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Crudo

09 de Diciembre de 2007 | 21:52 |

La formación académica, el ejercicio del jazz y hasta unos inicios en el rock se han amalgamado en el rasgo principal del músico chileno Mauricio Rodríguez, que es su rigurosa y personal aproximación a la guitarra. Lo probó en las composiciones propias de su disco doble con Supertrío (2002), y ahora es momento de demostrarlo con un repertorio de obras probadas o standards del jazz, grabado en vivo junto al contrabajista Rodrigo Galarce y el baterista Daniel Rodrúguez, un trío con años de rodaje conjunto.

Estas composiciones llevan firmas tan fundamentales como las del director de orquesta Duke Ellington, el pianista Bill Evans y el contrabajista Dave Holland. Pero si está escogida la balada "Isfahan", de la Suite del Lejano Oriente (1967) de Ellington, con motivo oriental y concebida para toda la orquesta del maestro, Rodríguez transforma casi por completo la melodía original del saxofonista Johnny Hodges para su guitarra. Y en lugar del saxo original del quinteto de Holland en "Claressence", la misma guitarra suple ahora la melodía y la armonía. Y si George Shearing, que de paso es uno de los referentes de nuestro Valentín Trujillo, es adaptado por el trío al modo habitual del jazz con espacio para los solos de los tres instrumentos, "Detour ahead", otra de las composiciones, termina con pulso rockero inesperado para un grupo de jazz como éste.

Es la personalidad del trío. Se trata de Evans, Ellington, Holland, pero es posible reconocer los acordes de Mauricio Rodríguez tanto como los atractivos contratiempos que pone en juego el baterista Daniel Rodríguez. "Claressence" contiene un solo de batería que copa los cinco minutos finales y es injusto llamarlo apenas "solo de batería" porque se trata de una improvisación que es pura expresividad, y aunque termine entre los aplausos de la audiencia es lo contrario de exhibición. Cuando es el guitarrista el que improvisa, lo hace con notas pero también con acordes, y de ese modo consigue el efecto de verdad escaso de despojar a ese instrumento de las convenciones sobre cómo tocarlo. El timbre es el de una guitarra, pero las notas podrían ser las de un arpa o un piano, con todas las teclas o cuerdas disponibles, como si Mauricio Rodríguez desmontara la realidad anatómica del alcance de los dedos y pudiera dejar suspendidas todas las notas que quisiera: un grado extra de libertad que hace de él un guitarrista creativo dentro y fuera de los márgenes del jazz.

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