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Libro detalla la adictiva relación de Marilyn Monroe con su psicoanalista

La actriz estuvo dispuesta a cambiar hábitos de su vida para no perder la atención de su terapeuta Ralph Greenson. Además, era más culta de lo que se creía.

31 de Marzo de 2008 | 11:47 | El Mercurio Online

MADRID En la larga lista de títulos sobre la turbulenta vida de Marilyn Monroe, se suma uno ahora que retrata la adictiva relación de la actriz con su psicoanalista Ralph Greenson.

“Marilyn llegaba siempre tarde. Era su defecto más recurrente. Llegaba tarde a los rodajes, a las citas, a las fiestas. Y, al principio, llegaba tarde a las sesiones de terapia con Ralph Greenson, el último confesor de sus desgracias”, cuenta el escritor francés Michel Schneider en “Últimas sesiones con Marilyn (Alfaguara)”.

La crónica impuntualidad de la diva no se debía a un descuido. Sencillamente le gustaba hacerse esperar, explica el galo en un reportaje que publica “El País”.

"Eso le hacía sentirse deseada, querida", comenta Schneider, cuya intención con este libro ha querido “acercar al personaje como ella misma deseaba explicarse: no mediante su imagen, sino mediante el lenguaje, a través de las palabras, que para ella escondían su verdadero yo".

Un yo marcado por el abandono que la empujó a un final trágico. De acuerdo al autor, la rubia sufría de abandono permanente. Su madre la dejó cuando era un bebé y el propio hizo Greenson cuando más lo necesitaba la actriz.

Después de acogerla en sus sesiones por tres años, el terapeuta partió de improviso a Europa cuando más lo necesitaba para dictar una serie de conferencias.

Puede que la salida del doctor fuese una de las causas de su muerte, teoriza Schneider. "También da lo mismo si se suicidó o alguien la impulsó a hacerlo. El caso es que ella deseaba más morir que vivir", agrega.

La razón está en el sentimiento de incomprensión permanente que padecía la esposa de Joe Di Maggio, pues en su libro el francés descubre a una Marilyn muy distinta a la de “rubia tonta” como la mostraban sus películas: era culta y sensible, una mujer curiosa y en permanente búsqueda de cariño.

Una anécdota, protagonizada  por Joseph L. Mankiewicz, retrata esta situación. El director que le había dado un pequeño papel en Eva al desnudo se la encontró en una librería y la humilló al preguntarle: "Pero, estos libros que te has comprado, ¿de verdad los vas a leer?".

Por supuesto que sí. Viajaba con 400 volúmenes a cuestas y había estudiado ya a Freud con 21 años. "Algo muy poco común", comenta Schneider. Aunque también es cierto que en la maleta había hueco para botellas y dosis de barbitúricos y tranquilizantes, agrega “El País”.

Esta facetas ocultas al público, además de la fatal atracción que ejercía, fascinó a su terapeuta, que faltó a todos sus principios psicoanalíticos por curarla.

"Yo le conocí", cuenta Schneider. "Era un pope del psicoanálisis que aplicó con ella todo lo que en teoría su terapia desprecia, desde farmacología a intimidad".

Para Greenson, Marilyn fue como un miembro de su familia: "Le podía llamar a cualquier hora, cualquier día podía presentarse en su casa", cuenta. Aquellas sesiones le marcaron profundamente. El negro 4 de agosto en que la encontraron sin vida, Greenson también murió un poco.

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