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Britten: “El rescate de Penélope”, “Phaedra”

17 de Agosto de 2007 | 01:14 |
Britten: “El rescate de Penélope”, “Phaedra”

Que en un disco se fusionen la música de Benjamin Britten, la voz de la contralto Janet Baker y la dirección de Kent Nagano es un privilegio que no se puede dejar pasar y, a la vez, una prueba para todo melómano interesado de veras en los recorridos del mundo sonoro. Más todavía si las obras en cuestión son nada menos que “El rescate de Penélope” (primer registro comercial) y “Fedra”, ambas de muy escasa difusión.

Surgida como una pieza para la radiofonía, “El rescate de Penélope” tuvo sus primeros días en 1943, cuando se encomendó al compositor hacer una obra para la BBC basada en “La Odisea”. Como el tema del poema homérico era absolutamente inabarcable, se tomó sólo una parte y se desarrolló. Y si bien el personaje de Penélope no tiene letra (nadie canta el papel de Penélope), la pieza la convierte en la primera de las heroínas clásicas diseñadas por Britten, quien la muestra a través de los comentarios que de ella hacen Atenea, Artemisa, Hermes y Apolo.

Dura proposición para una cantante actriz, el “rol” fundamental es el del Narrador (Atenea), quien debe mantener el tempo dramático durante los 36 minutos que dura la obra, y que ha de combinar la ductilidad vocal con un tono épico urgente. En lo instrumental, Britten opta por asociar temas o instrumentos con personajes específicos. Por ejemplo, la trompeta de Atenea está ahí desde que la diosa se presenta; Hermes está caracterizado por el corno; la llegada de Ulises por el arpa, y el tema indicador de lo que es Penélope por un saxófono alto.

Obra interesante y fuera de la norma, atrapa con su uso teatral de las palabras y la adecuación de la música para configurar el trasfondo atmosférico olímpico necesario. Y toda la libertad que es posible imaginar en Britten aquí convive con guiños a la tradición de Gluck y Cherubini (los cantos de los dioses remiten a ciertos ambiente grupales de la “Ifigenia en Táuride” del primero y de la “Medea” del segundo).

El Narrador es nada menos que Janet Baker, quien pone todo su oficio al servicio de un texto vital como pocos. Además, la contralto trabajó de cerca con Britten y muchas de sus obras fueron hechas pensando en ella, de modo que la cercanía a las fuentes está garantizada.

El cuarteto de cantantes que la acompaña es de primer nivel. Destacan el timbre cristalino de la soprano Alison Hagley (Atenea las veces que canta) y el Hermes del tenor John Mark Ainsley.

El innovador y controvertido Kent Nagano pone toda su pericia contemporánea y conduce a los sólidos instrumentistas de su Hallé Orchestra.

El CD también incluye “Phaedra” (“Fedra”), última composición importante de Britten para voz solista. Data de 1975 (murió en 1976) y es un homenaje a Janet Baker, quien tanto hizo por la English Opera Group y el Festival de Aldeburgh.

Sobre el modelo de las grandes cantatas italianas de Haendel, Britten configura un cuadro de gran fuerza dramática sobre la triste historia de Fedra, la reina que se enamora de Hipólito, hijo de su esposo Teseo. Como Peter Grimes, Billy Budd o el protagonista de “Muerte en Venecia”, esta Fedra es otra marginal diseñada por Britten que grita al mundo su tragedia.

En este caso, la cantante no es Janet Baker sino la intensa soprano Lorraine Hunt, dueña de un lírico dramático que sabe aprovechar en toda su gama de posibilidades.

La orquesta nuevamente es la Hallé, que luce sus cuerdas y también los instrumentos que completan el marco sonoro: percusión, un violoncello y un clavecín (¡vaya mezcla para una obra del siglo XX!).

Una verdadera ópera de quince minutos es esta “Fedra”, notable por su convicción dramática (el texto está tomado de la traducción al inglés de la “Fedra” de Racine hecha por Robert Lowell) y musical (Erato, 1996).

Juan Antonio Muñoz H.
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