto: EFE).
Cuando casi todos los cantautores latinoamericanos de este lado vienen del contínuo de Víctor Jara y sobre todo de Silvio Rodríguez, que aparezca un cantautor latinoamericano del lado de allá inspirado en Dylan y Cohen, es en sí mismo un punto de foco.

En los ’90, Christian Torres integró el grupo experimental Maestro, subió al escenario del Salón Fresno del Centro de Extensión UC en 1997 y teloneó una sesión de improvisación libre británica que luego montaron Fred Frith y Chris Cutler, sacerdotes del rock en oposición.

En esa época Torres también se oponía a algo. "Recuerdo que hicimos un concierto al revés. Primero destruimos los instrumentos y después nos pusimos a tocar". Pete Townshend (guitarrista de The Who) jamás lo hubiera comprendido.

Ahora Torres no está para destrozar guitarras ni amplificadores. Necesita esas herramientas intactas para hacer música de oposición y de proyección. Adoptó definitivamente el nombre de Nutria (un pseudónimo con que se le conocía en sus círculos restringidos) y lanzó sobre la mesa una serie de canciones de orientación folk que quedaron registradas en uno de los mejores discos de 2005, Roquerío.

Como Torres vive en Nueva York, viene y va. Y toca aquí y allá. En noviembre pasado presentó su disco en múltiples conciertos de espacio reducido y ahora acaba de presentarse en uno de los epicentros del Mahnattan junto a bandas como The Red Coats Are Coming!, First Nation y Au Revoir Simone, en una típica galería de arte neoyorquina, el Exit Art.

"Lleva 25 años apoyando a los artistas emergentes (y pobres) de la ciudad. Es un ejemplo de la filantropía y la multiculturalidad elemental de NYC y una muestra de cómo "lo latino" es parte integral del sabor de la ciudad. Buen lugar para tocar. Buen lugar para cantar en español. Fue una noche para recordar. Habitualmente no estoy muy contento al día siguiente de los conciertos pero esta vez quedé feliz, porque estuvimos a la altura de las circunstancias".

-¿Cuáles?
-Era nuestra primera vez tocando junto a bandas que son parte de la escena, o al menos de una de las tantas escenas, de Nueva York. En cierto sentido era un nuevo debut y salimos bien parados. Los ensayos pagaron bien. La práctica hace al maestro: 10 por ciento de inspiración y 90 por ciento de transpiración.

-¿Qué fue lo mejor de la jornada?
-La atmósfera. En otras palabras, el todo fue superior a las partes. El hecho de que el encuentro musical fuera organizado y producido por una galería de arte con cierta historia le daba un sabor especial al evento. Llegó un buen número de gente si consideramos que a esa misma hora Philip Glass (uno de los más grandes compositores contemporáneos del último tiempo) y el Kronos Quartet (uno de los cuartetos de cuerdas más sobresalientes del avant-garde) presentaban en vivo, gratis y al aire libre su banda sonora original para el clásico "Drácula".

-¿Qué tipo de gente fue la que se encontró con Nutria?
-Más bien fans de cada banda, más los amigos de los fans, más la gente del staff más sus amigos, más los que llegan sin saber por qué ni cómo. Un buen lote. Hubo por cierto presencia chilena y sudamericana, ay ay ay!, una treintena de almas que pusieron el condimento extra que siempre es bienvenido. En términos generales, excelente público y excelente vibra, liviandad sin complejos, mente abierta. La atmósfera me conectaba con una de las facetas que más aprecio de la ciudad: actitud positiva, respetuosa, generosa, poco envidiosa. Y el local también tenía lo suyo. El espacio al que se mudó Exit Art hace dos años es grande, de escala industrial y ubicado en el centro de Manhattan, en un área conocida como "Hell’s Kitchen" que es donde imaginariamente ocurre "West Side Story" ("Amor sin barreras"), ese tremendo musical sobre latinos en Nueva York que cuenta con la magistral partitura de Leonard Bernstein. Y hubo una motivación extra: Compartimos el escenario con bandas de chicas súper activas, y en el caso puntual de Au Revoir Simone, con una banda con grandes posibilidades de hacerse masiva internacionalmente.

