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La magia de la otra flauta

Siempre viene bien la apreciación musical de un montaje alternativo al primer elenco. La versión nacional, con incrustaciones extranjeras, trajo muchas sorpresas.

07 de Noviembre de 2007 | 11:04 |
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La argentina Laura Rizzo llegó en último momento para integrarse al montaje.

Sitio oficial de Laura Rizzo

Una vez más ha subido al escenario del Teatro Municipal, la ópera de Wolfgang Amadeus Mozart, “La Flauta Mágica”. No haremos disquisiciones sobre las interpretaciones que se le han dado y que seguirán dándole. En esta oportunidad solamente nos limitaremos al análisis de la puesta en escena.


La hermosa escenografía de Michael Hampe y Germán Droghetti (este último también a cargo del vestuario), cuenta con la iluminación de Ramón López. Con estos elementos nos muestran los dos mundo en conflicto, el Día y la Noche, creando mágicas escenas, en base a contrastes de color que le otorgan equilibrio.


Destacaremos el impactante inicio, con el imponente dragón que trata de devorar a Tamino, la primera aparición de la Reina de la Noche, la escena de Tamino encantando a los animales y las pruebas del Fuego y el Agua, entre otras de gran impacto.


Otro aspecto interesante en la iluminación es que destaca los tres estadios de los personajes. El amarillo fuerte para Sarastro (el sol), las diversas gamas de azul para la Reina de la Noche (la luna), sutiles gradaciones de los anteriores para Tamino y Pamina, colores pastel para los seres comunes y corrientes Papageno y Papagena, y el blanco fuerte para los tres genios.

La régie de Michael Hampe copa bien los espacios y le da convicción a la acción, logrando que los cantantes actúen sus roles. En la primera función nacional, luego de un primer acto con algunas inseguridades y algo falto de tensión, se llegó a un redondo y emocionante segundo acto, que arrancó las más justas ovaciones.

Los cantantes: Una revelación fue la soprano chilena Francisca Prudencio en el papel de Pamina. Ella no sólo tiene una bellísima voz que maneja con innegable musicalidad,  además es muy hermosa y actúa muy bien. Emocionante fue su segunda aria y tmabién el dúo con Papageno.

Muy seguro en la segunda parte, donde mostró todo su hermoso material, estuvo Luis Olivares, el tenor que encarnó al príncipe Tamino. A él solo le falta soltarse más en la actuación. Papageno es fundamental en el contraste sicológico. Es mundano, además de simpático, debiendo además ser un muy buen actor y cantante. Todo esto se da en Joan Martin-Royo, el barítono español a cargo del papel. Con su bella voz y su entrañable actuación se ganó al público, que lo ovacionó al final.

La soprano argentina Laura Rizzo reemplazó a última hora a Claudia Pereira. Su actuación la dividimos en dos partes: con altibajos en su primera intervención, (coloraturas defectuosas) y brillante en la segunda con su aria más famosa y de enormes dificultades. Otro argentino, el bajo Nahuel di Pierro, asumió el difícil rol de Sarastro con notable éxito pues es dueño de voz que abarca sin dificultades toda la tesitura de su papel, agregando gran prestancia a su actuación.

La soprano chilena Isabel Garay fue Papagena, papel que abordó con una gran seguridad vocal y mucha gracia en actuación. Su dúo con Papageno sacó ovaciones. Rodrigo Navarrete tuvo rotundo éxito vocal y actoral como el Orador y el Segundo Sacerdote. Del mejor nivel y certero, tanto en lo vocal como en actuación, nos pareció Germán Greene, en el papel de Monostatos. En cambio disparejas, poco afiatadas e inseguras en ritmo, las Tres Damas a cargo de Claudia Virgilio, Mirna Mois y Claudia Godoy, mientras que los Tres Genios, cantados por Carolina Grammelstorff, Verónica Rivas y Elena Pérez, aportaron sus estupendas voces en una convincente y simpática actuación.

Convincentes también estuvieron los Hombres Armados a cargo de Patricio Arroyo y Cristián Reyes, y un poco sobreactuado y casi gritando en sus diálogos José Castro como el Primer Sacerdote. El Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornick, una vez más en el mejor nivel. Notables las actuaciones del coro masculino, de gran exigencia en lo vocal y expresivo.

La Orquesta Filarmónica, con hermoso y musical sonido, estuvo a cargo de José Luis Domínguez, quien con gesto preciso acompañó a cada solista, buscando los balances y equilibrios.     

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