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La perfección del tiempo inglés

21 de Junio de 2007 | 12:02 |
Gilberto Ponce

Espectacular resultó la inauguración de la Temporada Internacional 2007 de la Fundación Beethoven que se realiza tradicionalmente en el Teatro Oriente de la capital. Ante un teatro desbordante se presentó “The Academy of Saint Martin in the Fields, Chamber Ensemble” un octeto de cuerdas formado por integrantes de la famosa orquesta, especialista en repertorio barroco y clásico.

No obstante, en esta oportunidad los músicos británicos se acercaron al repertorio romántico y del siglo XX, demostrando que su gusto por esta música de cámara se traduce en interpretaciones de singular perfección.

A su absoluta afinación le agregan su propia musicalidad traducida en diálogos exquisitos, fraseos perfectos con arcos y articulaciones que responden a un concepto absolutamente unitario de las obras. Por ello a ratos pareciera estar escuchando una grabación.

El “Sexteto en La mayor, Op. 48 de Antonin Dvorak” con que abrieron su presentación evidenció el gusto por lo romántico, mostrando en el primer movimiento un sonido pastoso de gran finura en su concepción dinámica, para llevarnos desde allí al encanto popular del “Poco Allegretto”, donde el paso de las voces entre los diversos instrumentos fue perfecto.

El “Presto”, de rotunda maestría, nos recordó en su estructura las “Danzas eslavas” del mismo compositor. El “Tema con variaciones” sirvió para mostrar casi un juego de colores entre cada variación y culminar así en una vertiginosa explosión rítmica. Con justicia les hizo merecedores de las primeras ovaciones de la tarde.

En un drástico cambio de estilo y carácter, el octeto pasó a interpretar el “Preludio y Scherzo” para octeto de cuerdas, Op. 11 de Dmitri Shostakovich, adentrándose primero en el desolado mundo expresionista del Preludio y luego a las extraordinarias dificultades del Scherzo con sus intrincadas articulaciones. El grupo logró contrastes asombrosos, donde no está ausente la fuerza salvaje y donde cada instrumentista tiene breves roles de solista.

El “Octeto en Mi bemol mayor, Op. 20” de Felix Mendelssohn, presenta un elegante romanticismo que demanda ataques perfectos dentro de su expresividad. Fue la obra que cerró este programa magistral. En su ejecución se asemejaron a una máquina perfecta, donde cada engranaje respondía a un movimiento estudiado.

Debemos señalar la melancólica y contenida pasión del “Andante”, o el virtuosismo del movimiento final, que debe ser tanto alado como arrebatador, en sus múltiples juegos dinámicos.

A la euforia del público respondieron con dos encore. Primero una “Elegía” de E. Grieg, de emotiva expresión, y después con un arreglo de “Summertime” de Gershwin, que les llevó al mundo de la música más popular. Una visita de lujo, que abrió en forma brillante la temporada de la Fundación Beethoven.
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