-¿Y qué pasó con ellas?
-Dijeron "you are from Chile, right?". "Oh yes we are", respondí. "You’re doing very well" dije. "I think so" dijo la más alta. Au Revoir Simone era la banda estelar de la noche. Ellas tocan sus instrumentos de verdad y son parte de un sello indie de grandes dimensiones, con buen marketing, con seguidores, con reseñas en pitchforkmedia.com y con canciones en la tele. (Cuando tu música aparece en un programa de TV -Gray’s Anatomy- que es visto por siete millones de personas cada domingo, ya estás a otro nivel. Aunque claro, ellas ya estaban a otro nivel desde antes de llegar a la tele, cuando escribieron esa canción "Stay Golden" que no puedo sacarme de la cabeza y que me electrificó los pelos cuando la escuche en vivo. Gran talento y belleza. Las voces etéreas y los efectos de su "triple keyboard action" me hicieron pensar en Javiera Mena y Sigur Ros, pero sonando al mismo tiempo. Los teclados hacían una muralla de sonido y a ratos parecían como órganos en una catedral. Fue como una ceremonia guiada por tres sacerdotisas pálidas, de cabelleras y piernas largas.

-La bienvenida de Nutria a estas ligas...
-Además, la posibilidad de conocerlas más íntimamente tras el concierto fue un privilegio que con Nutria nos ganamos en el escenario. Supuestamente les gustó nuestra música. Eso me dijeron a mí y también a otras personas, aunque por experiencia sé que muchas veces eso se dice por cortesía. Fueron muy simpáticas, increíblemente simpáticas, muy en la onda de las gringas simpáticas de Williamsburgh. Se habló de una posible reunión informal para hacer un asadito en el patio. Eso estaría de pelos. Sobre todo porque ellas se ven bien brillantes y positivas. Con un encuentro de esos quedas sobre-inspirado por un buen tiempo y se aprende un montón.

-¿Quedaron conectados?
-Cuando nos despedimos, las palabras claves fueron "Au revoir…", eso fue fácil de adivinar. Ya subiéndose al auto, la más alta me gritó: "See you for your show on August 13th….!". "Sure -le grité de vuelta- Cake Shop, Lower East Side…". Hasta la vista.

-¿Qué proyección le ves a Nutria?
En el último año hemos experimentado una evolución artística y una mayor popularidad, si se puede llamar así. Ha habido logros no tan llamativos pero importantes, como mi participación en un video arte que fue adquirido por la Saatchi Collection de Londres y por la Fundación Arco de Madrid ("Homeless lamp", de Iván Navarro). Pero la supuesta carrera musical de Nutria sigue siendo un misterio para mí.

-¿Por qué?
-De partida, porque yo ya "no soy de aquí ni soy de allá" -adopto el lema que identifica a la mafia chilensis en NYC- y me cuesta cada vez más creer en el "big break" de Nutria o en su salto a la fama. Por otra parte, parece que nuestra música se ha vuelto más conocida recientemente, luego de que decidimos publicarla gratis en www.huesorecords.com, bajo licencia de Creative Commons. Algunas radios incluso tocan a Nutria. También recibo emails de gente de provincia en Chile que ha escuchado a Nutria en internet y se siente muy identificada con las canciones. Pero el verdadero reconocimiento toma un buen tiempo. Estamos recién empezando. Todavía quedan varios discos por publicar. La trascendencia o intrascendencia de Nutria sólo se revelará en quince años más. Por el momento me importa más escribir buenas canciones que pensar en la pequeña fama.

-¿Se ven metidos en la gran fama?
-Tiendo a pensar que las tocatas, los ensayos, los comentarios, la prensa, las alegrías, las decepciones, el acarreo sin fin de equipos e instrumentos, las labores mamonas de promoción, etcétera, son las imponderables exigencias. Unas veces dulces y otras veces amargas, del aquí y el ahora, es decir, del mundo sensible y urgente, que nos pre-ocupa y se nos anticipa. Soy un existencialista convencido y tengo el sentimiento de haber sido arrojado, metafóricamente hablando. Por eso el título tentativo de uno de los futuros discos de Nutria es La caída. Creo que lo verdaderamente importante es lo que perdura más allá de la buena o mala suerte. Las fiestas, los carretes desbocados y las noches locas de Nueva York o de Santiago o de Paris o de Valpo pasarán, pero las canciones y los discos, si son buenos, seguro que van a quedar.

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