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Purgatorio bar

25 de Enero de 2008 | 23:37 |
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Este año cumplirán un década y con éste van cuatro discos propios y uno compartido en su historial, pero el trío de rock puntarenense Hielo Negro tenía que andar todo ese camino para encontrar un hogar. Y más que en ninguna parte aquí hogar rima con bar. Con Purgatorio bar, para ser exacto. La de Hielo Negro sigue siendo en su nuevo disco una historia de fidelidad por la vieja guardia del rock pesado, es decir rudo antes que técnico, profundo antes que estridente y volado antes que apurado. Tres puntos buenos.

Es con un redoble de batería rockero inapelable que Christian Pimpón MacDonald impone las reglas desde el inicio. El cantante Marcelo Chelo Palma sabe hacer crujir de verdad la guitarra, siempre afinada en tonos profundos junto al bajo de Pablo Panzón Navarrete, y sobre esa base se despliega el repertorio. Desde lo más cotidiano: los personajes de estas historias se encuentran tomando cerveza en "Purgatorio bar", o caminando en busca de cerveza, en la callejera "Perro de la noche". La respiración del diablo merodea en otra canción, el trío hace un guiño indigenista inicial, rinde tributo a la madre yerba, vuelve a apelar al instinto estepario en "Sangre de lobo", predice el fin del mundo en "Kaos ahora!" y abunda en profecías como "Marejadas de furia caerán contra el hombre por destruir nuestro único hogar" en "Arde la Tierra": el viejo sueño rockero del apocalipsis como condena a un mundo perverso. Hielo Negro tiene todo claro.

También se escuchan detalles nuevos en el sonido. Por una vez el grupo quita el pie del distorsionador, para decir en esa misma canción "Mira muy bien el sol porque es la última vez / mañana sólo serán sombras" y para invocar a espíritus de la selva mientras alguien no acreditado toca unas inesperadas congas. Y un cambio notorio es el pulso. Después de cuatro discos Hielo Negro está tocando más lento, e incluso ralenta a veces el pulso dentro de la misma canción como bien lo sabían hacer sus colegas de Yajaira. Pero en general el trío afianza su sonido de siempre. "Todas las esquinas son iguales / si hay en ellas un bar", filosofa Chelo tras diez años de rock, antes de la revelación final al borde del escalofrío: "Ahora es cuando comprendo todo / lo que aquí está sucediendo / hemos muerto en el viaje / condenados a tocar", descubre. "A tocar en el Purgatorio Bar. Por la eternidad". Son Hielo Negro, rockeros que tocan como condenados.

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